Se pueden clasificar las necesidades del cuerpo humano en tres categorías: nutrición, reproducción y protección. Antes de la caída del hombre éstas eran cosas satisfechas, el hombre no tenía que hacer nada para satisfacerlas, ni siquiera trabajar (justamente esta fue una parte del castigo, trabajar con el sudor de la frente para producir lo necesario para el auto-sustento). Sólo después que el hombre cayó en el pecado estas cosas "aparecieron" como necesidades que deberían ser resueltas por el hombre (ya que había rechazado que Elohim mismo se ocupara de todo). Así, estas necesidades pasaron a ser "armas" en las manos del enemigo, ya que por medio de ellas puede presionar (por ejemplo, en el caso de la nutrición, hambre) o seducir (gula).
La primera tentación del hombre está en este campo de la
comida. De la misma manera que la fruta del conocimiento del bien y del mal
tentó a Javá, hoy en día el beber y los banquetes se han convertido en un
pecado de la carne. No tratemos con ligereza este asunto de la comida, porque
muchos creyentes carnales han tropezado en ese punto. Los creyentes carnales de
Corinto hacían tropezar a sus hermanos precisamente en este asunto de la
comida. Por eso a todos los que tenían que ser ancianos y diáconos en aquel
entonces se les exigía que hubiesen superado este punto (Timotio Alef 3:3, 8).
Sólo la persona espiritual comprende la inutilidad de dedicarse a comer y a
beber. "Por tanto si comen o beben,
o hacen cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Elohim"
(Qorintiyim Alef 10:31). Pero así como la comida puede ser una seducción,
también su falta puede ser una presión, y por hambre muchos también pecan
(robar, por ejemplo).
Segundo, la reproducción. Después de la caída del hombre la
reproducción se convirtió en deseo carnal o concupiscencia, mientras que su
contraparte derivó en ascetismo (la represión por completo de todo impulso
sexual, cuando en su justa medida y dentro del matrimonio es algo natural y no
pecaminoso. "Prohibirán casarse..." 1 Timoteo 4.3). Las Escrituras
relacionan de una manera especial la concupiscencia con la carne. Shaúl pone
juntas estas dos cosas en su primera carta a los Corintios (6:13,15) y
relaciona claramente la embriaguez con la maldad (pasukim 9-10).
Tercero, la protección. Cuando el pecado ha conseguido el
control, el cuerpo manifiesta su fuerza en la defensa propia. Su contraparte es
la opresión, la represión, violencia, esclavitud. El cuerpo se resiste a todo
lo que pueda interferir en su bienestar y su placer, y reclama su derecho como
"defensa propia", o bien pasa a la acción directa por la fuerza y se
manifiesta como ataque para conquistar (que puede ser poder, dinero, situación
social, fama, etc).
Un análisis de todos los pecados del mundo mostrará que cada
uno de ellos está relacionado con estas tres categorías. Un creyente carnal es
aquel que está dominado por uno, dos o los tres puntos en cuestión. Así como no
sorprende a nadie que una parte del mundo esté dominada por el pecado de su
cuerpo, debería considerarse como algo muy anormal que un creyente nacido de lo
alto permanezca mucho tiempo en la carne, fracase en someter el poder del
pecado y viva una vida de altibajos. Un creyente debería permitir al Ruaj haKodesh
que examinase su corazón y que le instruyese sobre lo que está prohibido por la
ley del Ruaj haKodesh, sobre lo que le impide adquirir moderación y autocontrol
y sobre lo que le domina y le priva de libertad en su ruaj para servir a Elohim
libremente. No podrá emprender una plena vida espiritual mientras esos pecados
no sean eliminados.
Los Pecados De La Carne
La carne tiene muchas salidas. Hemos aprendido que es hostil
a Elohim y no puede agradarle de ningún modo. Sin embargo, ni el creyente ni el
pecador pueden valorar genuinamente la absoluta inutilidad, perversidad y
contaminación de la carne de la manera que lo ve Elohim, si no se lo muestra el
Ruaj haKodesh. Sólo cuando Elohim por su Ruaj ha revelado al hombre la
verdadera condición de la carne tal como Elohim la ve podrá el hombre
enfrentarse con su carne.
Las manifestaciones de la carne son bien conocidas. Si un
hombre es riguroso consigo mismo y se niega a seguir, como acostumbraba, "los deseos del cuerpo y de la
mente" (Efesiyim 2:3), se dará cuenta con facilidad de lo sucias que
son estas manifestaciones. La carta de Shaúl a los GalutYah da una lista de
estos pecados de la carne para que nadie se pueda confundir:
"Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son:
fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos,
celos, ira, contiendas, disensiones, partidismos, envidia, borracheras, orgías
y cosas semejantes a éstas, de las cuales les advierto, como ya lo hice antes,
que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Elohim"
GalutYah 5:19-21
En esta enumeración el apóstol afirma que "las obras de
la carne son evidentes". Todo aquel que esté dispuesto a comprenderlo las
reconocerá sin dudar. Para descubrir si alguien es de la carne, sólo tiene que
preguntarse si está haciendo alguna de estas obras de la carne. Claro está que
no hay que hacer todas las de la lista para ser carnal. Simplemente con que
haga alguna de ellas basta para afirmar sin lugar a dudas que es carnal, porque
¿cómo podría hacer alguna de ellas si la carne ya hubiese renunciado a su
dominio? La presencia de una obra de la carne demuestra la existencia de la
carne.
Se pueden dividir estas obras de la carne en cinco grupos:
1) pecados que manchan el cuerpo, tales como la inmoralidad,
la impureza, el libertinaje;
2) comunicaciones sobrenaturales pecaminosas con las fuerzas
satánicas, tales como la idolatría, la brujería;
3) temperamento pecaminoso y sus peculiaridades, tales como
enemistad, contiendas, celos, ira;
4) sectas y bandos religiosos, tales como el egoísmo, las
disensiones, partidismos, la envidia; y
5) lascivia, tales como la embriaguez y las orgías.
Cada una de éstas es fácilmente observable. Los que las
hacen son de la carne. Como después hablaremos también del creyente anímico o
almático, ya vamos aprendiendo que lo que diferencia las obras de la carne de
las del alma es su ACCIÓN. O sea, las obras de la carne siempre envuelven al
cuerpo físico e implican algún tipo de satisfacción para el mismo. Ya las obras
anímicas o del alma implican una satisfacción para el alma, se trata de buscar
cosas que satisfagan sus sentidos, y con ello sus emociones, su mente o su
voluntad (las funciones almáticas). Ambas tienen algo en común: LAS DOS SON
REALIZADAS "EN LA CARNE" (como contraposición a lo que se realiza
"en el ruaj"). A primera vista pueden ser obras bastante parecidas
(de hecho, ambas son pecaminosas), y aunque cada una implica una parte diferente
del hombre, las dos deben ser rechazadas.
En estos cinco grupos distinguimos algunos pecados que son
"menos pecaminosos" y otros que ensucian más, pero a pesar de que
podamos considerarlos más repugnantes o más refinados, Elohim revela que todos
tienen la misma procedencia: la carne. Aquellos que cometen con frecuencia los
pecados más envilecedores saben que son de la carne; sin embargo, ¡QUÉ DIFÍCIL
ES PARA LOS QUE TRIUNFAN SOBRE ESTOS PECADOS EN LA FUERZA DE SU PROPIA
VOLUNTAD, RECONOCER QUE ELLOS CONTINÚAN SIENDO CARNALES! Acostumbran
considerarse superiores a los demás y como si no viviesen según la carne. No
comprenden que por muy civilizada que pueda resultar la apariencia, la carne
sigue siendo carne.
"Contiendas, disensiones, partidismos, envidia",
tienen una apariencia más limpia que "inmoralidad, impureza, libertinaje,
orgías". Aun así, todos son frutos del mismo árbol.
Debemos orar sobre estos tres pasukim hasta que se nos abran
los ojos Y NOS VEAMOS A NOSOTROS MISMOS, porque EL PRIMER PASO EN LA OBRA DEL
RUAJ HAKODESH ES CONVENCERNOS Y DECLARARNOS CULPABLES DE NUESTROS PECADOS. Así
como sin la iluminación del Ruaj haKodesh un pecador nunca verá la maldad de su
pecado y no huirá de la ira futura hacia la obediencia de Mashiaj, también un
creyente necesita ver su pecado "por segunda vez", para comprender la
profunda naturaleza de su carne Y EVITAR TRATAR DE "REPARARLA". Un
creyente debería reprocharse a sí mismo su pecado. ¿Cómo podrá jamás ser
espiritual si no se da cuenta de todo lo perversa y despreciable que es su
carne y no se detesta a sí mismo? ¡Oh, sea como sea que pequemos, seguimos
perteneciendo a la carne! Ahora es el momento de postrarnos humildemente ante
Elohim, dispuestos a que el Ruaj haKodesh nos redarguya de nuevo de nuestros
pecados.
MUCHOS CREYENTES, IGNORANTES DE LA SALVACIÓN DE ELOHIM,
INTENTAN CONQUISTAR A LA CARNE PELEANDO CON ELLA. CREEN QUE LA VICTORIA DEPENDE
DE LA FUERZA QUE POSEEN. POR CONSIGUIENTE, CREEN SERIAMENTE CON QUE ELOHIM LES
CONCEDERÁ UN GRAN PODER ESPIRITUAL PARA QUE PUEDAN DOMINAR A SU CARNE.
Normalmente esta batalla se extiende un largo período de tiempo, con más
derrotas que victorias, hasta que finalmente se ve que una victoria total sobre
la carne es irrealizable. Eso, CUANDO PRESTAN ATENCIÓN. Ya que tantos parecen
abejas tratando de salir al exterior por una ventana cerrada.
Durante este tiempo el creyente sigue por una parte
guerreando y por la otra intentando mejorar o disciplinar su carne. Ora,
escudriña las Escrituras, establece muchas reglas ("no hagas, no pruebes, no toques", Qolasiyim 2:21-23),
en la vana esperanza de dominar y domar a la carne. Inconscientemente cae en la
trampa de tratar el mal de la carne como un resultado de la falta de reglas,
educación y civilidad. Cree que si pudiese darle a su carne alguna preparación
espiritual se libraría de su problema. No ve que semejante tratamiento es
inútil.
A CAUSA DE LA CONFUSIÓN EN QUE SE HALLA EL CREYENTE,
DESEANDO, EN APARIENCIA, LA DESTRUCCIÓN DE LA CARNE, PERO AL MISMO TIEMPO
PROCURANDO MEJORARLA, EL RUAJ HAKODESH DEBE PERMITIRLE QUE LUCHE, QUE SEA
DERROTADO Y QUE SUFRA BAJO SUS PROPIAS ACUSACIONES.
SÓLO DESPUÉS DE HABER PASADO POR ESTA EXPERIENCIA
REPETIDAMENTE COMPRENDERÁ EL CREYENTE QUE LA CARNE ES IRREDIMIBLE Y QUE SU
MÉTODO ES VANO. ENTONCES BUSCARÁ OTRA CLASE DE SOLUCIÓN.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario