Historia De Las Prisiones Modernas
A pocas personas les ocurre que podría haber una alternativa a la práctica moderna de repartir sentencias de prisión por delitos contra la propiedad. Y sin embargo, por extraño que parezca, esta práctica tiene sólo unos 200 años. Nuestro moderno sistema penal es el método más costoso y quizás el menos efectivo para manejar el crimen en la historia del mundo (y es así para poder agregar una cosa más a la larga lista de fallas del sistema, para el momento en que está preparado su colapso).
También está lejos de ser humano según los estándares bíblicos, aunque admitimos que ciertamente fue más humano que la forma en que se manejó en Europa antes de este tiempo. Poner a un hombre en prisión por robar una barra de pan en Estados Unidos era mucho mejor que ahorcarlo en Europa. Aun así, las Escrituras tienen una solución mucho mejor.
Las prisiones existen desde hace miles de años, pero en lugar de usarlas para almacenar delincuentes como lo hacemos hoy, se usaron casi exclusivamente para detener a presos políticos.
En 1776, Massachusetts tenía una ley para que los ladrones fueran azotados o multados por sus primeros delitos. En las segundas ofensas, los ladrones tenían que pagar tres veces el valor de la propiedad robada a sus víctimas como restitución y obligados a sentarse en la horca durante una hora con la cuerda alrededor del cuello. En su tercer delito eran ahorcados.
William Penn, el fundador del estado de Pennsylvania, es el padre del sistema penal moderno. Sin embargo, un siglo más tarde, después de la Guerra de la Revolución, se produjo una reacción contra las penas excesivas y crueles en nombre de la "justicia". Desafortunadamente, los reformadores más influyentes fueron más instruidos en la filosofía de la Ilustración Humanista que en la Ley Bíblica. Por lo tanto, comenzaron a defender las penas de prisión como castigo para la mayoría de los delitos, EN LUGAR DE RESTITUIR A LAS VÍCTIMAS, como lo exige las Escrituras.
En 1796, Filadelfia estableció la primera "penitenciaría" en la historia, con el propósito de darles a los delincuentes la oportunidad de ser penitentes. El criminal fue puesto en régimen de aislamiento sin nada que hacer excepto leer las Escrituras y orar. Después de que se le había dado tiempo suficiente para la búsqueda del alma, recibiría pequeños proyectos de trabajo, bajo la teoría de que el prisionero, ahora aburrido hasta la muerte, apreciaría cualquier cosa que hacer. Por lo tanto, estaba en condiciones de aprender laboriosidad antes de ser devuelto a la sociedad.
Y así, el gran debate se desató sobre el método adecuado para producir una sociedad sin crímenes. En ese momento, eran pocos los que cuestionaban el valor de las cárceles en sí. Pero después de un siglo, los sueños utópicos de una sociedad sin crímenes se habían olvidado hacía mucho tiempo. Pocos prisioneros se habían vuelto penitentes o rehabilitados cuando fueron liberados, y el problema parecía haberse agravado.
Pero a pesar del fracaso del gran experimento de la prisión estadounidense, el sistema continúa en la mayor parte del mundo por falta de una mejor idea (o por ignorar la mejor idea expuesta en las Escrituras). Mientras la mayoría de las personas logren mantenerse fuera de la cárcel, se preocupan poco por los que son enviados allí. En nuestra justicia propia, hacemos muecas y apuntamos nuestros dedos a los "criminales", sintiendo poca simpatía por ellos. Los creyentes conservadores generalmente abogan por encerrarlos y arrojar las llaves de los cocodrilos.
Mientras tanto, Elohim nos juzga con un índice de criminalidad cada vez mayor que cuesta más y más dinero para construir más y más prisiones. Los impuestos sólo pueden subir, lo que a su vez genera una revuelta fiscal entre las personas que deben pagar por un sistema que no funciona. El sistema está destinado a fallar eventualmente, y los creyentes deberían tener un buen sistema para reemplazarlo.
La
Injusticia Del Sistema Penitenciario
Supongamos que un ladrón roba mercancías por valor de $100 en una tienda, pero es atrapado algún tiempo después. A estas alturas, ya ha gastado el dinero. El propietario de la tienda sabe que nunca será recompensado por sus pérdidas, pero la única manera de desalentar a tales ladrones es presentar cargos y encarcelarlo. Así que la tienda debe pagarle a un abogado para que se encargue del caso, lo que puede costarle mucho más de lo que valían los bienes robados en primer lugar.
Luego, se asigna al ladrón un abogado designado por el tribunal, ya que no puede pagar uno por sí mismo. Por lo tanto, los contribuyentes (incluido el propietario de la tienda) son responsabilizados por el delito, ya que el estado es quien debe costear un defensor.
El ladrón finalmente es declarado culpable y condenado a un año de prisión, donde los contribuyentes inocentes (o "sociedad") deben alojarlo, alimentarlo, vestirlo y protegerlo a un costo de aproximadamente $60.000 por año. Durante este tiempo que pasó en la prisión, se le da un número, se lo deshumaniza y se lo trata como a la escoria de la tierra para garantizar "la ley y el orden". En lugar de orar de manera penitente, el ladrón se siente amargado y se le enseña a odiar a los responsables de haberlo colocado en ese lugar, sin considerarse a sí mismo y sus acciones como parte desencadenante de lo que le sucede. Pero no todo está perdido, ya que también se le ha dado una oportunidad sin precedentes para aprender a no ser atrapado la próxima vez. Las prisiones son bien conocidas como las universidades del crimen.
Mientras tanto, la familia del ladrón ha perdido sus medios de apoyo y debe ir en busca de asistencia social y cupones de alimentos, ¿proporcionados por quiénes? Pues por los mismos contribuyentes inocentes, incluyendo una vez más al dueño de la tienda robada, quienes han sido responsabilizados una vez más por el delito de otra persona.
Supongamos, sin embargo, que el ladrón logra superar la amargura de la vida de prisión y llega a conocer a Yahshua ha Mashiaj. Supongamos que se vuelve realmente "reformado" y desea sinceramente seguir a Mashiaj y las leyes de Elohim. Cuando sale de la prisión, debe encontrar trabajo en una ocupación legal. Ahora encuentra que nadie quiere contratarlo debido a sus "antecedentes penales" pasados. Ahora debe pasar por el resto de su vida incapacitado. La sentencia de prisión continúa por el resto de su vida y la sociedad lo sigue castigando mucho después de que supuestamente "pagó su deuda con la sociedad".
No es de extrañar, entonces, que las probabilidades de que un interno sea rehabilitado y convertido en un ciudadano productivo sean tan escasas. Según el juez Albert Kramer de Quincy, Massachusetts, "La tasa de fracaso de las cárceles es de aproximadamente el 90%". No estaba hablando de un fracaso para alojarlos sin que se escapen. Estaba hablando del fracaso de las cárceles para rehabilitarlos. A menudo se dice, incluso en la televisión, que el sistema tiene fallas, pero es el único que tenemos. Pero es el único que tenemos porque nos negamos a cambiarlo. De hecho, debemos hacerlo lo más rápido posible, no sólo por el bien del público en general, sino también por el de los internos.
Los legisladores parecen no tener respuestas. Unos abogan por sentencias más duras y quieren hacer las cárceles lo más cerca posible del infierno, como un elemento disuasivo del crimen. Otros, sabiendo que los criminales no son rehabilitados por sentencias más severas, sólo pueden recomendar gastar más dinero en programas carcelarios y oportunidades educativas. Esto es bastante impopular para los contribuyentes que deben financiar todo.
El problema parece insuperable. No importa cómo construyamos las celdas de la prisión, no hemos resuelto el problema más crucial: LA JUSTICIA. En lugar de una sola víctima del crimen, ahora tenemos tres: la víctima original, el contribuyente y el criminal. ¿Hay alguna respuesta a esta horrible situación?
Puede ser difícil de creer para muchos, pero las Escrituras tienen la respuesta. La justicia de Elohim restaura todas las pérdidas a la víctima del crimen sin hacer responsables a los contribuyentes, y el ladrón se restaura a una posición productiva de ciudadanía plena con justicia y perdón para todos.
La
Solución De Las Escrituras
En pocas palabras, es un principio de la Ley Bíblica que la justicia no se ha hecho hasta que se haya hecho una restitución total a todas las víctimas de la injusticia. O sea, se debe restaurar el orden legal original, en lugar de crear nuevas injusticias para tratar de equilibrar o reparar las antiguas. Cuando la naturaleza del delito es tal que la restitución es imposible, o cuando el ladrón se niega a hacer una restitución para restaurar el orden legal, la pena es la muerte. Y, finalmente, el ladrón debe asumir la plena responsabilidad por sus acciones Y ES EL ÚNICO RESPONSABLE DE SU CRIMEN.
La guía básica para el manejo de delitos contra la propiedad se define en Shemot 22:1-4. Las Escrituras ordenan que se pague una doble restitución a la víctima, siempre que el ladrón pueda restaurar el objeto original que robó. Si ya dañó el artículo o lo vendió, y no es posible recuperar el artículo robado, entonces el ladrón debe pagar cuatro o cinco veces el valor del artículo robado. Normalmente, esto sería cuatro veces el valor del artículo robado, como una oveja o un automóvil. Sin embargo, si ha robado las herramientas del oficio de un hombre, como un buey en tiempos antiguos, el ladrón debe pagar cinco veces el valor de esas herramientas.
Por lo tanto, las Escrituras no condenaron a los ladrones a prisión, sino que ordenaban que reembolsaran a sus víctimas una cantidad precisa calculada sobre el valor de la mercancía que fue robada. El juez no tenía derecho a aumentar o disminuir esa cantidad. Disminuir esa cantidad defraudaría a la víctima; aumentar esa cantidad defraudaría al ladrón. Sólo la víctima tenía el derecho de perdonar la deuda en su totalidad o en parte, incluso cuando el ladrón arrepentido tendría el derecho de dar a la víctima más de lo que la ley exigía.
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