31 de diciembre de 2021

PSN27 - La Revelación Procede Del Ruaj HaKodesh

 


Ya vimos que el ministro debe basar su ministerio en la Palabra de Elohim y en la interpretación que el Ruaj haKodesh le da de la misma. Estudiaremos ahora un aspecto aún más importante. Además de conocer la Palabra que Elohim ya expresó, y su interpretación, un ministro debe reunir un requisito básico: debe tener revelación. El ministro debe tener revelación en cuanto a la Palabra de Elohim y también la unción del Ruaj con respecto a la misma. Si no tiene un ruaj de revelación ni la unción del Ruaj haKodesh, no puede ser ministro de la Palabra.

 

Las Escrituras son un libro maravilloso. Su notable característica está en el hecho de que, a pesar de estar compuesta de las palabras que los hombres expresaron, es la Palabra de Elohim. Los hombres la escribieron, pero a la vez fue escrita por Elohim. El aliento de Elohim fue infundido en las expresiones, en las oraciones y en cada palabra de las Escrituras.

 

Toda la Escritura es inspirada divinamente... Timotio Bet 3:16a

 

La expresión que algunas versiones de las Escrituras traducen como "inspirada divinamente", en el griego original es DSEÓPNEUSTOS (G2315), una palabra compuesta de DSEÓS (G2316), "dios" y PNÉO (G4154), "soplar, aliento, viento". Las Escrituras son el aliento de Elohim. Los kadoshim de Elohim la escribieron movidos por el Ruaj haKodesh:

 

...porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Elohim siendo inspirados por el espíritu de santidad. Kefá Bet 1:21

 

Cuando Elohim creó el mundo, formó al hombre del polvo de la tierra. Pero éste no tenía vida; así que Elohim sopló y le infundió aliento de vida y el hombre llegó a ser un alma viviente. Las Escrituras, un libro expresado y escrito por el hombre, contienen el aliento de Elohim. Por lo tanto, las Escrituras son un libro vivo; son la expresión escrita de la Palabra viva del Elohim vivo, así que AMBAS SON MASHÍAJ. Por eso, decir que la Torah ha sido abolida es desconocer no sólo la Torah, sino al propio Yahshua ha Mashíaj. A esto se refiere el hecho de que toda la Escritura es dada por el aliento de Elohim. El hombre por sí sólo jamás podría haber escrito tal suma de perfección, mal que pese a sus detractores, que apenas si perciben su superficie y sólo ven contradicciones donde no las hay, porque

 

No tienen entendimiento ni juicio: tienen los ojos tapados, y no ven; también su mente, y no pueden pensar. YeshaYah 44:18

 

Las Escrituras están llenas de los elementos y las palabras del hombre, y ésa es la única impresión que muchas personas reciben cuando la leen; no perciben que Elohim habla en ella. Lo que hace que las Escrituras sean tan especiales es su doble dimensión. Por una parte, las Escrituras son externas y físicas, es decir, poseen la dimensión física del hombre, quien fue hecho del polvo de la tierra; por otra, tienen una dimensión espiritual, es decir, están ligadas al Ruaj haKodesh, son el Verbo y el aliento de Elohim. En cuanto a su forma, las Escrituras fueron escrita usando la memoria del hombre, y pueden ser retenidas en la memoria; son emitidas por la boca del hombre, y pueden ser oídas por los oídos humanos; fueron escritas en un lenguaje humano, y son comprendidas por el entendimiento humano. Cuando predicamos las verdades que están en este libro, éstas son retenidas en la memoria del hombre, comprendidas por su entendimiento y compartidas de una persona a otra. Todo esto sucede en el aspecto exterior y físico de las Escrituras. En esta categoría caben las doctrinas y las enseñanzas, porque la mente se aferra a ellas, y el intelecto puede entenderlas. Esta es la dimensión física de la Palabra.

 

Sin embargo, las Escrituras tienen otra dimensión. El Adón Yahshua dijo:

 

"Las palabras que Yo les he hablado son ruaj y son vida". Yahanan 6:63b

 

Este aspecto de las Escrituras tiene que ver con el ruaj y la vida. En esta dimensión, Elohim deposita Su palabra en el interior del hombre. Este aspecto no se puede entender con la inteligencia ni se puede retener en la memoria. Tampoco es algo que una persona muy hábil pueda profundizar. Para entender este aspecto se requiere de otro órgano, ya que ni los oídos, ni los ojos ni la mente lo pueden ver ni entender.

 

Un ministro de la Palabra de Elohim, a fin de servir en la congregación, debe palpar la dimensión espiritual de las Escrituras, más allá de la física. Los que sólo tocan su dimensión física no son ministros de la Palabra de Elohim. Si las Escrituras no tuvieran un aspecto físico, no habría dificultad en determinar si alguien es o no ministro de la Palabra de Elohim, pero como tiene elementos humanos y físicos, el hombre la puede entender y aceptar fácilmente. Es aquí donde yace el peligro y el problema. El hombre puede predicar y presentar a la congregación los elementos humanos que hay en las Escrituras valiéndose de sus propias facultades, y suponer que es ministro de la Palabra y que está trayendo a la congregación la Palabra de Elohim. Incluso puede vanagloriarse de que las verdades que predica son bíblicas y de que sus enseñanzas concuerdan con la fe pura y ortodoxa. Dicha persona se engaña a sí misma si piensa que sus enseñanzas son ortodoxas. Debemos darnos cuenta de que este tipo de enseñanza pertenece a una esfera que no tiene nada que ver con el aspecto espiritual de las Escrituras.

 

Algunos creyentes piensan que, si supieran griego o hebreo, entenderían mejor la Palabra de Elohim. Pero en realidad, muchas personas que hablan esos idiomas casi no conocen la Palabra de Elohim, y posiblemente ni la entiendan. El hecho de hablar hebreo no garantiza que uno pueda entender el Tanaj. Uno puede hablar en hebreo o en arameo, pero eso no significa que pueda entender el libro de Daniyel; puede hablar español, pero eso no garantiza que pueda entender las Escrituras en español. Las Escrituras contienen palabras cuyo significado va más allá del español o del hebreo; palabras que posiblemente ni los judíos modernos entiendan plenamente. Éstas son las palabras que un ministro debe esforzarse por discernir. Conocer la Palabra es totalmente diferente de entender un idioma. Por otra parte, es un error pensar que por estudiar la Palabra de Elohim podemos ser sus ministros, ya que esto no depende del estudio de las Escrituras solo, sino del Ruaj. Elohim tiene que hablarle al hombre primero para que cuando éste hable, exprese la Palabra de Elohim. Elohim es el único que puede expresar Su palabra, así que necesitamos conocer Su voz. El tiene que hablarnos antes de que podamos ser ministros de Su palabra. Otro asunto es que no todos los que hablan la Palabra son ministros en el sentido que muchos piensan; algunos pueden ser evangelistas, y otros, maestros. Son funciones diferentes, tienen objetivos diferentes y métodos también diferentes, pero en todos los casos se requiere del conocimiento de la Palabra y la conexión con el Reino.

 

Al predicar, por siglos los creyentes han predicado únicamente la Besorah, no su base. Las Escrituras son la base de la Besorah, de las palabras de Elohim. Ellas nos hablan de Su plan COMPLETO, y otra sería la comprensión y mentalidad de los creyentes si nunca los hubieran separado, pero la historia de Efrayim y Yahudá es una de pleitos y contiendas constantes. Elohim habló por medio del Tanaj en el pasado, y por medio del Hijo en el B'rit Hadashá, y no trajo nada "nuevo" ni vino a abolir nada, como Yahshua mismo aseguró, PORQUE YAHSHUA ERA EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS DEL TANAJ. Yahshua era la revelación de la palabra escrita, porque es la Palabra viva, por lo que si decimos que queremos eliminar la Torah, estamos diciendo que queremos eliminar a Yahshua mismo.

 

Sin embargo, necesitamos que Él exhale Su aliento por medio de ellas nuevamente, y nos revele la Vida contenida en Su palabra escrita, a fin de que ésta cobre vida en nosotros y llegue a ser nuestra experiencia. No sólo vivimos por la Palabra Viva en nosotros, sino también la expresamos a través de la palabra escrita por medio del Ruaj, que la vivifica. El Ruaj de Elohim tiene que depositar Su aliento en la Palabra para que ésta adquiera vida en nosotros. La diferencia que hay entre una palabra viva y una palabra muerta es enorme. Necesitamos ver que la Palabra de Elohim, aparte de ser lo que Él expresó en cierto momento en el pasado, también es lo que Él dice en la actualidad, porque su mensaje no ha cambiado, ya que SU PLAN NO HA SIDO COMPLETADO A PLENO. Él debe emanar Su aliento de nuevo por la palabra que habló en el pasado.

 

Debemos comprender que existen dos esferas en lo que a la palabra de Elohim se refiere. Una es la de las Escrituras escritas, que incluyen las doctrinas, el conocimiento, las enseñanzas, las profecías y las verdades bíblicas. Esto es lo que constituye la esfera visible de las Escrituras. Puede ser que hayamos oído que Avraham creyó a Elohim y que Elohim se lo contó por justicia. Sin embargo, es posible que tengamos como una enseñanza mental el hecho de que Elohim justifica a los que creen. Alguien que tenga buena memoria y un intelecto vigoroso puede predicar esto y pensar que está predicando la Palabra de Elohim. En realidad, está predicando el aspecto superficial de la palabra, no está ejerciendo el ministerio de la Palabra de Elohim. Muchos son impresionados por la potencia natural de personas que hablan doctrinas. No están predicando nada incorrecto, PERO NO ESTÁN TOCANDO EL RUAJ DE LAS MISMAS, ENTONCES SON LETRA MUERTA. La mayoría no capta la diferencia, sobre todo los que viven en la carne. Pero cuando el Ruaj nos inquita en nuestro ruaj, buscaremos esa Palabra viva y no nos conformaremos con emocionalismos pasajeros.

 

Debemos prestar atención a lo que son las Escrituras en sí mismas. Las Escrituras son lo que Elohim expresó en el pasado. En determinado momento Él comenzó a hablar, y mientras hablaba, Su Ruaj infundía Su aliento en ese hablar. Tan pronto Su Palabra se expresaba, algunos la podían palpar, y otros no. Cuando Shaúl escribió su epístola a los creyentes que estaban en Roma, utilizó algunos materiales físicos. Posiblemente escribió en papiros hechos de pieles de cordero y usó como tinta la savia de algún árbol y, obviamente escribió en cierto idioma. Este es el aspecto físico de la epístola, y la esfera en la que entramos al leerla. Si a los creyentes de Roma sólo les hubiera impresionado su caligrafía, la epístola habría sido una simple carta. Pero mientras los creyentes romanos leían la epístola, Elohim exhalaba Su aliento infundiéndolo en cada palabra, y ellos creyeron y recibieron la Palabra de Elohim, y comprendieron que eran pecadores y que el hombre es justificado por la fe. En esto consiste el ministerio de la Palabra. Mientras los hermanos romanos leían, estudiaban y trataban de entender la Palabra de Elohim, debían tocar la "palabra" que Shaúl les comunicaba en su carta. Una persona muy competente, inteligente y con muy buena memoria, puede leer la epístola de Shaúl y memorizarla sin ningún problema y, aun así, no conocer el significado de ser justificado por la fe. Es posible que conozca la doctrina, pero no palpe la realidad. Puede tocar las cosas que pertenecen a la dimensión física de las Escrituras, pero no su dimensión espiritual. Esa persona puede tocar la superficie y la doctrina de las Escrituras, sin llegar a palpar la vida que está en la Palabra.

 

Debemos comprender las Escrituras, que son la Palabra de Elohim. La Palabra es el ministerio que fue llevado a cabo por los siervos de Elohim en tiempos pasados. La epístola a Romaniyim fue el ministerio de la Palabra que Shaúl llevó a cabo. En determinado momento, Elohim expresó las palabras de ese libro. Debido a que al leerlo es posible que lo hagamos superficialmente, Elohim tiene que exhalar Su aliento en ese libro de nuevo a fin de que podamos tocar Su Palabra. No es suficiente que Elohim haya puesto Su aliento en Su palabra una vez, Él tiene que seguir exhalándolo. El aliento divino nos permite conocer Su Palabra y ser sus ministros.

 

 

¿Qué es la inspiración? ¿Qué es la revelación? La inspiración de la Palabra de Elohim radica en que en cierto momento Elohim exhaló Su aliento en Su Palabra. Sin la inspiración, las Escrituras no sería las Escrituras, porque la inspiración divina es su base. Elohim inspiró a Shaúl a escribir la epístola a los Romaniyim. Así que la inspiración y el aliento de Elohim estaban en Shaúl cuando escribió este libro. Y ¿qué es la revelación? Es el aliento de Elohim, infundido en esa epístola o en cualquier otro libro de las Escrituras, que brota cuando se abren sus páginas dos mil años más tarde. La revelación nos permite tocar la Palabra de Elohim una vez más. La inspiración ocurre una sola vez, pero la revelación se repite continuamente. La revelación entra en acción cuando Elohim imprime Su aliento en Su Palabra una segunda vez y, nosotros, por medio del Ruaj haKodesh y de la unción que hay en ella, descubrimos la luz que nos permite ver lo que Shaúl vio. La revelación es una indicación de que Elohim revive lo que antes le dio al hombre por medio de la inspiración. ¡Esto es extraordinario!

 

Hermanos y hermanas, ¡esto es glorioso! El Ruaj de Elohim revive Su Palabra de tal manera que la vigoriza y la vuelve tan viviente como cuando Shaúl la escribió. Mientras Elohim escribía Su palabra por medio de Shaúl, la vida vibraba tanto en el escritor como en lo escrito. Hoy esas mismas palabras pueden ser difundidas de nuevo. Elohim llena la Palabra del Ruaj haKodesh y la activa con Su unción. Cuando esto acontece, la Palabra llega a ser poderosa, iluminadora y tan vivificante como entonces. En esto consiste la revelación, y sin ella el estudio de la Palabra es improductivo. Podemos estudiar minuciosamente sin oír a Elohim. Las Escrituras son la Palabra de Elohim, porque en determinado momento Elohim habló. Pero si queremos que Sus palabras sean actuales, tenemos que pedirle que nos la hable de nuevo. Cuando nos habla, nos trae Su palabra, Su luz y Su vida. Si Elohim no nos habla, las Escrituras llega a ser para nosotros un libro cerrado y muerto.

 

Supongamos que Elohim les habla a cien hermanos que están reunidos en cierto lugar. Aunque todos escuchan las palabras, no todos oyen la voz de Elohim. Algunos están en una esfera, y otros en otra. Es posible que algunos oigan las doctrinas y las verdades que las palabras trasmiten. Posiblemente entiendan la lógica, e incluso quienes tienen buena memoria hagan una disertación perfecta sin haber oído nada de parte de Elohim. Hermanos y hermanas, la Palabra de Elohim no es una simple doctrina o enseñanza. Si bien es cierto que necesitamos oír la doctrina y la enseñanza, es más importante que Elohim nos hable personalmente. Cuando hayamos adquirido esta clase de oído, diremos: "Gracias Adón, porque he oído Tu Palabra". Sólo entonces podemos decir que hemos tocado algo verdadero.

 

Supongamos que de las cien personas que escuchan la predicación de la Besorah, noventa y nueve de ellas escuchen y entiendan todo lo que se habló, e incluso entiendan la doctrina, la enseñanza y la verdad, y que, en señal de aprobación, asientan con la cabeza. Sin embargo, es posible que, de las cien, sólo una reciba una enseñanza que va más allá de la que los demás recibieron; quizá oiga una voz que las demás no oyeron; y perciba un mensaje que va más allá de lo que el resto oyó. Además de oír la enseñanza, la persona oye la voz de Elohim, lo cual le impresiona al punto de inclinar su cabeza y confesar: "Soy pecador. Oh Elohim, sálvame". Las otras noventa y nueve sólo tocaron lo relacionado con el aspecto humano y físico de la Palabra, pero esa persona oyó la Palabra de Elohim. Existe una diferencia fundamental entre estas dos clases de creyentes.

 

Lo mismo podemos decir con respecto a la lectura de las Escrituras. Las Escrituras son la Palabra de Elohim. En determinado momento Elohim le dio Su mensaje a Shaúl, a Kefá y a Yahanan. Sin embargo, algunos al leerla lo único que ven son palabras, expresiones, doctrinas, verdades y enseñanzas. Encuentran allí todo, menos la voz de Elohim. Ellos posiblemente hayan estado leyendo las Escrituras por diez años sin que Elohim les haya hablado ni una sola vez. Hermanos y hermanas, posiblemente hayan oído alguna vez que alguien testifica y dice: "He estado leyendo las Escrituras veinte años, pero todavía no entiendo lo que dice", o a alguien que se pone en pie y dice: "He estado leyendo las Escrituras por cinco o diez años. Yo pensaba que lo sabía todo, pero un día Elohim tuvo misericordia de mí y me habló. Ahora me doy cuenta de que no sabía nada". Hermanos, una persona de experiencia discierne rápidamente la diferencia entre estos dos casos. Necesitamos la Palabra de Elohim además de las palabras del hombre, y necesitamos las palabras del hombre además de la Palabra de Elohim. Si Elohim no nos habla, nuestro esfuerzo es vano. Estas esferas son completamente diferentes. En una están las doctrinas, las verdades, las enseñanzas, las palabras, el idioma y las expresiones, y en esa esfera toda persona diligente, inteligente y de buena memoria puede desenvolverse bien, pero en la otra esfera, Elohim tiene que ratificar Su palabra al hombre. Hermanos, ¿pueden ver la diferencia entre estas dos esferas? Elohim ha hablado y Sus palabras constan en las Escrituras fielmente. Por medio de estas palabras, Él le habla al hombre de nuevo. Esto es lo que podríamos llamar las palabras actuales de Elohim. Al hablarnos, Él usa las mismas palabras y nos ilumina con la misma luz que usó en el pasado. La revelación que recibimos es fresca y procede de la revelación dada anteriormente. Esto constituye el principio básico del ministerio de la Palabra. Sin esta base no lo podemos llevar a cabo.

 

Permítanme dar otro ejemplo para mostrar la relación que hay entre las Escrituras y la revelación presente de Elohim. Supongamos que usted una vez se haya dado cuenta de que Elohim lo usó para que hablara por Él. Puede ser que lo que dijo no haya sido algo espectacular; sin embargo, tuvo la sensación de que en ese momento el Adón estaba hablando por medio de usted. Indiscutiblemente usted proclamó palabras especiales, ya que éstas fueron ungidas por el Ruaj. Supongamos que dos meses más tarde usted se halla en una situación similar, con las mismas personas y ante la misma necesidad. Posiblemente usted piense que es oportuno repetir lo que dijo dos meses antes y tenga la certeza de poderles ayudar de esta manera. Pero en esta ocasión, al repetir lo mismo, usted se siente incómodo y sus palabras no tienen impacto. ¿Qué sucede? ya que está usando las mismas palabras que un día estuvieron llenas de la unción, usted piensa que el Ruaj haKodesh seguramente seguirá ungiéndolas. Sin embargo, no sucede así. El hecho de que el Ruaj haKodesh unja sus palabras en cierta ocasión, no significa que las ungirá una vez más.

 

Debemos recordar que recibir revelación una vez no significa que lo que se habló en determinado momento traiga consigo inherentemente la revelación cada vez que se repita. Aunque las palabras sean las mismas, la revelación ya no está allí. Podemos recordar y repetir lo que dijimos, pero no podemos duplicar la revelación ni la unción, porque éstas dependen de Elohim. Necesitamos ver la relación que hay entre el ministerio de la Palabra y las Escrituras, y entre las Escrituras y las palabras proclamadas. Es posible que al hablarle de Yahanan 3:16 a un incrédulo, él inmediatamente confiese que es un pecador, y más tarde, al citar el mismo pasuk a otra persona, ésta no sea salva. El pasuk es el mismo, las circunstancias las mismas, pero el Ruaj haKodesh no habla en esta ocasión. Como podemos ver, uno debe contar con la unción y la revelación.

 

 

 

 

Los que servimos como ministros de la Palabra de Elohim debemos aprender esta lección. Lo importante no es cuánto conozcamos las Escrituras, ni cuántas verdades bíblicas hayamos estudiado, ni cuántos pasukim podamos citar de memoria. Estas cualidades no nos constituyen ministros de la Palabra. Si bien es cierto que es indispensable conocer las verdades bíblicas, y poder citar y entender las Escrituras, también necesitamos el ingrediente básico de la revelación del Ruaj haKodesh.

 

Este ingrediente nos capacita para ejercer el ministerio de la Palabra. Se requiere la revelación del Ruaj haKodesh para ejercer el ministerio de la Palabra. No se trata de repetir las mismas palabras, sino de tener la revelación, porque sin ésta, el ministerio de la Palabra cesa. Es vital entender esto cabalmente.

 

Elohim ya habló. Y ahora, a fin de que Su palabra ocasione el mismo efecto, Él repite lo que ya dijo. La Palabra que anunció antes es la misma que anuncia ahora; para que ésta sea eficaz, la unción tiene que estar en ella. Aquí podemos ver el equilibrio. Por una parte, al predicar la Palabra de Elohim, debemos usar las mismas palabras que Elohim expresó antes. Nuestro hablar se debe basar en lo que ya se dijo. No necesitamos añadir nada nuevo. Por otra, aunque al predicar usemos las mismas palabras, éstas no deben ser las mismas. Debemos tener la Palabra como base, porque sin ella Elohim no puede hablar, pero a la vez, necesitamos que una unción y una revelación fresca del Ruaj haKodesh la acompañen, ya que sin esto, aunque digamos lo mismo, no se producirá el mismo efecto. Debemos mantener un equilibrio entre estas dos.

 

Muchas veces tenemos la tentación de dar el mismo testimonio esperando obtener el mismo resultado, la misma luz y la misma revelación que tuvimos anteriormente. Pero esto no sucede. Podemos repetir las mismas palabras, las mismas enseñanzas, los mismos testimonios, las mismas parábolas y las mismas expresiones, pero eso no tiene nada que ver con Elohim, ya que el poder que usamos en ese momento es el nuestro, no el Suyo. Es posible repetir las acciones externas, pero no lo interno, porque esto pertenece a la esfera de Elohim.

 

Usemos otro ejemplo para entender más claramente este asunto. Elohim habla conforme al principio de la resurrección. ¿Qué es la resurrección? Es regresar a la vida lo que estaba muerto. La resurrección no da a luz, sino que regresa lo muerto a la vida. El nacimiento de un niño no es resurrección, pero si un difunto recobra la vida, eso es resurrección. La hija de Jairo, el hijo único de la viuda de Naín, y Lázaro murieron, pero volvieron a vivir. Esto es resurrección. Hoy los ministros de Elohim al proclamar la Palabra, sirven conforme al principio de la resurrección. Aunque Elohim puso Su vida en Su Palabra y está allí todavía, Él tiene que exhalar Su aliento sobre ella de nuevo. ¿Comprendemos esto? El principio de la resurrección es muy diferente al de la creación. Cuando la palabra se habló por primera vez, fue comunicada conforme al principio de la creación. La palabra fue expresada y algo se creó. De igual manera, cuando un niño nace, lo que ocurre es un nacimiento. El ministerio de la Palabra no opera así. La Palabra de Elohim ya fue dada, y Él sólo repite lo que ya dijo. Esto hace que la Palabra recobre la vida y el hombre reciba revelación.

 

La vara de Aharón que reverdeció tipifica la resurrección. Estaba muerta, no porque fuera de hierro, sino porque la vida que había en ella se había secado. Pero al ser puesta en el arca, la vara reverdeció, floreció de nuevo y dio fruto. Esto es resurrección. La vara es la misma, pero cuando la vida entra de nuevo en ella, se produce la resurrección. De igual manera, la Palabra es la misma, pero cuando cobra vida, trae revelación y luz. Es entonces cuando la Palabra adquiere vida para nosotros. Toda palabra contenida en las Escrituras es inspirada por Elohim, y tenemos que honrarla. Todo aquel que rechace las Escrituras será rechazado por Elohim por haber rechazado la Palabra que Él comunicó. Las Escrituras son el fundamento de la fe ortodoxa y de la revelación divina. Sin embargo, necesitamos acercarnos a Elohim a fin de recibir la luz y la revelación de las Escrituras. La Palabra de Elohim sigue siendo la misma, pero es necesario que de ella brote nuevamente la revelación. La vara era la misma, pero una nueva vida entró en ella y retoñó, echó flores y produjo frutos. Este es el significado de recibir revelación de la Palabra de Elohim.

 

La inspiración ocurre una vez, pero la revelación es continua. Sólo tenemos una Biblia, pero la unción del Ruaj haKodesh se repite continuamente y produce así el ministerio de la Palabra. Cada vez que alguien trata de explicar las Escrituras sin tener unción ni revelación ni luz, el ministerio de la Palabra cesa en esa persona. Tenemos que prestar atención a este hecho. La diligencia, la memoria, el entendimiento y la inteligencia del hombre son necesarios, pero no son suficientes; Elohim debe concederle misericordia al hombre y hablarle de nuevo.

 

En realidad, no podemos hacer nada si no oímos hablar a Elohim; es decir, Él tiene que estar dispuesto a hablar de nuevo, ya que, si no lo hace, aunque nos esforcemos, no lograremos ningún resultado. Si Él no habla, los ministros no lograrán su cometido por mucho que prediquen. Para que la palabra opere, lo que digamos debe provenir de la esfera espiritual, porque si viene de la esfera física, aunque las palabras y la sensación interna sean iguales, lo que comuniquemos será diferente. Cuanto más hablamos por el ruaj, más comprendemos que esto está fuera de nuestro alcance. Aunque nuestro mensaje sea el mismo, palabra por palabra y oración por oración, e inclusive, aunque sea una repetición literal del primer mensaje que dimos, el resultado no es el mismo. Debemos recordar que el único que puede anunciar la Palabra de Elohim es Elohim mismo. Las Escrituras son la Palabra de Elohim y es necesario que sea Él quien la comunique. La obra de los ministros consiste en permitir que Él comunique Su palabra nuevamente. Cuando el oráculo de Elohim le permite expresarse sin obstáculos, se produce el ministerio de la Palabra. Esta es la única esfera en la cual podemos servir.

 

Hay una enorme diferencia entre la teología y la voz de Elohim. Al oír una predicación, no debemos limitarnos a analizar si la doctrina es correcta, si la enseñanza es bíblica, o si la verdad de la que se habla es fiel. Con esto no queremos decir que debemos menospreciar estos factores. Sin embargo, todo aquel a quien Elohim ha instruido y cuyos ojos haya abierto, cuando escucha a un predicador, inmediatamente sabe qué clase de exposición hace. Podemos ser muy inteligentes y carecer de las palabras de Elohim; o no ser muy versados, y expresar Su Palabra. Es fácil detectar cuándo habla Elohim por una persona y cuándo no.

 

Si todos los hermanos comprendieran esto, la congregación en lugar de prestar tanta atención a los dones, le daría más atención al ministerio. El problema hoy es que muchos hermanos y hermanas jóvenes no pueden discernir entre los dones y el ministerio. Por esta razón los dones son bien acogidos y admirados en la congregación, mientras que al ministerio no se le da importancia. Las palabras y los aspectos externos podrán ser los mismos, pero la realidad es diferente. Todo aquel que tiene discernimiento espiritual puede ver la diferencia en ambos casos. Cierto hermano dijo una vez, "Yo predico lo que el hermano fulano predica". El era muy diestro y pensaba que su predicación era tan buena como la de otros, pero no se daba cuenta de que su predicación se encontraba en una esfera completamente diferente. Algunas personas al predicar, se valen de la inteligencia, mientras que otras usan el ruaj. Estas son dos esferas completamente diferentes. Es erróneo pensar que repitiendo las mismas palabras produciremos los mismos resultados. Algunos pueden predicar lo mismo, pero puede ser que Elohim no hable por medio de ellos. El que sirve en el ministerio de la Palabra, sirve ahí porque Elohim habla por medio de él.

 

 

 

 

Al analizar la historia de la congregación, vemos que, desde los días de Martín Lutero, Elohim ha dictado haciendo una obra de recuperación. El levantó a Lutero y a sus contemporáneos para abrir el camino de esa restauración. Desde 1828 muchas verdades se han ido recobrando gradualmente. Los que aman al Adón se preguntan por cuánto tiempo proseguirá el Adón esta obra. Primero que todo, necesitamos saber qué es esta restauración. Esta obra no consiste en predicar lo que los apóstoles predicaron, ni en expresar todas las verdades que se encuentran en las Escrituras. Tampoco es obtener revelación por predicar estas verdades. En la actualidad hay muchos que predican las doctrinas del bautismo y de la imposición de manos sin saber lo que significan; o enseñan acerca de la congregación, sin jamás haber visto lo que es; o enseñan acerca de la sumisión, sin siquiera conocer la autoridad de Elohim. No piensen que, por hablar del mismo tema, el contenido sea el mismo, ni piensen que el mensaje causará la misma reacción por el hecho de que la doctrina y la terminología sean iguales. Muchos predican en la esfera de la letra. Tales personas no tienen el ministerio de la Palabra.

 

Para ejercer el ministerio del B'rit Hadashá necesitamos recibir revelación. Solamente cuando recibimos la misma unción y la misma revelación que los apóstoles, podemos participar en el ministerio de la Palabra. No recibimos las palabras divinas que ellos recibieron simplemente repitiéndolas. La Palabra de Elohim es totalmente diferente. Supongamos que los miembros de una congregación son engañados como lo fueron los creyentes de Galacia, ¿qué debemos hacer? ¿Copiar toda la epístola a los GalutYah y enviársela? La epístola a los GalutYah fue escrita por Shaúl, pero lo que los GalutYah recibieron fue la Palabra de Elohim. Al recibir la carta de Shaúl, tocaron la Palabra de Elohim. Hoy podemos copiar la epístola a los GalutYah y enviársela a la congregación que tiene problemas; sin embargo, es posible que ellos sólo la lean, pero no reciban la Palabra de Elohim. Es muy común que una persona lea las Escrituras sin tocar la vida, y que sólo vea las palabras que Elohim proclamó antes, no lo que Él comunica ahora. De igual manera, podemos leer las Escrituras, la cual fue escrita por inspiración, sin que por eso recibamos la revelación del Ruaj haKodesh. Hermanos y hermanas, ¿cómo es posible que a pesar de que cientos de personas leen las Escrituras, muy pocas sean beneficiadas? ¿Cómo se explica que tantas personas prediquen la Palabra y, sin embargo, muy pocos la pueden percibir? La única explicación es que las personas sólo tocan lo exterior de la Palabra, es decir, leen lo que Elohim dijo en el pasado, no lo que Elohim dice en el presente. Elohim no les habla por medio de las palabras que Él usó antes.

 

Debemos comprender que los ministros son el conducto que Elohim usa para comunicar de nuevo Su palabra. Ellos tienen la responsabilidad de permitir que Elohim exprese de nuevo las Escrituras. Así que, todo ministro de la Palabra de Elohim debe transmitir a su audiencia las palabras que Elohim expresa hoy, no la letra de las Escrituras. Por una parte, si los oyentes no quieren escuchar, no se puede hacer nada, ya que para oír la voz de Elohim deben abrir su ruaj, su corazón y su mente. Por otra, si quienes nos escuchan no oyen a Elohim mientras interpretamos las Escrituras y explicamos sus enseñanzas, es porque algo está fallando en nosotros. Ya que Elohim habla por medio de los ministros de la Palabra, los oyentes deben tener la sensación y la convicción de que Elohim les habla y de que deben consagrarse a Él. Si la congregación es pobre se debe a que los ministros son pobres. A menudo nos lamentamos porque no son muchos los que han recibido revelación, pero ¿por qué no se la damos nosotros? Decimos que la congregación es pobre; ¿por qué no la enriquecemos nosotros? Esta es nuestra responsabilidad. La función de los ministros no es simplemente hablar de las Escrituras, sino comunicar la Palabra de Elohim. Las palabras de las Escrituras en boca de sus ministros dejan de ser letra impresa y se convierten en la Palabra de Elohim, la cual viene a ser vida y luz.

 

Es erróneo pensar que todo aquel que usa las Escrituras para predicar e interpretar sus profecías es un ministro de la Palabra. Lo único que esta persona hace es mostrar a los demás el aspecto externo de las Escrituras. Algunos se quejan de que a la congregación le falta revelación. Es posible que sea así, pero ¿quién se la dará? No podemos culpar a los hermanos y hermanas mientras aún son ovejas. Cuando los ministros de Elohim tienen escasez, la congregación se halla en esa misma condición; y cuando la congregación no tiene profetas ni visión, el pueblo de Elohim carece de luz. Elohim imparte Su luz a la congregación por medio de los ministros. ¡Cuán grande es la responsabilidad de la congregación! No es correcto nombrarse a uno mismo sucesor de los apóstoles simplemente por predicar de las mismas Escrituras que ellos predicaron. Lo que nos constituye sucesores de los apóstoles es la medida de revelación que hayamos recibido y la unción que hayamos experimentado. Lo importante no es tener la misma doctrina, sino tener la misma unción.

 

Nada afecta más a la congregación que la falta de personas que ministren la Palabra, la revelación y la luz de Elohim. Si no les traemos esto, ¿esperamos que ellos lo reciban por medio de la oración? Al pedirles que ellos mismos oren por estos aspectos, estamos evadiendo nuestra responsabilidad y echando la carga sobre sus hombros. Son los ministros de la Palabra los que tienen la responsabilidad de ministrar a la congregación. En ellos debe haber abundancia de revelación, luz y unción del Ruaj, de tal manera que cuando ministren la Palabra, Elohim hable por medio de ella. Ministrar es lo mismo que servir. Cuando preparamos un platillo y lo servimos, este servicio satisface el hambre. De igual manera, el ministro debe preparar la Palabra de Elohim de modo que pueda alimentar con ella a los demás.

 

Son muchas las personas que pueden disertar sobre las Escrituras, pero Elohim no habla por medio de ellas. Por eso es importante que veamos la diferencia que hay entre conocer las Escrituras y ser portadores de las palabras de Elohim. Muchas veces, aun después de estudiar las Escrituras por varios días, Elohim no nos dirige ni una sola palabra. Cuando Él habla, los problemas se resuelven y todo cambia. Entonces nos damos cuenta de que la manera en que hemos estado leyendo las Escrituras por años no es correcta. Ahora ésta adquiere nueva luz para nosotros. Así que lo que cuenta es que Elohim hable. Muchas personas que no disciernen los asuntos espirituales, posiblemente nunca hayan oído que Elohim les hable, con excepción del día que fueron salvas. Sin embargo, un día al oír a ciertos hermanos anunciar la Palabra, son impresionadas. Anteriormente, sólo oían mensajes de las Escrituras, pero en esta ocasión oyen hablar a Elohim. Aquí yace una diferencia fundamental. ¿Qué es la Palabra de Elohim? Es Elohim expresado. Necesitamos comprender esto. Solamente cuando la Palabra de Elohim es proclamada y Elohim nos habla, llegamos a realizar nuestra función como ministros. Este es un principio fundamental. Elohim debe hablarnos y debe hablar por medio de nosotros. Si Él no nos habla, nosotros no podemos proclamar Su palabra. Muchas personas quisieran ser oráculos de Elohim y ministros Suyos, pero para serlo deben recibir revelación.

 

De los ministros depende la edificación de la congregación, y el poder llegar a la unidad de la fe y a la medida de la estatura de la plenitud de Mashiaj. Elohim llama a Sus ministros a la obra del ministerio. Según Efesiyim 4 solamente cuando ésta se realiza, se llega a la unidad de la fe y a la medida de la estatura de Mashiaj (pasukim 12-13). Lamentablemente, en la actualidad son pocos los que pueden ser ministros. Todos los días se predica las Escrituras en algún lugar, pero qué medida de esa predicación comunica la Palabra de Elohim. El pueblo de Elohim carece de luz y de revelación, y no podemos culpar a nadie, excepto a nosotros mismos. Las almas no son salvas, ni los creyentes edificados porque no se proclama la Palabra de Elohim. Esto nos indica que la falta está en los ministros. ¿Cómo, entonces, podemos esperar que la congregación prevalezca? Hemos cerrado nuestro ser a Elohim y no hemos permitido que Su luz nos ilumine. Nuestros hermanos no han logrado ver la luz divina por culpa nuestra. Este es un asunto muy serio que nos debe hacer recapacitar. Una de las razones por las que hoy la congregación se encuentra en ruinas es que el Adón no ha podido derribar las barreras que hay en nosotros. La Palabra de Elohim es abundante, y Su luz y Su revelación nunca faltan, pero, ¿dónde están los ministros? Elohim busca a los ministros que lo expresen. Él no cuenta en la actualidad con estas personas idóneas. Hemos impedido que Su luz brille por medio de nosotros.

 

Hay obreros que afirman ser oráculos de Elohim; sin embargo, al disertar acerca de las Escrituras, ni esperan ni tienen la más remota idea de que Elohim pueda hablar por medio de ellos. El único interés que tienen es presentar sus propias doctrinas y propagar sus ideas y sus proyectos personales. Ellos no esperan que Elohim se exprese en lo que dicen. Debemos recordar que somos portadores de la Palabra de Elohim solamente cuando Él se expresa en lo que decimos. Si Elohim no es expresado, lo único que oirán los oyentes es el pensamiento del hombre. La revelación sólo viene cuando Elohim es manifestado. Si esto no sucede, la enseñanza sólo logra pasar de una persona a otra, de una boca a otra y de una mente a otra. ¡Qué diferente es cuando Elohim por Su misericordia se expresa desde nuestro interior!

 

Hermanos, debemos comprender que hay una gran diferencia entre el análisis de las Escrituras y la comunicación de la revelación divina. Es posible que nuestras palabras sean lógicas, maravillosas, agradables y elocuentes, pero Elohim no está en ellas. Si nos diéramos cuenta de eso, nos postraríamos delante del y diríamos: "Adón, de ahora en adelante, aborrezco toda obra que no tenga ni imparta revelación a los demás". A nuestra carne y nuestra mente natural puede parecerle interesante algún estudio, y tampoco negamos su utilidad a veces, pero si no contiene vida, no podemos sentirnos satisfechos con ese único enfoque. No debemos convertirnos en predicadores profesionales, ya que cuando esto sucede, predicamos porque es nuestro deber, no porque hayamos recibido algo de parte de Elohim. Necesitamos vivir en la presencia de Elohim, porque sin Su presencia, no es posible participar en el ministerio de la Palabra. Quiera el Adón concedernos Su misericordia y revelarnos Su palabra para poder transmitirla a los demás. Si el Adón no se expresa por medio de nosotros, no podemos proclamar Su palabra. Si sólo tenemos las Escrituras, aunque ésta sea la base del ministerio, puede llegar a ser un libro sin vida. Así que es esencial que ella transmita la revelación del Ruaj haKodesh.

 

Hermanos, necesitamos que el Ruaj nos unja, y debemos esperar esta unción. Tenemos que orar reiteradas veces: "Adón, unge hoy Tu palabra una vez más para que yo pueda recibirla y usarla". Y orar así antes de dar un mensaje: "Adón, unge las palabras que voy a hablar y exprésalas junto con Tu unción". Este es el momento oportuno para pedir misericordia. Parece que muchas personas tienen puesta su esperanza en la verdad y en el conocimiento, no en la revelación; por eso, cuando se predica la Besorah, muy pocas almas llegan a la salvación. Se dan muchos mensajes, pero son pocos los que reciben bendición. Tenemos que darnos cuenta de que si la vida de Elohim no acompaña Su Palabra, lo que se diga, no vale la pena y es vano. La Palabra de Elohim y quienes la proclaman son bien acogidos; sin embargo, las palabras no transmiten una luz que consuma, ni una revelación lo suficientemente fuerte como para lograr que las personas se humillen ante Elohim. La necesidad actual no es tanto que se admire la Palabra de Elohim, sino que los hombres se postren ante Él debido a la intensidad de Su luz. Si como ministros no podemos lograr esto, no podemos culpar a nadie por este fracaso, salvo a nosotros mismos. Que el Adón tenga misericordia de nosotros.

 




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Publicado por: Anunciadora de Sión


SOY CREYENTE EN YAHSHUA, MIEMBRO DE LA NOVIA, ÓRGANO DEL CUERPO, CO-EDIFICADORA DEL REINO

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Lo que proviene del Ruaj pertenece al Cuerpo, porque el Ruaj no tiene Copyright.
Y si el hombre reivindica "derechos de autor", su mensaje proviene de la carne y no sirve.
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