Desde el primer día que una persona es salva, Elohim empieza Su obra de edificación en ella, al impartirle Su gracia. La gracia de Elohim puede ser suministrada de muchas maneras. Podemos llamar a estas maneras los medios para recibir gracia. Por ejemplo, orar es un medio para recibir gracia, porque podemos acudir a Elohim y recibir gracia allí. Escuchar mensajes es otro medio por el cual recibimos la gracia de Elohim. Estos se pueden describir como "medios por los cuales se recibe gracia", o simplemente "medios de gracia". La congregación ha usado esta expresión por siglos. Estos medios son canales que Elohim usa para brindarnos Su gracia.
Desde el comienzo de nuestra vida creyente hasta hoy, hemos recibido mucha gracia por muchos medios: las reuniones, los mensajes de la Palabra, la oración, entre otros hermanos. Pero quisiera hacer énfasis en el medio más eficaz por el cual recibimos la gracia y el cual no debemos desatender; me refiero a la disciplina del Ruaj haKodesh. Este es el principal medio de gracia para todo creyente. Ningún otro se le puede comparar: ni la oración, ni el estudio de la Palabra, ni las reuniones, ni escuchar mensajes, ni esperar, ni meditar en el Adón, ni alabarle. Ninguno de éstos es tan importante como la disciplina del Ruaj haKodesh, la cual es el medio por excelencia que nos trae gracia.
Si revisamos nuestra
experiencia con respecto a los diferentes canales por los cuales recibimos la
gracia, nos daremos una idea de cuánto hemos avanzado con Elohim. Si nuestro
progreso espiritual sólo se basa en la oración, los sermones y la lectura de
las Escrituras, nos hemos desviado del principal medio por el cual recibimos
gracia. Todo lo que experimentamos diariamente con nuestra familia, en la escuela,
en el trabajo o en la rutina diaria, ha sido preparado por el Ruaj haKodesh
para nuestro beneficio. Si no lo aprovechamos y permanecemos ignorantes y
cerrados a este canal de la gracia, sufriremos una enorme pérdida. La
disciplina del Ruaj haKodesh es crucial, ya que es el principal medio por el
que recibimos gracia durante toda la vida creyente. La disciplina del Ruaj
haKodesh no puede ser reemplazada por el estudio de la Palabra, la oración, las
reuniones, ni por ningún otro medio de gracia. Por supuesto, debemos orar,
estudiar las Escrituras, escuchar mensajes y utilizar estos medios, porque
todos son valiosos e indispensables, pero ninguno de ellos puede reemplazar a
la disciplina del Ruaj haKodesh. Si no aprendemos las lecciones básicas, no podemos
ser creyentes apropiados ni podremos servir a Elohim. Escuchar mensajes puede
nutrir nuestro ser interior; orar puede avivarnos interiormente; leer la
Palabra de Elohim puede reconfortarnos; y ayudar a otros puede liberar nuestro
ruaj. No obstante, si nuestro hombre exterior no ha sido quebrantado, otros
verán contradicciones en nosotros, y notarán que nuestro corazón no es muy
puro. Por un lado, detectarán nuestro celo, pero por otro, percibirán un
conflicto de intereses. Por una parte, verán que amamos al Adón, pero también
verán que aún nos amamos a nosotros mismos. Podrán decir: "Este es un
hermano querido" y añadirán: "Pero algo necio". Esto sucederá si
nuestro hombre exterior no ha sido quebrantado. Así, aunque la oración, los mensajes
y la lectura de las Escrituras nos edifican, la más grande edificación proviene
de la disciplina del Ruaj haKodesh.
Debemos cooperar con
Elohim consagrándonos totalmente, pero no debemos suponer que la consagración
puede reemplazar la disciplina del Ruaj haKodesh. La función de la consagración
es proporcionar al Ruaj de Elohim la oportunidad de trabajar en nosotros sin
impedimento. Debemos orar así: "Adón, me entrego en Tus manos y te cedo mi
vida para que obres sin obstáculos en mí y me des lo que Tú veas necesario".
Si nos sujetamos a lo que el Ruaj haKodesh ha dispuesto, indudablemente
cosecharemos el beneficio. El simple hecho de someternos nos traerá mucho
provecho espiritual. Pero si en lugar de tomar esta actitud, argumentamos con
Elohim y hacemos nuestra propia voluntad, erraremos el camino. Lo más crucial
es que nos consagremos al Adón incondicionalmente y sin reservas. Una vez que
entendamos que todas las situaciones que nos rodean fueron ordenadas por
Elohim, y que aun las que nos parecen más desagradables nos benefician, seremos
dóciles a Su disciplina y veremos obrar al Ruaj haKodesh en nosotros de muchas
maneras.
Cada persona tiene
debilidades diferentes o está atada por un asunto en particular. Elohim irá
eliminando específicamente cada una de esas ataduras. Inclusive, asuntos tan
triviales como la comida o el vestido no escaparán de la corrección minuciosa
de Elohim. Su trabajo es tan detallado que no pasará por alto ni el más mínimo
detalle. Tal vez seamos atraídos por algo de lo cual no estamos conscientes,
pero Elohim lo sabe y se encargará de manifestarlo. Solamente cuando Él quite
todo esto de nosotros, nos sentiremos completamente libres. Por medio de la
obra detallada del Ruaj haKodesh llegaremos a valorar lo detallada que es Su
obra. Aun lo que se nos escapa y ya hemos olvidado, el Adón lo traerá a
cuentas; nada se le escapará. Su trabajo es perfecto, y no se detendrá ni
quedará satisfecho hasta que satisfaga Sus propios requisitos. Muchas veces
Elohim nos disciplina por medio de otras personas. Nos rodea de personas que
nos resultan insoportables, o a las cuales envidiamos o menospreciamos. En
numerosas ocasiones también utiliza personas que estimamos, para darnos las
lecciones que nos hacen falta. Antes de pasar por estas experiencias no podemos
ver lo sucios e impuros que somos. Pensamos que nos hemos consagrado por
completo al Adón, pero después de pasar por la disciplina del Ruaj haKodesh,
nos damos cuenta hasta qué grado las cosas externas nos atan y cuánta impureza
todavía tenemos.
Otro aspecto de
nuestra vida que el Adón toca es nuestro intelecto. Por lo general, nuestros
pensamientos son confusos, naturales, independientes e incontrolados. Nos
creemos muy astutos, pensamos que todo lo sabemos y que tenemos una mente
superior a la de los demás. Entonces el Adón permite que cometamos error tras
error y que tropecemos una y otra vez, con el fin de mostrarnos que nuestros
pensamientos no son confiables. Una vez que recibamos Su gracia a este
respecto, temeremos a nuestros pensamientos como tememos al fuego. De la misma
manera que retiramos la mano del fuego, huiremos de ellos y nos diremos:
"No debo pensar así; temo a mis pensamientos". Otras veces Elohim se
ocupa de nuestras emociones y hace que pasemos por ciertas situaciones. Algunos
hermanos tienen afectos muy activos. Cuando están contentos dan rienda suelta a
su gozo, y cuando están deprimidos no encuentran consuelo. Todo su ser gira en
torno a sus emociones. Cuando están tristes, nadie puede alegrarlos, pero
cuando están alegres, nada les hace recobrar la sobriedad. Sus afectos los
controlan a tal grado que su alegría se vuelve alboroto y su tristeza los
arrastra a la pasividad. Sus emociones son su vida, y son tan manipulados por
ellas que las justifican. Es por eso que Elohim tiene que intervenir y
regularlos por medio de las circunstancias. Les prepara situaciones tales que
no se atreven ni a alegrarse ni a deprimirse en exceso. En consecuencia,
aprenden a no vivir por sus emociones, sino por la gracia y la misericordia de
Elohim.
Aunque la debilidad
más común de muchos tiene que ver con sus pensamientos y sus emociones, el
problema principal de la gran mayoría radica en su voluntad. Las emociones y
los pensamientos muchas veces son un problema debido a que la voluntad no ha
sido tocada por Elohim. En realidad, la raíz del problema reside en la
voluntad. Algunos se atreven a decir con mucha facilidad: "Adón, no se
haga mi voluntad, sino la tuya". Pero cuando atraviesan experiencias
difíciles, ¿cuántas veces le permiten realmente al Adón encargarse de la
situación? Cuanto menos se conocen a sí mismos más fácil se les hace hablar
así, y cuanta menos luz divina tienen más capaces se creen de obedecer a Elohim
sin ningún problema. Los que se jactan sólo muestran que no han pagado el
precio del quebrantamiento. Los que declaran estar muy cerca del Adón, muchas
veces son los que se encuentran más alejados de Él y más carecen de luz. Sólo
después de recibir la disciplina del Adón reconocen cuán necios son y cuán
llenos de conceptos están, porque antes siempre se habían creído muy acertados
en sus opiniones, sentimientos, métodos, puntos de vista y en sus mismas
personas. Veamos cómo el apóstol Shaúl obtuvo la gracia de Elohim al respecto.
Filipiyim 3:3 es el pasuk que más claramente presenta esto: "No teniendo confianza en la
carne". Shaúl aprendió que la carne no era nada confiable.
Tampoco debemos
confiar en nuestros propios juicios. Tarde o temprano Elohim nos guía a
reconocer que nuestros juicios tampoco son dignos de fiar. Elohim permitirá que
cometamos error tras error hasta que, humillados, confesemos: "Mi vida
pasada está llena de errores; en mi vida actual también y en el futuro
seguramente me seguiré equivocando. Adón, necesito Tu gracia". Con
frecuencia el Adón permite que nuestros juicios nos acarreen graves
consecuencias. Casi siempre que emitimos un juicio sobre algún asunto, resulta
equivocado. Aun así, damos nuestra opinión una vez más. En otros casos, el
error es tan terrible que no podemos recuperar lo perdido. Finalmente quedamos
tan golpeados por nuestros fracasos que cuando se nos pide juzgar otro caso,
decimos: "Temo a mis propios juicios como al fuego, porque mis juicios,
mis opiniones y mi conducta están llenos de errores. Adón, tengo la tendencia
de cometer errores, porque soy un simple ser humano lleno de equivocaciones. A
menos que Tú tengas misericordia de mí, me lleves de la mano y me guardes, me
seguiré equivocando". Cuando oramos así, nuestro hombre exterior empieza a
desmoronarse y no nos atrevemos a confiar en nosotros mismos. Por lo general,
nuestros juicios son imprudentes, precipitados y necios. Pero después de que
Elohim nos quebranta vez tras vez, y después de que pasamos por toda clase de
fracasos, diremos humildemente: "Elohim, no me atrevo siquiera a pensar ni
a tomar decisiones por mi cuenta". Esto es lo que produce en nosotros la
disciplina del Ruaj haKodesh después de trabajar en nosotros valiéndose de las
circunstancias y las personas.
La disciplina del
Ruaj haKodesh es una lección que nunca va a disminuir en nosotros. Tal vez
pueda escasear el ministerio de la Palabra u otros medios de gracia, pero el
medio principal por el cual recibimos gracia nunca faltará. La provisión de la
palabra puede variar de acuerdo con las limitaciones o con circunstancias
diversas, pero no la disciplina del Ruaj haKodesh, porque las circunstancias en
lugar de limitarla, la realzan más. También es posible que en ocasiones digamos
que no tenemos oportunidad de escuchar mensajes, pero nunca podremos decir que
no tenemos oportunidad de obedecer la disciplina del Ruaj haKodesh. Nos puede
faltar enseñanza de la palabra, pero no enseñanza del Ruaj haKodesh, porque
éste prepara cada día oportunidades para que recibamos Sus lecciones.
Debemos entender
claramente que, si rendimos nuestra vida a Elohim, Él nos dará gracia por un
medio más efectivo que la ministración de la palabra, a saber: la disciplina
del Ruaj haKodesh. No debemos pensar que la suministración de la Palabra es el
único medio para recibir gracia, porque no olvidemos que el canal principal
para que fluya la gracia es la disciplina del Ruaj haKodesh. Esta es el medio
de gracia por excelencia y no sólo está disponible para los más cultos,
perspicaces o sobresalientes, porque no hace acepción de personas ni favorece a
nadie en particular. Todo hijo de Elohim que se ha entregado incondicionalmente
al Adón, es objeto de la disciplina del Ruaj haKodesh. Por medio de tal
disciplina, aprendemos muchas lecciones prácticas. No debemos pensar que es
suficiente tener el ministerio de la palabra, la gracia de la oración, la
comunión con otros creyentes y los demás medios de gracia, porque ninguno de
ellos puede reemplazar la disciplina del Ruaj haKodesh. Esto se debe a que
necesitamos no sólo que algo sea edificado, sino también que algo sea derribado,
a saber: todo lo que hay en nosotros que no pertenece a la esfera de la vida.
La Aplicación Práctica Del
Madero
El madero no es una
simple doctrina, porque tiene que ser aplicada en la práctica; debe ser una
realidad para nosotros. De hecho, es el madero lo que destruye todo lo que
pertenece a nuestro yo. Después de recibir golpe tras golpe, cuantas veces sea
necesario, somos libres de la arrogancia y nos volvemos sencillos. Esto no se
logra sólo recordando que debemos ser humildes y rechazando nuestra arrogancia,
porque tal negación no durará más de cinco minutos. La manera de deshacer
definitivamente el orgullo es la disciplina de Elohim. Por más orgullo que
tengamos al principio, después de recibir los golpes de Elohim una y otra vez,
la arrogancia empieza a disminuir y se torna en humildad. Nuestro hombre
exterior no puede ser derrotado por ninguna doctrina, enseñanza o buen
propósito; sino solamente por la corrección de Elohim y la disciplina del Ruaj
haKodesh. Después de recibir una buena dosis de disciplina, el hombre
espontáneamente deja su orgullo porque su hombre exterior ha sido quebrantado
finalmente. Eliminar el orgullo y derrotarlo no depende de nuestra memoria ni
de nuestra decisión, ni de que escuchemos un mensaje sobre la negación ni de que
nos esforcemos por seguir una enseñanza. Únicamente por el madero el hombre
exterior llegará a aborrecer su condición. Nuestra vida depende de la gracia de
Elohim, no de traer a la memoria constantemente que debemos actuar de cierta
manera. La obra que Elohim realiza en nosotros es confiable y permanente.
Cuando Él la termine, no sólo recibiremos gracia y fortaleza en nuestro hombre
interior; sino que el hombre exterior, el cual era un obstáculo que entorpecía
Su Palabra, Su propósito y Su presencia, será totalmente quebrantado. Antes de
este quebrantamiento, el hombre exterior no estaba en armonía con el hombre
interior, pero al ser quebrantado, se postrará con temor y temblor; se rendirá
ante el Adón y no volverá a presentar rivalidad con el hombre interior.
Todos los creyentes
necesitamos que el Adón nos quebrante. Si damos una mirada retrospectiva a
nuestra vida, nos daremos cuenta de que todo lo que el Adón ha realizado en
nosotros es muy significativo. Veremos que Él ha ido eliminando minuciosamente
cada una de nuestras debilidades, quebrantando sin cesar la corteza que nos
rodea y derribando nuestra suficiencia, nuestra necedad y nuestro egoísmo.
Espero que todos los
hijos de Elohim puedan ver el significado y la importancia de la disciplina del
Ruaj haKodesh. Elohim quiere que reconozcamos que por mucho tiempo nuestra
condición ha sido de pobreza, rebeldía, equivocación, tinieblas,
autosuficiencia, orgullo y arrogancia. Pero ahora que sabemos que la mano del
Adón está sobre nosotros para quebrantarnos, debemos entregarle nuestra vida
incondicionalmente y sin reservas, y orar para que la obra de quebrantamiento
siga adelante en nosotros. Hermanos y hermanas, el hombre exterior debe ser
quebrantado. No traten de evitar su demolición ni traten de edificar su hombre
interior, porque mientras presten la atención debida a la obra del
quebrantamiento, espontáneamente la obra de edificación se realizará.
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