14 de septiembre de 2020

AHD-120 - El Décimo Mandamiento - ''No Codiciarás'' 09



02 - La Envidia 03


Por Qué Y Cuándo Hacemos Comparaciones

 

¿Quién de nosotros no conoce a alguien que es más atractivo, más simpático, más inteligente o tiene mejores calificaciones en los estudios? O tal vez sea una persona que goce de mejor salud, un trabajo más gratificante, logre más cosas o tenga más amigos. Quizá posea más bienes, más dinero, un auto más nuevo o parezca ser más feliz. ¿Nos comparamos con alguien así? ¿Es inevitable hacerlo? ¿Por qué debe el creyente evitar las comparaciones? ¿Y cómo podemos sentirnos satisfechos sin compararnos con los demás?

 

¿Por qué nos comparamos con los demás? Una explicación sostiene que es para conservar o aumentar la autoestima: al ser humano le gusta comprobar que tiene tanto éxito como sus semejantes. También se ha afirmado que las comparaciones sirven para despejar dudas sobre nosotros mismos, porque nos permiten tener una idea de lo que somos capaces de conseguir y cuáles son nuestros límites. Cuando observamos los logros alcanzados por personas que en muchos aspectos son como nosotros, llegamos a la conclusión de que podemos cumplir con metas parecidas.

 

¿En qué campos suelen hacerse comparaciones? Por lo general respecto a cualquier posesión o atributo que se considere de valor en la comunidad, como la inteligencia, la belleza, la riqueza o la forma de vestir. Y tendemos a compararnos en los aspectos que nos interesan. Probablemente no envidiaremos el tamaño de la colección de sellos de un conocido, por ejemplo, a no ser que nos interese la filatelia.

 

Las comparaciones provocan toda una gama de reacciones, desde la alegría hasta la depresión, desde la admiración y el afán de imitar, hasta el malestar y el antagonismo. Algunas de estas emociones son perjudiciales y además incompatibles con las cualidades creyentes.

 

 

Comparaciones Competitivas

 

Muchos de los que tratan de sobresalir al compararse con los demás manifiestan un ruaj de competencia. Quieren ser los mejores y no están satisfechos hasta que lo logran. No es agradable estar con tales personas, porque la amistad con ellas resulta forzada, y la relación, tensa. No sólo les falta humildad, sino que además tampoco ponen en práctica el consejo bíblico de amar al prójimo, ya que su actitud fácilmente puede hacer que los demás se sientan inferiores y humillados.

 

Ese proceder suele herir sentimientos. Según cierta escritora: "Nuestros fracasos son más dolorosos cuando parece que las personas que están en nuestra misma situación han obtenido los bienes a los que nosotros aspiramos". De un ruaj competitivo surgen la envidia, el resentimiento y el malestar para con los demás a causa de sus posesiones, prosperidad, posición social, reputación, ventajas, etc. Esto a su vez origina más rivalidad y forma un círculo vicioso. Las Escrituras condenan que estemos "promoviendo competencias" (GalutYah 5:26).

 

A fin de proteger su autoestima herida, el envidioso menosprecia los logros de sus rivales. Este tipo de reacciones tal vez no parezcan tener tanta importancia, pero si no se reconocen y controlan, pueden terminar en ofensas intencionadas. Analicemos dos relatos bíblicos que muestran las consecuencias de la envidia.

 

Mientras Yitzjak residió entre los filisteos, fue bendecido con "rebaños de ovejas y manadas de ganado vacuno y una gran servidumbre, de modo que los filisteos empezaron a envidiarle". ¿Cómo reaccionaron? Cegaron los pozos que había cavado Avraham, el padre de Yitzjak, y además, el rey le pidió que se fuera (Bereshit 26:1-3-12-16). La envidia de aquella gente fue maliciosa y destructiva. No pudieron soportar que Yitzjak gozara de prosperidad en medio de ellos.

 

Siglos después, David se distinguió en el campo de batalla. Las mujeres de Yisrael alabaron sus hazañas cantando: "Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles". Aunque Saúl estaba recibiendo alabanza, consideró humillante aquella comparación, y empezó a corroerle la envidia. A partir de ese momento, comenzó a ver a David con malos ojos, y poco tiempo después llevó a cabo el primero de varios intentos de asesinarlo. ¡Cuánta maldad puede desencadenar la envidia! (Shemuel Alef 18:6-11).

 

Así pues, si al compararnos con otras personas —con sus proezas o sus logros—, notamos que afloran en nosotros sentimientos como la envidia o la competencia, tengamos cuidado. Estas son emociones negativas, incompatibles con el modo de pensar de Elohim. Pero antes de examinar cómo rechazar esas actitudes, analicemos otro factor que genera comparaciones.

 

 

La Evaluación Personal Y La Satisfacción

 

"¿Soy inteligente, atractivo, competente, respetable, amable, etc.? ¿Hasta qué punto?". Rara vez nos colocamos ante el espejo y nos hacemos estas preguntas. La persona que no está segura de lo que es capaz de lograr tal vez reflexione sobre estos temas sin ánimo competitivo ni asomo de envidia. Tan sólo lo hace para evaluarse, y eso no es necesariamente malo. Ahora bien, compararse con los demás no es la forma correcta de hacerlo.

 

Nuestras aptitudes varían mucho, dependiendo de un sinnúmero de factores. Por lo tanto, en vez de observar con envidia a aquellos a quienes parece irles mejor —que siempre los habrá—, deberíamos medir lo que somos según las normas justas de Elohim, las cuales constituyen una guía confiable de lo que es bueno y recto. Yahweh está interesado en lo que somos a nivel individual; no necesita compararnos con nadie. El apóstol Shaúl nos aconseja:

 

Así que, examine cada uno su obra, y entonces tendrá motivo de orgullo sólo en sí mismo y no en otro... GalutYah 6:4

 

 

Como todos somos imperfectos, es posible que tengamos que librar una batalla intensa y sin cuartel contra la envidia. Una cosa es saber lo que nos dicen las Escrituras: "En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera", y otra muy distinta ponerlo en práctica. Shaúl reconocía su tendencia hacia el pecado. Para luchar contra ella, tenía que "golpear su cuerpo y esclavizarlo" (Romaniyim 12:10; Qorintiyim Alef 9:27). En nuestro caso, tal vez implique rechazar los pensamientos competitivos y sustituirlos por otros más positivos. Tenemos que pedirle a Yahweh que nos ayude a:

 

...que nadie se estime en más de lo que conviene, sino que se estime con sensatez, conforme a la medida de fe que Elohim repartió a cada uno. Romaniyim 12:3

 

También sirven de ayuda el estudio de las Escrituras y la meditación en la Palabra.

 











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Publicado por: Anunciadora de Sión


SOY CREYENTE EN YAHSHUA, MIEMBRO DE LA NOVIA, ÓRGANO DEL CUERPO, CO-EDIFICADORA DEL REINO

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Lo que proviene del Ruaj pertenece al Cuerpo, porque el Ruaj no tiene Copyright.
Y si el hombre reivindica "derechos de autor", su mensaje proviene de la carne y no sirve.
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