Las Escrituras nos muestran que Elohim difunde Su palabra de una manera que va más allá de lo que podamos pensar. Pero según nuestro concepto, Elohim debería propagar Su palabra y darla a conocer de dos maneras.
En primer lugar, pudo haber creado una grabadora, la cual
nos permitiría escuchar lo que Elohim dice palabra por palabra, literalmente, y
eliminaría la posibilidad de interpretarlo erróneamente. Además, todos
podríamos oír la Palabra de Elohim sin ninguna contaminación cuantas veces
quisiéramos con sólo retroceder la cinta. Pero esto no es lo que Él quiere.
En segundo lugar, pensamos que Elohim debería comisionar a
los malajim para que propaguen Su palabra. En las Escrituras vemos que en
ciertas ocasiones los malajim llevaban mensajes al hombre. Pero eso no era lo
que Elohim quería. De ser así, habría dictado Sus palabras como preceptos como
hizo con los Diez Mandamientos. Estos documentos o preceptos no tendrían ningún
error ni ningún indicio del elemento humano. Muchos piensan que esto eliminaría
una gran cantidad de argumentos teológicos, debates y herejías. Creen que si la
Palabra de Elohim se dictara palabra por palabra, sería más fácil entenderla.
Sería muy sencillo que Elohim dictara Su palabra en quinientas o seiscientas
cláusulas semejantes a la ley. Pero nuestro Elohim no actúa así. Algunas
personas quisieran que las Escrituras fuera una colección de 1189 dogmas bien
organizados, y no 1189 capítulos. De esta manera tendrían un manual que
fácilmente les proporcionaría información acerca de la fe creyente. Pero Elohim
tampoco obra así.
Si Elohim usara una grabadora para difundir Su palabra, no
habría lugar para equivocaciones, aparte de que la grabación se podría oír
cuantas veces fuera necesario, y Su palabra no escasearía sino que seguiría
extendiéndose en la tierra, y nadie se tendría que preocupar por perder la
visión. Pero el problema básico de esto sería que, por carecer del elemento
humano, el único que entendería la Palabra sería Yahweh; porque aun cuando la
palabra fuera de Elohim, no habría una base común para la comunicación, ni
habría ninguna conexión entre Elohim y el hombre. Sin las características
humanas, la Palabra de Elohim no tendría sentido para nosotros. Elohim nunca
nos hablará de esa manera.
El Contenido De La Palabra
El elemento humano ocupa un lugar crucial en la Palabra de
Elohim. Sin éste las Escrituras no tendrían significado. Por ejemplo, el libro
de GalutYah, al hablarnos de la promesa de Elohim, alude a la historia de
Avraham. Si elimináramos de las Escrituras esta historia, no entenderíamos en
qué consiste la promesa de Elohim. El Adón Yahshua es el Cordero de Elohim que
redime al hombre de pecado (Yahanan 1:29). En el Tanaj se describe el sacrificio
continuo de becerros y cabritos, empezando con el sacrificio que ofreció Hevel
en Bereshit, y luego describiendo los que se ofrecen en el libro de Vayikra. El
hombre hacía holocaustos a Elohim continuamente, los cuales tipificaban al Adón
Yahshua, como el Cordero de Elohim, quien es propicio a los pecadores. David,
por ejemplo, peleó las batallas y las ganó, obedeció a Elohim y fue un hombre
cuyo corazón corresponde al de Elohim. Él preparó los materiales para la
edificación de la casa de Elohim, y Shlomó edificó el templo con el oro, la
plata y las piedras preciosas que David acumuló. David y Shlomó tipifican al
Adón Yahshua, quien peleó la batalla, la ganó, ascendió y fue entronizado. Si
quitamos de las Escrituras la historia de David y Shlomó, no podríamos ver al
Adón Yahshua en Su plenitud, porque las Escrituras dicen que Él es mayor que
David y que Shlomó (MattiYah 22:43-44). A fin de que el Adón Yahshua viniera,
era necesario que primero existiesen David y Shlomó. De no ser así, no
podríamos entender este pasaje. Moshe sacó a los yisraelitas de Egipto y luego
los condujo en el desierto. La narración de los detalles de esta historia,
incluyendo la manera en que Yahoshúa introdujo al pueblo en la tierra de Kenaán
y cómo vencieron a los treinta y un reyes de Kenaán, constan en las Escrituras.
Si estas historias se borraran, ¿qué se podría extraer de los libros de Shemot,
Bamidbar y Yahoshúa? Sin el libro de Yahoshúa, no podríamos entender el libro
de Efesiyim. En estos ejemplos vemos que el elemento humano está presente a lo
largo de la Palabra de Elohim.
Pues Adonay Yahweh no hace nada sin haber revelado su propósito a sus servidores los profetas. Amoz 3:7
La Palabra de Elohim se caracteriza por el elemento humano.
Elohim no emite ni revela Su palabra por medio de un viento apacible, sino por
medio del hombre y de todos los acontecimientos relacionados con él. Esto hace
que Su palabra sea sencilla e inteligible. Elohim habla así para que el hombre
pueda entenderle; Él no habla de manera sobrenatural, ni simplemente
espiritual, sino de una manera normal y humana. Por medio de lo humano podemos
entender lo que Elohim hace y dice. El libro de MaAseh no contiene muchas
doctrinas. Básicamente es la narración de los hechos que los apóstoles
realizaron guiados por el Ruaj haKodesh. Las acciones de Kefá, al igual que las
de Shaúl, llegaron a formar parte de la Palabra de Elohim. Lo mismo sucedió con
el comienzo de la congregación en Yahrushalayim, en Samaria y en Antioquía.
Estos sucesos no sólo constituyen la historia, sino que forman parte de la
Palabra de Elohim. En la historia vemos cómo el hombre representa y declara la
Palabra de Elohim, y cómo el Ruaj haKodesh la revela por medio de éste. La
Palabra está impregnada del elemento humano, el cual, a su vez, es un rasgo de
las Escrituras. Las Escrituras no es un libro de credos; es un libro donde el
hombre vive la Palabra de Elohim. Cuando el hombre lleva a cabo, vive y expresa
las palabras de Elohim, el resultado es la Palabra de Elohim.
En las Escrituras encontramos el principio básico de la
encarnación. Si no entendemos este principio, es decir, que la Palabra se hace
carne, será difícil entender la Palabra de Elohim. La Palabra de Elohim no es
abstracta, ni llega a ser tan espiritual que suprima el matiz humano, ni está
distante, ni permanece en una esfera invisible, intangible e inaccesible.
"En el principio era la Palabra... Él estaba en el principio con
Elohim" (Yahanan 1:1-2). Esta Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo
entre los hombres, llena de gracia y de verdad (pasuk 14). Esta es la Palabra
de Elohim, la cual habita entre los hombres. Debemos recordar que la
encarnación del Adón Yahshua revela el principio básico del ministerio de la
Palabra de Elohim. Para entender este ministerio, necesitamos entender la
encarnación del Adón Yahshua. ¿Qué es el ministerio de la Palabra? Es la
Palabra hecha carne. Esto es algo absolutamente celestial; sin embargo, no
ocurre en el cielo, sino en la tierra. Es ciento por ciento celestial, pero
tiene carne, tiene el elemento humano; es decir, ha tomado forma humana. Es
celestial, pero al mismo tiempo el hombre lo puede ver y tocar. Este es el
testimonio de los apóstoles. Leemos en Yahanan Alef 1:1: "Lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y
palparon nuestras manos". La Palabra de Elohim se puede ver, contemplar y
tocar.
Examinemos el asunto de la santidad. Antes de que el Adón
viniera, nadie sabía lo que era la santidad. Pero ahora la santidad ya no es
algo abstracto, porque la pudimos ver en el Adón Yahshua cuando estuvo en la
tierra. Ella anduvo entre los hombres, ya que el Adón Yahshua es la santidad.
Cuando la Palabra se hizo carne, la santidad se hizo carne. Tampoco conocíamos
la paciencia hasta que la vimos expresada en el Adón Yahshua. Elohim es amor,
pero nosotros no sabíamos lo que era el amor. Hoy este amor se puede ver en
Yahshua. Posiblemente tengamos el concepto de que un hombre espiritual no debe
sonreír ni llorar ni expresar ningún sentimiento humano. Sin embargo, al ver a
Yahshua, entendemos el significado de la espiritualidad.
Si la santidad, el amor, la paciencia, la espiritualidad y
la gloria estuvieran en Elohim solamente, no las conoceríamos, pero ahora las
conocemos porque el Adón Yahshua es tanto la santidad como la espiritualidad y
la gloria. Esto es lo que significa que la Palabra se haya hecho carne, es
decir, todas estas cosas se hicieron carne. Cuando tocamos esta carne, tocamos
a Elohim. El amor de Yahshua, Su gloria, Su santidad y Su espiritualidad, son
de Elohim. Todas estas cosas estaban exclusivamente en Elohim, pero ahora las
podemos entender porque las vimos en el Adón Yahshua.
El principio de la encarnación es fundamental. La obra que
Elohim hace en el hombre y Su comunión con él son gobernadas por este principio
básico. Aunque la encarnación no ocurrió en el Tanaj, vemos que Elohim se movía
en esa dirección; y aun después de que la Palabra hecho carne ascendió a los
cielos, Elohim sigue operando conforme al principio de la encarnación. La obra
que Elohim realiza en el hombre y Su comunión con él se basan en este
principio. Elohim ya no es abstracto ni etéreo ni está oculto, porque se
encarnó, se manifestó. A menudo, al predicar la Besorah, nos gusta declarar que
nuestro Elohim se ha manifestado. En el Tanaj El permaneció oculto. Dice en
Mizmor 18:11 que Elohim "puso tinieblas por su escondedero". Ahora
Elohim está en la luz; se ha mostrado, se ha revelado a plena luz y lo podemos
ver. Mientras Elohim estuvo escondido, no podíamos verlo ni conocerlo. Pero
ahora Él está en la luz, y lo podemos ver y conocer. Él se ha manifestado en la
persona de Su Hijo Yahshua.
La Divulgación De La Palabra
Puesto que la Palabra de Elohim está llena del elemento
humano, Elohim incluye al hombre en su divulgación. Él no usa grabadoras,
truenos, relámpagos ni malajim, porque el caso no es oír la voz de Elohim para
luego darla a conocer. La Palabra de Elohim tiene que pasar por nuestro ruaj,
nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestro entendimiento, hasta que se
convierta en nuestras propias palabras. Esto es lo que significa ser un
ministro de la Palabra. No es un asunto de recibir Su palabra como una
grabadora, para luego repetirla literalmente. Eso sería una imitación. Esta
clase de difusión de la Palabra no le agrada a Elohim. Él desea que recibamos
Su Palabra, que permanezcamos en ella, que dejemos que nos afecte y nos
inquiete, que nos regocijemos en ella y que la mastiquemos para poderla
comunicar.
"En el último y gran día de la fiesta, Yahshua se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba". Yahanan 7:37
Si tengo sed, puedo ir al Adón a beber; pero ahí no termina
todo. El pasuk 38 añade:
"El que cree en Mí... de su interior correrán ríos de agua viva".
Entonces, si tengo sed, voy al Adón Yahshua y bebo. Pero si
otros están necesitados, ¿les doy sólo un vaso de agua? No, la Palabra de
Elohim dice que después de que una persona bebe, el agua entra hasta lo más
profundo de su ser, y luego de su interior brotan ríos de agua viva. El
ministerio de la Palabra consiste en que ésta entra en nosotros y luego fluye
de nuestro interior para mitigar la sed de otros. Esta ruta indirecta
constituye el ministerio de la Palabra. No es tan importante cuántos pasukim
podamos recitar, ni cuántos mensajes podamos dar, sino cuánta agua viva fluya
desde nuestro interior. La necesidad que tenemos de que el agua viva circule y
fluya de nuestro interior, es una indicación de que tenemos que pagar un
precio. Algunas veces el agua viva entra en nosotros, pero no sale de nosotros;
en ocasiones entra en nosotros, pero cesa de ser viva; y aun en otras, las
impurezas de nuestro ser interior salen juntamente con el agua viva, lo cual
impide el ministerio de la Palabra.
El ministerio de la Palabra no consiste en proferir sermones
elocuentes. Cuando la Palabra entra en nosotros, nos quebranta y nos consume;
así que cuando pasa por nosotros, aunque contiene el elemento humano, éste no
la contamina ni la afecta, sino que la complementa. Tal es el ministerio de la
Palabra. El Adón hace de nosotros canales de agua viva. El agua tiene que fluir
del canal que es nuestro ser. Esto sólo es posible cuando nuestro interior es
íntegro. Sólo de este modo la Palabra de Elohim fluye de nosotros. No debemos
pensar que el poder que acompaña un mensaje que damos procede de nuestra
inteligencia o nuestra elocuencia, porque éstas no cuentan. Lo importante es
que al pasar por nosotros, nuestra humanidad realce y complemente la Palabra de
Elohim. ¿Conserva la Palabra Su carácter divino cuando se vuelve humana, o la
distorsionamos añadiéndole un elemento humano impuro? Esta es la pregunta
básica que todo ministro de la palabra se debe formular.
El problema de muchas personas es que el agua viva deja de
serlo cuando pasa por ellas. Es por esto que hacemos hincapié en la disciplina
del Ruaj haKodesh. Si uno no ve la importancia de ser disciplinado por el Adón,
y regulado en sus hábitos, en su carácter y en su vida, no podrá ser útil en la
propagación de la Palabra de Elohim. Es incorrecto creer que para ser ministro
de la Palabra sólo se necesita elocuencia. La Palabra de Elohim debe llegar
primero a nosotros, pasar por nosotros, llenarnos, incomodarnos, triturarnos y
darnos fin. Debemos sufrir todas estas pruebas y pagar este precio a fin de
llegar a comprender la Palabra de Elohim. Es así como ésta se añade y se
entreteje en nosotros poco a poco, puntada por puntada, como el tejido de una
colcha. De esta manera, cuando la Palabra de Elohim salga de nosotros, no será
una simple repetición de palabras, sino que liberará consigo el ruaj. El agua
que fluya de nosotros será cristalina y pura, porque procederá directamente de
Elohim; así no estropearemos su perfección, sino que le daremos realce; no
disminuiremos su santidad, sino que la aumentaremos. A medida que hablemos,
fluirá el agua viva; y cuando hablemos, Elohim hablará juntamente con nosotros.
Este es el ministerio de la Palabra.
El ministerio de la Palabra no es un sólo río; es como la
afluencia de dos ríos. Para que esto ocurra, el Ruaj haKodesh debe operar en
nosotros. El Ruaj debe gobernar nuestras circunstancias, para que por medio de
ellas seamos disciplinados de muchas maneras. Cuando el Ruaj haKodesh trabaja
en nosotros, nos quebranta, nos desarma y nos moldea, con el fin de hacernos
canales por los cuales pueda fluir el agua viva. Nuestro hombre exterior tiene
que ser quebrantado y desarmado por Elohim; necesita ser disciplinado
drásticamente. Una vez que el Ruaj haKodesh realiza dicha obra en nosotros,
nuestro ruaj adquiere el entendimiento, y El puede entonces proclamar la
Palabra de Elohim por medio de nosotros. Cuando el Ruaj haKodesh realiza tal
obra, la Palabra de Elohim puede absorber el elemento humano sin ser
contaminada por él. Es así como Su Palabra y nuestro mensaje se unen como la
confluencia de dos ríos.
Siempre debemos tener presente que el ministerio de la
Palabra es el desbordamiento del Ruaj de Elohim en Su Palabra divina, la cual
es anunciada por medio del hombre. Es decir, el Ruaj de Elohim no brota de Su
Palabra independientemente del hombre, sino en unión con él. En el ministerio
de la Palabra está incluida la Palabra de Elohim y el ministerio del hombre. En
dicha elocución se hallan la Palabra de Elohim y el ministerio del hombre.
Primero la palabra de Elohim viene al hombre, luego el ministerio del hombre se
añade a la Palabra y, finalmente, los dos fluyen conjuntamente. La proclamación
de la Palabra de Elohim se efectúa por medio del ministerio del hombre.
Algunas personas creen que, si escogen ciertos pasajes
bíblicos, podrán comunicar sin problema la Palabra de Elohim, pero no es tan
sencillo. El ministerio de la Palabra es un fluir combinado, no individual.
Elohim no trabaja de manera individual, porque si lo hiciera contradiría el
principio fundamental del ministerio de la Palabra. El hombre debe expresar la
Palabra de Elohim. En cuanto a nuestra naturaleza y nuestro carácter, nosotros
somos personas obstinadas, corruptas y rebeldes. A Elohim le es más fácil usar
un asno que usarnos a nosotros; sin embargo, Él prefiere usar al hombre. Elohim
desea que el elemento humano tome parte en el ministerio y en la divulgación de
Su Palabra. Debemos recordar que la palabra de Elohim está donde están los
ministros, y sin ellos es imposible recibirla. Elohim necesita obtener
ministros para que divulguen Su Palabra, ya que, sin ellos, no tendremos acceso
a Su Palabra. Si esperamos a que Elohim comunique Su Palabra sin proveerse de
ministros idóneos, esperaremos en vano. Elohim estableció que primeramente infundiría
Su Palabra en los ministros, aquellos que han experimentado la disciplina del
Ruaj haKodesh. El Ruaj de Elohim está en Su Palabra, pero también está en los
ministros, en nosotros. El Ruaj de Elohim está en la Palabra, pero no actúa
cuando esta palabra está sola; sólo actúa cuando ella habita en los ministros y
se fusiona con ellos. Los siete hijos de Esceva intentaron echar fuera demonios
en el nombre del Yahshua que Shaúl predicaba, pero no pudieron. Los demonios no
sólo se quedaron en el hombre, sino que atacaron a quienes trataron de
expulsarlos (MaAseh 19:13-16). Aquellos exorcistas usaron las palabras
correctas, pero el Ruaj permaneció impasible. No es suficiente decir las
palabras acertadas, también es necesario ser personas sensatas, ministros
prudentes, y que el Ruaj fluya en nuestro interior. El Ruaj de Elohim debe
unirse a los ministros a fin de fluir por medio de la Palabra como un río de
agua viva.
Permítanme repetir: la Palabra de Elohim no actúa
independientemente, sino que se expresa por medio del elemento humano. El
hombre es el canal de Elohim. No podemos trastornar este principio pensando que
es suficiente tener la Palabra de Elohim sola, sin tener en cuenta al hombre.
Si el Ruaj de Elohim no respaldara la Palabra, ésta sería como un cascarón
vacío. Los ministros juegan un papel muy importante. Todo se centra en ellos.
El ministro debe tener al Ruaj; o sea, a fin de que la Palabra de Elohim sea
eficaz, el Ruaj debe acompañar al ministro. No debemos excluir a los ministros.
Si damos énfasis a la Palabra y no le damos importancia a los ministros,
anularemos la Palabra y el ministerio.
En la actualidad hay una gran carencia de ministros. Hoy no
carecemos de visión, ni de luz, ni de la Palabra; el problema está en que
Elohim no encuentra ministros adecuados. Muchas veces la luz de Elohim se
desvanece cuando la Palabra sale de nuestra boca. Algunos disertan acerca del
Ruaj haKodesh en sus mensajes, pero su discurso, en lugar de ayudar a los
oyentes a tener contacto con el Ruaj, pone en evidencia su carne. Otros
predican sobre la santidad de Elohim, pero los oyentes no perciben en ellos
santidad sino frivolidad. Algunos hablan del madero, pero es obvio que nunca
han sido moldeados por él. A otros les gusta predicar acerca del amor, pero no se
les ve ningún rasgo de amor, porque lo que expresan es su mal genio. Estos
ejemplos nos muestran un problema básico: los ministros no corresponden a lo
que predican. Si toda la predicación en este mundo se llevara a cabo en el
principio del ministerio, las riquezas espirituales de la congregación
abundarían. Es lamentable que a pesar de tanta predicación, haya escasez de la
Palabra de Elohim. Este es el problema básico de la congregación hoy. Si no hay
ministros, no hay inspiración ni revelación. Cuando algunas personas hablan, no
podemos decir que lo que predican procede de la inspiración divina, ni que
traen luz, ni mucho menos que sea revelación lo que dicen. El problema está en
los predicadores, porque Elohim no los puede usar. No obstante, Él no quiere
ser el único que habla. Esto crea un problema. Él tiene la palabra, pero no
desea expresarla solo. Elohim no quiere ser el único ministro de la Palabra;
quiere que los hombres también lo sean.
Hermanos, Elohim no anunciará Su Palabra independientemente.
Si los ministros no expresan Su Palabra, ¿a qué estado llegará la congregación?
La congregación está desolada y en ruinas porque los elementos humanos no han
llegado a la norma de la Palabra de Elohim. Si Él encuentra una persona a quien
haya disciplinado y quebrantado y que se postre delante de Él, Su Palabra
fluirá por medio de ella. Nosotros buscamos constantemente la Palabra de
Elohim, pero Él siempre busca hombres a quienes pueda usar. Nosotros buscamos
la Palabra, pero Él busca ministros.
Si no estamos dispuestos a ser disciplinados, no podremos
laborar para Elohim. No debemos pensar que la disciplina es optativa. No
debemos suponer que, después de haber escuchado algunos mensajes, podemos
comunicar lo que oímos. ¡No! Si la persona no es íntegra, tampoco lo será su
mensaje. El hombre puede obstaculizar la Palabra de Elohim. El Ruaj haKodesh no
fluye por medio de la Palabra sola. Cuando la palabra de Elohim llegue a
nosotros, debemos estar libres de todo impedimento. Tenemos que ser quebrantados
y llevar en nosotros las marcas del madero. Nuestro ruaj debe ser quebrantado.
Esta es la clase de personas que Elohim puede usar, y en quienes el Ruaj
haKodesh puede fluir. Si el Ruaj haKodesh está encerrado en nosotros, se debe a
que nuestro hombre exterior, nuestra parte emotiva y nuestro temperamento le
estorban y no permiten que la Palabra de Elohim fluya por medio de nosotros.
Aun si diéramos un buen mensaje, en realidad lo que saldría serían sólo
palabras, enseñanzas y doctrinas, no la Palabra de Elohim.
La Palabra de Elohim tiene que invadir todo nuestro ser:
nuestros sentimientos, nuestro entendimiento, nuestro corazón y nuestro ruaj.
Tiene que fluir en nosotros, brotar de nosotros e identificarse con nosotros.
Necesitamos ser quebrantados y molidos para que pueda brotar de nosotros
libremente. Si nuestras emociones están desequilibradas, si nuestra mente está
deteriorada, y si nuestro entendimiento, nuestro corazón y nuestro ruaj se
desvían un poco, afectarán la Palabra de Elohim. No sólo nuestras palabras
serán inexactas, sino que también la congregación sufrirá las consecuencias.
Así que afectaremos la Palabra de Elohim y también a la congregación. Este es
el camino al ministerio de la Palabra y es ahí donde radica el problema. Tenemos
que permitir que la Palabra de Elohim fluya por medio de nosotros sin ningún
obstáculo ni contaminación. Quiera Elohim concedernos Su misericordia a fin de
recibir luz en este asunto.
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