Otro aspecto de la obra del Ruaj haKodesh es la iluminación. El Ruaj utiliza dos medios distintos para actuar en el hombre exterior: la disciplina y la iluminación. Algunas veces el Adón usa ambos medios simultáneamente, y otras, los usa en forma alterna. En ocasiones, el Ruaj haKodesh se vale de las circunstancias para disciplinarnos y golpear nuestro lado más fuerte; y en otras, nos infunde una provisión abundante de gracia, iluminándonos de una forma especial. Debemos entender claramente que nuestra carne sólo puede refugiarse en las tinieblas, pero cuando éstas se desvanecen, no tiene más donde ocultarse. Muchas de nuestras acciones carnales prevalecen porque nunca hemos descubierto que pertenecen a la carne, pero tan pronto brilla la luz, detectamos que son producto de la carne, y tememos seguir actuando de la misma manera.
La luz prevalece
cuando hay abundancia en la congregación, se predica la Palabra de Elohim, se
tiene un ministerio sólido y la profecía se practica frecuentemente. Una vez
que la luz de Elohim brilla, entendemos lo que es el orgullo. Tal vez
anteriormente nos referíamos al orgullo jactanciosamente sin entenderlo
cabalmente, pero cuando vemos el orgullo a la luz de Elohim, tenemos que
exclamar: "¡Ahora veo cuán maligno y
sucio es el orgullo!". El orgullo que vemos bajo la luz reveladora es
completamente diferente a la noción tan superficial que teníamos de él
anteriormente, el cual no nos parecía tan abominable e inmundo. Pero cuando nos
ubicamos bajo la luz divina, lo vemos tal cual es. La luz nos expone a tal
grado que entendemos que nuestra verdadera condición es muchísimo peor de lo
que habíamos imaginado y expresado.
En tales
circunstancias, nuestro orgullo, nuestro yo y nuestra carne se marchitarán y se
secarán para nunca más renacer. Lo maravilloso de esto es que todo lo que esta
luz pone de manifiesto, lo elimina. La iluminación y la depuración no ocurren
en momentos distantes. No recibimos primero la iluminación de nuestros
defectos, y después de años éstos llegan a su fin; ése no es el proceso, sino
que cuando vemos nuestros defectos bajo la luz de Elohim, éstos llegan
inmediatamente a su fin; son eliminados al instante. La luz los extermina, lo
cual es maravilloso en la experiencia de todo creyente. En el momento en que
somos iluminados por el Ruaj haKodesh, nuestras deficiencias son eliminadas.
Por lo tanto, la revelación comprende tanto la iluminación como la
exterminación. Por medio de la iluminación todo lo carnal se marchita. La
revelación es la manera en que Elohim opera; de hecho, la revelación consiste
en que Él opere. Cuando la luz de Elohim nos ilumina, logramos ver, y cuando
vemos, todo lo natural llega a su fin. Cuando la intensa luz de Elohim deja a
la vista todo lo natural, lo sucio y maligno de nuestro yo, todo eso llega a su
fin.
La mayor experiencia
que puede tener el creyente es la exterminación de todo lo natural por medio de
la iluminación divina. Cuando Shaúl fue confrontado por el resplandor de Elohim,
no se detuvo para dirigirse a la orilla del camino y ahí arrodillarse a orar,
sino que en el mismo instante en que fue iluminado, cayó en tierra. Antes de
este encuentro con la luz de Elohim, él hacía planes y estaba muy confiado.
Pero cuando fue iluminado, su primera reacción fue caer en tierra. Desde
entonces se sintió ignorante e incapaz, porque la luz lo había doblegado.
Debemos notar que estas dos experiencias se llevan a cabo al mismo tiempo, no
en ocasiones separadas. No suceden de la manera que nos imaginamos. Elohim no
brilla primero sobre nosotros haciéndonos entender, y posteriormente realiza en
nosotros la verdad que nos mostró. No nos hace ver primero nuestras
deficiencias para corregirlas más adelante. No, Elohim no actúa así. Él nos muestra
cuán malignos, sucios y viles somos. Al recibir esta luz, declaramos: "¡Oh, cuán inmundo y maligno
soy!". Nos estremecemos por nuestra condición, caemos al suelo, nos
marchitamos y no somos capaces de levantarnos otra vez. Después de que el
hombre orgulloso es iluminado, no puede mantener su orgullo, aunque se lo
propusiera. Una vez que vemos nuestra verdadera condición bajo la luz de
Elohim, y lo que en realidad es el orgullo, esa impresión no nos dejará nunca.
Un sentimiento de ineptitud y vergüenza permanecerá en nosotros y no nos dejará
exaltarnos de nuevo.
Cuando Elohim nos
ilumina, nuestra fe es fortalecida y nos postramos ante Él, pero no para hacer
peticiones. Muchos son los hermanos que importunan a Elohim con peticiones y
ruegos mientras Él les habla. Esto les impide recibir luz del Adón. Elohim, al
realizar Su obra, sigue el mismo principio que usó cuando nos salvó. En el
momento en que fuimos alumbrados y recibimos salvación, no hicimos más que caer
sobre nuestras rodillas y orar: "Adón,
te acepto como mi Salvador". Como resultado recibimos salvación
inmediatamente. Pero si una persona, después de escuchar la Besorah, repite por
varios días esta oración: "Adón, te ruego que seas mi Salvador", no
sentirá que el Adón la salve. En consecuencia, cuando Elohim nos ilumine,
debemos postrarnos y decir: "Adón,
acepto Tu disciplina; estoy de acuerdo con Tu juicio". Si hacemos
esto, Él nos dará más luz, nos mostrará nuestra condición miserable, y el
proceso se repetirá. Agradezcamos la disciplina que nos da en el momento en que
la recibimos, y apliquemos los cambios para poder rogarle que nos siga
disciplinando. Es muy caradura pedirle que nos discipline más si nos negamos a
cambiar. Simplemente traerá mayores disciplinas en el mismo ámbito en que nos
negamos a cambiar... hasta traer a los caldeos.
Siempre que la luz de
Elohim brilla sobre nosotros, cambia nuestra visión espiritual. Descubrimos que
detrás de las obras que asegurábamos haber hecho en el nombre del Adón y por
amor a Él, había motivos impuros y bajos. Aunque pensábamos estar entregados
incondicionalmente al Adón, descubrimos que sólo nuestros planes estaban
centrados en nosotros mismos. Cuando descubrimos semejante egoísmo en nuestras
vidas, no podemos hacer otra cosa que humillarnos ante Elohim. Nuestro yo es
muy escurridizo y procura ocultarse, pero su intención es usurpar la gloria de
Elohim. Su egoísmo lo hace creerse omnipotente. Pero tan pronto brilla la luz
sobre nosotros, y recibimos la revelación de Elohim, queda al descubierto lo
que realmente somos. Anteriormente sólo Elohim conocía nuestra condición, pero
después de que Su luz brilla, nuestros ojos son alumbrados y podemos vernos a
nosotros mismos. Esta luz penetrante descubre, tanto ante Él como ante
nosotros, todos los pensamientos e intenciones del corazón, y cuando esto
sucede, no nos atrevemos ni a levantar nuestro rostro. Antes de ser expuestos
estábamos ciegos a nuestra condición y éramos engañados fácilmente por nuestro
egoísmo, pero cuando nos vemos a la luz de Elohim, quedamos tan avergonzados
que no encontramos dónde escondernos. Esto pasa cuando nos damos cuenta de la
clase de personas que somos, porque, aunque por mucho tiempo hicimos alarde de
ser mejores que los demás, ahora no podemos siquiera describir lo impuro y
maligno de nuestro egoísmo. Estábamos tan ciegos que nunca vimos nuestra
verdadera condición. Cuanto más vemos nuestra vileza, más avergonzados nos
sentimos. Sólo nos queda postrarnos arrepentidos ante el Adón y decir:
"Adón, me arrepiento de mi egoísmo, aborrezco mi yo y reconozco que no
tengo remedio".
¡HalleluYah! Ya que
al arrepentirnos, al avergonzarnos, al aborrecernos y al humillarnos por haber
sido iluminados, podemos ser librados de todo lo negativo que nos había
oprimido por años. La salvación del hombre viene en un momento de iluminación
de Elohim. Vemos nuestro egoísmo y somos libres de él en el mismo momento. Esta
iluminación no sólo nos salva, sino que también nos permite ver, para que
seamos librados. ¡Cuánta falta nos hace la visión que nos proporciona esta luz!
Porque sólo así desaparecerá el orgullo, cesarán las actividades carnales y
será quebrantado el hombre exterior.
Una Comparación Entre La
Disciplina Y La Revelación
Comparemos la
disciplina del Ruaj con la iluminación o revelación que Él mismo trae. La
disciplina del Ruaj haKodesh, por lo general, es un proceso más lento, porque
viene poco a poco y de manera progresiva. Puede llevarse años concluir un
asunto en nosotros. Por otra parte, la disciplina no viene necesariamente por medio
del ministerio de la Palabra. Muchas veces, aunque no se haya ministrado la
Palabra, de todos modos el Ruaj ejecuta la disciplina. Pero la revelación del
Ruaj haKodesh es diferente. Casi siempre viene en forma rápida y puede durar
días o inclusive minutos. Cuando la luz de Elohim resplandece sobre un hombre
por minutos o aún por días, éste recibe luz y ve que su hombre natural ha
llegado a su fin, que es una persona absolutamente inútil y que todos sus
antiguos alardes de grandeza ahora lo avergüenzan. Esta revelación la recibe
del Ruaj haKodesh por medio del ministerio de la Palabra. Es por eso que la
revelación del Ruaj haKodesh viene más frecuentemente cuando en la congregación
hay un ministerio de la Palabra sólido y abundante. Pero si no lo hubiera, y en
consecuencia, la revelación del Ruaj fuera menor, de todos modos nadie podría
permanecer en la presencia del Adón preservando su hombre exterior intacto. La
palabra y la revelación pueden ser escasas, pero con todo, la disciplina del
Ruaj haKodesh permanece. Aun cuando un hermano permanezca aislado de los
creyentes por años, el Ruaj haKodesh actúa en él llevando a cabo Su disciplina.
El Ruaj logra que en su aislamiento pueda aprender del Adón y que tenga experiencias
espirituales elevadas. Es posible que cuando la congregación es débil, algunos
no reciban el ministerio apropiado de la palabra y otros puedan pensar que han
perdido la disciplina del Ruaj por su condición. Esto no significa que la
disciplina del Ruaj haKodesh no esté presente, sino que, aunque el Ruaj
haKodesh los ha disciplinado por años, no ha habido resultados positivos en
ellos. El Adón puede golpearlos una o dos veces, o aun por años, sin que ellos
comprendan lo que Elohim intenta lograr. Su obstinación se asemeja a la de una
mula sin entendimiento, porque ignoran por completo la intención de Elohim. Es
una pena que, aunque la disciplina nunca nos falte, no podamos ver que aquello
es obra de la mano del Adón.
Muchas veces cuando
Elohim nos castiga, volvemos nuestra atención a los hombres y nos equivocamos.
Nuestra actitud delante del Adón debería ser la del salmista cuando dijo: "Enmudecí, no abrí mi boca, porque Tú lo
hiciste" (Mizmor 39:9). Debemos tener presente que quien nos está
disciplinando no es nuestro hermano, nuestra hermana, nuestro amigo, nuestros
parientes ni ninguna otra persona, sino el Adón mismo. Debemos ver que el Adón
ha estado disciplinándonos y dándonos lecciones por años. Debido a nuestra
ignorancia al respecto, culpamos a otros y aun a nuestra suerte. Esto es desconocer
la manera en que Elohim obra. Debemos recordar que todas las circunstancias son
preparadas por Elohim para nuestro provecho. Absolutamente todo lo que nos
pasa, la frecuencia, la duración y la intensidad de las situaciones que nos
rodean, han sido cuidadosamente planeadas por Elohim. Él dispone todo en Su
providencia con el único propósito de quebrantar la parte más dura y la
característica más sobresaliente de nuestro hombre natural. Que el Adón nos
conceda gracia para que veamos el significado de Su operación en nosotros. Que
nos dé luz suficiente para dejarnos en evidencia y humillarnos. Si el Adón
quebranta nuestro hombre exterior, no volveremos a expresar nuestro yo, y en su
lugar fluirá nuestro ruaj al relacionarnos con otros.
Oramos para que la
congregación pueda conocer a Elohim de una manera en la que nunca lo ha
conocido. También oramos para que los hijos de Elohim reciban bendiciones
espirituales sin precedente. El Adón tiene que calibrar nuestro ser hasta que
lleguemos a ser personas rectas y equilibradas. No sólo el mensaje debe ser el correcto,
sino también quien lo ministra. No sólo las enseñanzas deben ser correctas sino
también los maestros. El asunto crucial radica en que Elohim se libera
juntamente con nuestro ruaj. Cuando nuestro ruaj se libera de esta manera,
podemos llegar a muchos que están en el mundo y que tienen una gran necesidad
de este ruaj. Ninguna obra es tan importante y básica como ésta, y nada puede
reemplazarla. La atención del Adón no se concentra en nuestra doctrina, nuestra
enseñanza ni nuestros mensajes. Lo que al le interesa es que podamos expresarlo
ante los demás. ¿Qué es lo que expresamos? ¿Estamos atrayendo a los demás hacia
nosotros mismos o hacia el Adón? ¿Ellos están recibiendo de nosotros nuestras
doctrinas o al Adón? Esto es extremadamente serio. Si no le prestamos atención,
nuestra obra y nuestro servicio no tendrán ningún valor.
Hermanos, al Adón le
interesa más lo que expresamos en nuestra persona que lo que decimos con
palabras. Cada vez que hablamos con alguien, expresamos algo. Puede ser nuestro
yo o Elohim mismo; nuestro hombre exterior o nuestro ruaj. Hermanos, permítanme
repetir la pregunta: "¿Qué expresamos delante de los hombres?". Este
es un asunto crítico que debemos resolver. Que Elohim nos dé Su luz y Su
bendición.
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