Ya hablamos detalladamente de la disciplina del Ruaj haKodesh. Veamos ahora la revelación del Ruaj haKodesh. Es posible que la disciplina del Ruaj haKodesh nos llegue antes de la revelación, o puede ser que el orden se invierta. Podemos distinguir su secuencia, pero eso no importa mucho, ya que cuando el Ruaj opera, no en todos los casos lo hace en el mismo orden. Según nuestra experiencia, no encontramos un orden establecido para estos eventos.
Algunos perciben primero la disciplina, y otros, la revelación. La experiencia de cada creyente es diferente. En algunos la disciplina puede venir primero, luego la revelación y después más disciplina, pero esto no es una regla. La secuencia puede variar en cada caso. Pero lo que sí es seguro para todos los hijos de Elohim es que la disciplina del Ruaj haKodesh siempre será más abundante que la revelación. Decimos esto basándonos en la experiencia, no en la doctrina, porque hemos observado que en la mayoría de los creyentes, se da más disciplina que revelación. En resumen, Elohim logrará invariablemente que el hombre exterior sea quebrantado, anulado y completamente separado del hombre interior, porque sólo de este modo nuestro ruaj será liberado y depurado.
"Porque la palabra de Elohim es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el ruaj, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en Su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y expuestas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta". Ivrim 4:12-13
En el pasuk 12, el vocablo "palabra" fue tomado del término griego "Logos", y en el pasuk 13, la expresión "dar cuenta", corresponde al mismo término griego. Esta última lleva la connotación de juicio. Por lo tanto, la última parte del pasuk 13 podría traducirse "todas las cosas están desnudas y expuestas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar palabra". O sea, recibimos una Palabra (sobre todo los que aceptamos al Adón), y deberemos rendir cuentas de lo que hicimos con esa Palabra.
Lo primero que debemos ver es que las Escrituras dicen que la palabra de Elohim es viva. Si en verdad tocamos la palabra de Elohim, ésta nos transmitirá vida. Y si no recibimos vida, simplemente no hemos tocado la Palabra de Elohim. Algunos han leído toda las Escrituras, pero no han tocado la Palabra de Elohim. Sólo podemos afirmar que hemos tocado la Palabra de Elohim en la medida en que toquemos la Vida.
En Yahanan 3:16 dice: "Porque de tal manera amó Elohim al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, pero tenga vida eterna". Cuando alguien escucha esta palabra y se arrodilla diciendo: "Adón, te doy gracias y te alabo porque me amas y me has salvado", esa persona verdaderamente ha tocado la Palabra de Elohim, porque ésta le ha trasmitido vida. Puede ser que alguien que esté a su lado escuche lo mismo, pero para él no sea más que palabras y no entre en contacto con la palabra viva de Elohim. En su interior no se produce ninguna reacción de vida hacia la palabra viviente. Esto significa que todo aquel que oye la palabra y no recibe vida, realmente no la ha escuchado, porque la palabra de Elohim siempre imparte vida.
La palabra de Elohim no sólo es viva, sino también eficaz. Es viva en su naturaleza, y eficaz en realizar en el hombre la voluntad de Elohim. La palabra de Elohim nunca vuelve a Él vacía; siempre lleva fruto y produce resultados. La palabra de Elohim no viene a nosotros vacía, sino que es eficaz y produce vida en el hombre.
La palabra de Elohim es viva y eficaz. ¿Qué hace esta palabra en el hombre? Penetra y divide. La palabra de Elohim es más cortante que cualquier espada de dos filos y penetra, dividiendo el alma y el ruaj, las coyunturas y los tuétanos. Aquí tenemos un contraste. Por un lado, tenemos la espada de dos filos en oposición a las coyunturas y los tuétanos; por otro, la Palabra de Elohim está en oposición al alma y el ruaj. Las coyunturas y los tuétanos son partes profundas del hombre. Para dividir las coyunturas se separan dos huesos que se tocan, pero para dividir los tuétanos, el hueso se tiene que cortar muy adentro. Una espada de dos filos puede dividir un hueso por dentro y por fuera. Pero hay dos elementos que son más difíciles de dividir que las coyunturas y los tuétanos: el alma y el ruaj. Una espada aguda de dos filos puede dividir las coyunturas y los tuétanos, pero no el alma y el ruaj. Tal división no puede mostrarnos qué es el alma y qué es el ruaj, ni qué proviene de una o de otro. Pero las Escrituras dicen que hay algo más cortante que toda espada de dos filos, que sí divide el alma y el ruaj, a saber: la Palabra de Elohim. La Palabra de Elohim es viva y eficaz, y puede penetrar y dividir, pero mucho más que las coyunturas y el tuétano, penetra y divide el alma y el ruaj. Esta palabra es capaz de separar nuestra alma de nuestro ruaj.
Muchas veces admitimos que cierta acción surgió de nuestro hombre exterior, del alma o de la carne; estamos conscientes de que fue un hecho natural o carnal, o reconocemos que el autor de la acción fue nuestro yo. Pero decir esto con tanta tranquilidad revela que no vemos la seriedad de este asunto, porque lo decimos en tono de broma, pese a que es un asunto muy delicado. El día que Elohim por Su misericordia nos ilumine y nos muestre la seriedad de esto, nos sorprenderemos y nos estremeceremos con esa revelación, porque parecerá decirnos: "Mira lo horrible que son la carne y el yo. Este es el yo del que has hablado por años. Es algo abominable e insoportable a Mis ojos, y tú has bromeado por años al respecto con demasiada ligereza". Cuando no tenemos la revelación de lo que es la carne, bromeamos acerca de ella, pero cuando recibimos la luz, caemos humillados ante Elohim y reconocemos la realidad de la carne acerca de la cual bromeábamos. Entonces se efectúa la división o separación del alma y el ruaj. Esta no es producida por un entendimiento mental, sino por la iluminación que nos trae la Palabra de Elohim, que nos revela que la fuente de nuestros pensamientos y acciones es la carne, y que el origen de nuestros motivos impuros y egoístas es el yo.
Hemos visto claramente que el hombre exterior constituye un serio problema y, por lo tanto, debe ser quebrantado. No sería apropiado examinar este asunto ligeramente, como si se tratara de una conversación sin importancia. Pero si Elohim nos concede Su misericordia y Su luz para que veamos la realidad de esto, diremos: "Adón, ahora puedo ver lo que es el yo, y me doy cuenta de lo negativo que es mi hombre exterior". Cuando la luz de Elohim nos ilumine y recibamos la revelación, caeremos postrados ante el Adón y no levantaremos el rostro, porque nos daremos cuenta de la clase de persona que somos. Decimos amar al Adón sobre todas las cosas, pero al ser iluminados por Su intensa luz, descubrimos que eso no es cierto y que sólo nos amamos a nosotros mismos. Cuando la luz de Elohim llega a nosotros, separa las partes de nuestro ser. Ni nuestra mente ni las doctrinas pueden lograr esto; únicamente Su luz. En muchas ocasiones hacemos alarde de nuestro celo por el Adón, pero cuando la luz de Elohim brilla sobre nosotros, nos damos cuenta de que este celo no es más que una actividad de la carne. Creemos tener un gran amor por los pecadores, porque predicamos la Besorah con entusiasmo, pero la luz de Elohim muestra que nuestra predicación es sólo producto de nuestra propia inquietud, locuacidad y de nuestro propio miedo. Cuanto más intensa es la luz de Elohim, más expone los pensamientos y las intenciones del corazón. Nosotros asegurábamos que nuestros pensamientos e intenciones estaban centrados en el Adón, pero esta luz muestra que en realidad provenían de nosotros mismos. La luz nos pone en evidencia a tal grado que no podemos hacer otra cosa que caer postrados a los pies del Adón. Con cuánta frecuencia la luz muestra que lo que decíamos que era del Adón, surgía de nuestro esfuerzo natural, y sólo una pequeña parte era producto de Su obra. Suponíamos con orgullo que muchos de los mensajes que predicamos los recibimos directamente de Elohim, pero Su luz de nuevo nos muestra que sólo unas cuantas palabras venían de Él, o tal vez ninguna. Aunque llegamos a creer que nuestras obras son acciones realizadas en obediencia a Elohim, cuando la luz del cielo desciende sobre nosotros, vemos que todo lo que hemos realizado son meras actividades de nuestra carne. Este descubrimiento de la verdadera naturaleza de nuestras acciones y motivos, nos confronta con la realidad y nos ilumina para que podamos distinguir lo que es de nuestro yo y nuestra alma, y lo que en verdad es del Adón y del ruaj. Tan pronto brilla la luz, se establece una separación entre el alma y el ruaj, y se disciernen los pensamientos y las intenciones del corazón.
Tal vez anteriormente nos esforzábamos por discernir y clasificar según las doctrinas lo que era del Adón o de la carne o del Ruaj haKodesh o de la gracia o del hombre exterior o del hombre interior. Habíamos creado una lista enorme y posiblemente hasta la intentamos memorizar, pero aun así, permanecíamos en tinieblas. Seguíamos actuando de la misma manera, sin poder deshacernos del hombre exterior, ni librarnos de todo lo negativo y lo natural de nuestras vidas. Aunque podíamos detectar lo que era de la carne y condenarlo, eso no nos salvaba. La liberación no llega de esta forma, sino únicamente por la luz de Elohim. Tan pronto como la luz de Elohim brilla sobre nosotros, comprendemos que aun nuestra crítica y rechazo de lo carnal es un acto de nuestra carne. Cuando el Adón nos dé Su luz y discernamos los pensamientos e intenciones de nuestro corazón, veremos nuestra verdadera condición y nos inclinaremos ante Él, diciendo: "Adón, ahora veo que todo esto pertenece al hombre exterior". Hermanos, sólo esta luz separará nuestro hombre exterior de nuestro hombre interior. Tal separación no se produce al negarnos a nosotros mismos, ni al tomar una decisión firme. Estas actitudes no son confiables. Aun nuestra confesión, por más lágrimas que la acompañen y por más que pidamos que la sangre de Mashiaj nos lave, puede ser impura. La luz del Adón nos hace ver la realidad tal como Elohim la ve, y nos guía a no confiar en nuestros pensamientos.
Elohim afirma que Su palabra es viva y eficaz y que no hay nada que sea más cortante. Cuando esta palabra viene a nosotros, divide y separa el alma del ruaj, de la misma forma que una espada de dos filos divide las coyunturas y los tuétanos. Esta división se produce cuando se ponen de manifiesto los pensamientos y las intenciones del corazón. Muy pocos conocen realmente su propio corazón, porque únicamente aquellos que se encuentran bajo la luz divina pueden conocerlo. El requisito ineludible para conocer nuestro corazón es estar bajo el brillo de la luz de Elohim. Cuando la Palabra de Elohim viene a nosotros, comprendemos que hemos vivido para nosotros mismos y para nuestra propia satisfacción, gloria, realización, posición y edificación. Siempre que la luz de Elohim manifiesta nuestro yo, somos humillados de tal forma que caemos postrados ante el Adón.
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