Ya vimos que el ministro debe basar su ministerio en la Palabra de Elohim y en la interpretación que el Ruaj haKodesh le da de la misma. Estudiaremos ahora un aspecto aún más importante. Además de conocer la Palabra que Elohim ya expresó, y su interpretación, un ministro debe reunir un requisito básico: debe tener revelación. El ministro debe tener revelación en cuanto a la Palabra de Elohim y también la unción del Ruaj con respecto a la misma. Si no tiene un ruaj de revelación ni la unción del Ruaj haKodesh, no puede ser ministro de la Palabra.
Las Escrituras son un libro maravilloso. Su notable
característica está en el hecho de que, a pesar de estar compuesta de las
palabras que los hombres expresaron, es la Palabra de Elohim. Los hombres la
escribieron, pero a la vez fue escrita por Elohim. El aliento de Elohim fue
infundido en las expresiones, en las oraciones y en cada palabra de las
Escrituras.
Toda la Escritura es inspirada divinamente... Timotio Bet 3:16a
La expresión que algunas versiones de las Escrituras
traducen como "inspirada divinamente", en el griego original es
DSEÓPNEUSTOS (G2315), una palabra compuesta de DSEÓS (G2316), "dios"
y PNÉO (G4154), "soplar, aliento, viento". Las Escrituras son el
aliento de Elohim. Los kadoshim de Elohim la escribieron movidos por el Ruaj
haKodesh:
...porque jamás fue traída la profecía por voluntad humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Elohim siendo inspirados por el espíritu de santidad. Kefá Bet 1:21
Cuando Elohim creó el mundo, formó al hombre del polvo de la
tierra. Pero éste no tenía vida; así que Elohim sopló y le infundió aliento de
vida y el hombre llegó a ser un alma viviente. Las Escrituras, un libro
expresado y escrito por el hombre, contienen el aliento de Elohim. Por lo
tanto, las Escrituras son un libro vivo; son la expresión escrita de la Palabra
viva del Elohim vivo, así que AMBAS SON MASHÍAJ. Por eso, decir que la Torah ha
sido abolida es desconocer no sólo la Torah, sino al propio Yahshua ha Mashíaj.
A esto se refiere el hecho de que toda la Escritura es dada por el aliento de
Elohim. El hombre por sí sólo jamás podría haber escrito tal suma de
perfección, mal que pese a sus detractores, que apenas si perciben su superficie
y sólo ven contradicciones donde no las hay, porque
No tienen entendimiento ni juicio: tienen los ojos tapados, y no ven; también su mente, y no pueden pensar. YeshaYah 44:18
Las Escrituras están llenas de los elementos y las palabras
del hombre, y ésa es la única impresión que muchas personas reciben cuando la
leen; no perciben que Elohim habla en ella. Lo que hace que las Escrituras sean
tan especiales es su doble dimensión. Por una parte, las Escrituras son
externas y físicas, es decir, poseen la dimensión física del hombre, quien fue
hecho del polvo de la tierra; por otra, tienen una dimensión espiritual, es
decir, están ligadas al Ruaj haKodesh, son el Verbo y el aliento de Elohim. En
cuanto a su forma, las Escrituras fueron escrita usando la memoria del hombre,
y pueden ser retenidas en la memoria; son emitidas por la boca del hombre, y
pueden ser oídas por los oídos humanos; fueron escritas en un lenguaje humano,
y son comprendidas por el entendimiento humano. Cuando predicamos las verdades
que están en este libro, éstas son retenidas en la memoria del hombre,
comprendidas por su entendimiento y compartidas de una persona a otra. Todo
esto sucede en el aspecto exterior y físico de las Escrituras. En esta
categoría caben las doctrinas y las enseñanzas, porque la mente se aferra a
ellas, y el intelecto puede entenderlas. Esta es la dimensión física de la
Palabra.
Sin embargo, las Escrituras tienen otra dimensión. El Adón
Yahshua dijo:
"Las palabras que Yo les he hablado son ruaj y son vida". Yahanan 6:63b
Este aspecto de las Escrituras tiene que ver con el ruaj y
la vida. En esta dimensión, Elohim deposita Su palabra en el interior del
hombre. Este aspecto no se puede entender con la inteligencia ni se puede
retener en la memoria. Tampoco es algo que una persona muy hábil pueda
profundizar. Para entender este aspecto se requiere de otro órgano, ya que ni
los oídos, ni los ojos ni la mente lo pueden ver ni entender.
Un ministro de la Palabra de Elohim, a fin de servir en la
congregación, debe palpar la dimensión espiritual de las Escrituras, más allá
de la física. Los que sólo tocan su dimensión física no son ministros de la
Palabra de Elohim. Si las Escrituras no tuvieran un aspecto físico, no habría
dificultad en determinar si alguien es o no ministro de la Palabra de Elohim,
pero como tiene elementos humanos y físicos, el hombre la puede entender y
aceptar fácilmente. Es aquí donde yace el peligro y el problema. El hombre
puede predicar y presentar a la congregación los elementos humanos que hay en las
Escrituras valiéndose de sus propias facultades, y suponer que es ministro de
la Palabra y que está trayendo a la congregación la Palabra de Elohim. Incluso
puede vanagloriarse de que las verdades que predica son bíblicas y de que sus
enseñanzas concuerdan con la fe pura y ortodoxa. Dicha persona se engaña a sí
misma si piensa que sus enseñanzas son ortodoxas. Debemos darnos cuenta de que
este tipo de enseñanza pertenece a una esfera que no tiene nada que ver con el
aspecto espiritual de las Escrituras.
Algunos creyentes piensan que, si supieran griego o hebreo,
entenderían mejor la Palabra de Elohim. Pero en realidad, muchas personas que
hablan esos idiomas casi no conocen la Palabra de Elohim, y posiblemente ni la
entiendan. El hecho de hablar hebreo no garantiza que uno pueda entender el
Tanaj. Uno puede hablar en hebreo o en arameo, pero eso no significa que pueda
entender el libro de Daniyel; puede hablar español, pero eso no garantiza que
pueda entender las Escrituras en español. Las Escrituras contienen palabras
cuyo significado va más allá del español o del hebreo; palabras que
posiblemente ni los judíos modernos entiendan plenamente. Éstas son las
palabras que un ministro debe esforzarse por discernir. Conocer la Palabra es
totalmente diferente de entender un idioma. Por otra parte, es un error pensar
que por estudiar la Palabra de Elohim podemos ser sus ministros, ya que esto no
depende del estudio de las Escrituras solo, sino del Ruaj. Elohim tiene que
hablarle al hombre primero para que cuando éste hable, exprese la Palabra de
Elohim. Elohim es el único que puede expresar Su palabra, así que necesitamos
conocer Su voz. El tiene que hablarnos antes de que podamos ser ministros de Su
palabra. Otro asunto es que no todos los que hablan la Palabra son ministros en
el sentido que muchos piensan; algunos pueden ser evangelistas, y otros,
maestros. Son funciones diferentes, tienen objetivos diferentes y métodos
también diferentes, pero en todos los casos se requiere del conocimiento de la
Palabra y la conexión con el Reino.
Al predicar, por siglos los creyentes han predicado
únicamente la Besorah, no su base. Las Escrituras son la base de la Besorah, de
las palabras de Elohim. Ellas nos hablan de Su plan COMPLETO, y otra sería la
comprensión y mentalidad de los creyentes si nunca los hubieran separado, pero
la historia de Efrayim y Yahudá es una de pleitos y contiendas constantes.
Elohim habló por medio del Tanaj en el pasado, y por medio del Hijo en el B'rit
Hadashá, y no trajo nada "nuevo" ni vino a abolir nada, como Yahshua
mismo aseguró, PORQUE YAHSHUA ERA EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS DEL TANAJ.
Yahshua era la revelación de la palabra escrita, porque es la Palabra viva, por
lo que si decimos que queremos eliminar la Torah, estamos diciendo que queremos
eliminar a Yahshua mismo.
Sin embargo, necesitamos que Él exhale Su aliento por medio
de ellas nuevamente, y nos revele la Vida contenida en Su palabra escrita, a
fin de que ésta cobre vida en nosotros y llegue a ser nuestra experiencia. No
sólo vivimos por la Palabra Viva en nosotros, sino también la expresamos a
través de la palabra escrita por medio del Ruaj, que la vivifica. El Ruaj de
Elohim tiene que depositar Su aliento en la Palabra para que ésta adquiera vida
en nosotros. La diferencia que hay entre una palabra viva y una palabra muerta
es enorme. Necesitamos ver que la Palabra de Elohim, aparte de ser lo que Él
expresó en cierto momento en el pasado, también es lo que Él dice en la
actualidad, porque su mensaje no ha cambiado, ya que SU PLAN NO HA SIDO
COMPLETADO A PLENO. Él debe emanar Su aliento de nuevo por la palabra que habló
en el pasado.
Debemos comprender que existen dos esferas en lo que a la
palabra de Elohim se refiere. Una es la de las Escrituras escritas, que
incluyen las doctrinas, el conocimiento, las enseñanzas, las profecías y las
verdades bíblicas. Esto es lo que constituye la esfera visible de las
Escrituras. Puede ser que hayamos oído que Avraham creyó a Elohim y que Elohim
se lo contó por justicia. Sin embargo, es posible que tengamos como una
enseñanza mental el hecho de que Elohim justifica a los que creen. Alguien que
tenga buena memoria y un intelecto vigoroso puede predicar esto y pensar que
está predicando la Palabra de Elohim. En realidad, está predicando el aspecto superficial
de la palabra, no está ejerciendo el ministerio de la Palabra de Elohim. Muchos
son impresionados por la potencia natural de personas que hablan doctrinas. No
están predicando nada incorrecto, PERO NO ESTÁN TOCANDO EL RUAJ DE LAS MISMAS,
ENTONCES SON LETRA MUERTA. La mayoría no capta la diferencia, sobre todo los
que viven en la carne. Pero cuando el Ruaj nos inquita en nuestro ruaj,
buscaremos esa Palabra viva y no nos conformaremos con emocionalismos
pasajeros.
Debemos prestar atención a lo que son las Escrituras en sí
mismas. Las Escrituras son lo que Elohim expresó en el pasado. En determinado
momento Él comenzó a hablar, y mientras hablaba, Su Ruaj infundía Su aliento en
ese hablar. Tan pronto Su Palabra se expresaba, algunos la podían palpar, y
otros no. Cuando Shaúl escribió su epístola a los creyentes que estaban en
Roma, utilizó algunos materiales físicos. Posiblemente escribió en papiros
hechos de pieles de cordero y usó como tinta la savia de algún árbol y,
obviamente escribió en cierto idioma. Este es el aspecto físico de la epístola,
y la esfera en la que entramos al leerla. Si a los creyentes de Roma sólo les
hubiera impresionado su caligrafía, la epístola habría sido una simple carta.
Pero mientras los creyentes romanos leían la epístola, Elohim exhalaba Su
aliento infundiéndolo en cada palabra, y ellos creyeron y recibieron la Palabra
de Elohim, y comprendieron que eran pecadores y que el hombre es justificado
por la fe. En esto consiste el ministerio de la Palabra. Mientras los hermanos
romanos leían, estudiaban y trataban de entender la Palabra de Elohim, debían
tocar la "palabra" que Shaúl les comunicaba en su carta. Una persona
muy competente, inteligente y con muy buena memoria, puede leer la epístola de
Shaúl y memorizarla sin ningún problema y, aun así, no conocer el significado
de ser justificado por la fe. Es posible que conozca la doctrina, pero no palpe
la realidad. Puede tocar las cosas que pertenecen a la dimensión física de las
Escrituras, pero no su dimensión espiritual. Esa persona puede tocar la
superficie y la doctrina de las Escrituras, sin llegar a palpar la vida que
está en la Palabra.
Debemos comprender las Escrituras, que son la Palabra de
Elohim. La Palabra es el ministerio que fue llevado a cabo por los siervos de
Elohim en tiempos pasados. La epístola a Romaniyim fue el ministerio de la
Palabra que Shaúl llevó a cabo. En determinado momento, Elohim expresó las
palabras de ese libro. Debido a que al leerlo es posible que lo hagamos
superficialmente, Elohim tiene que exhalar Su aliento en ese libro de nuevo a
fin de que podamos tocar Su Palabra. No es suficiente que Elohim haya puesto Su
aliento en Su palabra una vez, Él tiene que seguir exhalándolo. El aliento
divino nos permite conocer Su Palabra y ser sus ministros.
¿Qué es la inspiración? ¿Qué es la revelación? La
inspiración de la Palabra de Elohim radica en que en cierto momento Elohim
exhaló Su aliento en Su Palabra. Sin la inspiración, las Escrituras no sería
las Escrituras, porque la inspiración divina es su base. Elohim inspiró a Shaúl
a escribir la epístola a los Romaniyim. Así que la inspiración y el aliento de
Elohim estaban en Shaúl cuando escribió este libro. Y ¿qué es la revelación? Es
el aliento de Elohim, infundido en esa epístola o en cualquier otro libro de
las Escrituras, que brota cuando se abren sus páginas dos mil años más tarde.
La revelación nos permite tocar la Palabra de Elohim una vez más. La
inspiración ocurre una sola vez, pero la revelación se repite continuamente. La
revelación entra en acción cuando Elohim imprime Su aliento en Su Palabra una
segunda vez y, nosotros, por medio del Ruaj haKodesh y de la unción que hay en
ella, descubrimos la luz que nos permite ver lo que Shaúl vio. La revelación es
una indicación de que Elohim revive lo que antes le dio al hombre por medio de
la inspiración. ¡Esto es extraordinario!
Hermanos y hermanas, ¡esto es glorioso! El Ruaj de Elohim
revive Su Palabra de tal manera que la vigoriza y la vuelve tan viviente como
cuando Shaúl la escribió. Mientras Elohim escribía Su palabra por medio de
Shaúl, la vida vibraba tanto en el escritor como en lo escrito. Hoy esas mismas
palabras pueden ser difundidas de nuevo. Elohim llena la Palabra del Ruaj
haKodesh y la activa con Su unción. Cuando esto acontece, la Palabra llega a
ser poderosa, iluminadora y tan vivificante como entonces. En esto consiste la
revelación, y sin ella el estudio de la Palabra es improductivo. Podemos
estudiar minuciosamente sin oír a Elohim. Las Escrituras son la Palabra de
Elohim, porque en determinado momento Elohim habló. Pero si queremos que Sus
palabras sean actuales, tenemos que pedirle que nos la hable de nuevo. Cuando
nos habla, nos trae Su palabra, Su luz y Su vida. Si Elohim no nos habla, las
Escrituras llega a ser para nosotros un libro cerrado y muerto.
Supongamos que Elohim les habla a cien hermanos que están
reunidos en cierto lugar. Aunque todos escuchan las palabras, no todos oyen la
voz de Elohim. Algunos están en una esfera, y otros en otra. Es posible que
algunos oigan las doctrinas y las verdades que las palabras trasmiten.
Posiblemente entiendan la lógica, e incluso quienes tienen buena memoria hagan
una disertación perfecta sin haber oído nada de parte de Elohim. Hermanos y
hermanas, la Palabra de Elohim no es una simple doctrina o enseñanza. Si bien
es cierto que necesitamos oír la doctrina y la enseñanza, es más importante que
Elohim nos hable personalmente. Cuando hayamos adquirido esta clase de oído,
diremos: "Gracias Adón, porque he oído Tu Palabra". Sólo entonces
podemos decir que hemos tocado algo verdadero.
Supongamos que de las cien personas que escuchan la
predicación de la Besorah, noventa y nueve de ellas escuchen y entiendan todo
lo que se habló, e incluso entiendan la doctrina, la enseñanza y la verdad, y
que, en señal de aprobación, asientan con la cabeza. Sin embargo, es posible
que, de las cien, sólo una reciba una enseñanza que va más allá de la que los
demás recibieron; quizá oiga una voz que las demás no oyeron; y perciba un
mensaje que va más allá de lo que el resto oyó. Además de oír la enseñanza, la
persona oye la voz de Elohim, lo cual le impresiona al punto de inclinar su
cabeza y confesar: "Soy pecador. Oh Elohim, sálvame". Las otras
noventa y nueve sólo tocaron lo relacionado con el aspecto humano y físico de
la Palabra, pero esa persona oyó la Palabra de Elohim. Existe una diferencia
fundamental entre estas dos clases de creyentes.
Lo mismo podemos decir con respecto a la lectura de las
Escrituras. Las Escrituras son la Palabra de Elohim. En determinado momento
Elohim le dio Su mensaje a Shaúl, a Kefá y a Yahanan. Sin embargo, algunos al
leerla lo único que ven son palabras, expresiones, doctrinas, verdades y
enseñanzas. Encuentran allí todo, menos la voz de Elohim. Ellos posiblemente
hayan estado leyendo las Escrituras por diez años sin que Elohim les haya
hablado ni una sola vez. Hermanos y hermanas, posiblemente hayan oído alguna
vez que alguien testifica y dice: "He estado leyendo las Escrituras veinte
años, pero todavía no entiendo lo que dice", o a alguien que se pone en
pie y dice: "He estado leyendo las Escrituras por cinco o diez años. Yo
pensaba que lo sabía todo, pero un día Elohim tuvo misericordia de mí y me
habló. Ahora me doy cuenta de que no sabía nada". Hermanos, una persona de
experiencia discierne rápidamente la diferencia entre estos dos casos.
Necesitamos la Palabra de Elohim además de las palabras del hombre, y
necesitamos las palabras del hombre además de la Palabra de Elohim. Si Elohim
no nos habla, nuestro esfuerzo es vano. Estas esferas son completamente
diferentes. En una están las doctrinas, las verdades, las enseñanzas, las
palabras, el idioma y las expresiones, y en esa esfera toda persona diligente,
inteligente y de buena memoria puede desenvolverse bien, pero en la otra
esfera, Elohim tiene que ratificar Su palabra al hombre. Hermanos, ¿pueden ver
la diferencia entre estas dos esferas? Elohim ha hablado y Sus palabras constan
en las Escrituras fielmente. Por medio de estas palabras, Él le habla al hombre
de nuevo. Esto es lo que podríamos llamar las palabras actuales de Elohim. Al
hablarnos, Él usa las mismas palabras y nos ilumina con la misma luz que usó en
el pasado. La revelación que recibimos es fresca y procede de la revelación
dada anteriormente. Esto constituye el principio básico del ministerio de la
Palabra. Sin esta base no lo podemos llevar a cabo.
Permítanme dar otro ejemplo para mostrar la relación que hay
entre las Escrituras y la revelación presente de Elohim. Supongamos que usted
una vez se haya dado cuenta de que Elohim lo usó para que hablara por Él. Puede
ser que lo que dijo no haya sido algo espectacular; sin embargo, tuvo la
sensación de que en ese momento el Adón estaba hablando por medio de usted.
Indiscutiblemente usted proclamó palabras especiales, ya que éstas fueron
ungidas por el Ruaj. Supongamos que dos meses más tarde usted se halla en una
situación similar, con las mismas personas y ante la misma necesidad.
Posiblemente usted piense que es oportuno repetir lo que dijo dos meses antes y
tenga la certeza de poderles ayudar de esta manera. Pero en esta ocasión, al
repetir lo mismo, usted se siente incómodo y sus palabras no tienen impacto.
¿Qué sucede? ya que está usando las mismas palabras que un día estuvieron
llenas de la unción, usted piensa que el Ruaj haKodesh seguramente seguirá
ungiéndolas. Sin embargo, no sucede así. El hecho de que el Ruaj haKodesh unja
sus palabras en cierta ocasión, no significa que las ungirá una vez más.
Debemos recordar que recibir revelación una vez no significa
que lo que se habló en determinado momento traiga consigo inherentemente la
revelación cada vez que se repita. Aunque las palabras sean las mismas, la
revelación ya no está allí. Podemos recordar y repetir lo que dijimos, pero no
podemos duplicar la revelación ni la unción, porque éstas dependen de Elohim.
Necesitamos ver la relación que hay entre el ministerio de la Palabra y las
Escrituras, y entre las Escrituras y las palabras proclamadas. Es posible que
al hablarle de Yahanan 3:16 a un incrédulo, él inmediatamente confiese que es
un pecador, y más tarde, al citar el mismo pasuk a otra persona, ésta no sea
salva. El pasuk es el mismo, las circunstancias las mismas, pero el Ruaj
haKodesh no habla en esta ocasión. Como podemos ver, uno debe contar con la unción
y la revelación.
Los que servimos como ministros de la Palabra de Elohim
debemos aprender esta lección. Lo importante no es cuánto conozcamos las
Escrituras, ni cuántas verdades bíblicas hayamos estudiado, ni cuántos pasukim
podamos citar de memoria. Estas cualidades no nos constituyen ministros de la
Palabra. Si bien es cierto que es indispensable conocer las verdades bíblicas,
y poder citar y entender las Escrituras, también necesitamos el ingrediente
básico de la revelación del Ruaj haKodesh.
Este ingrediente nos capacita para ejercer el ministerio de
la Palabra. Se requiere la revelación del Ruaj haKodesh para ejercer el
ministerio de la Palabra. No se trata de repetir las mismas palabras, sino de
tener la revelación, porque sin ésta, el ministerio de la Palabra cesa. Es
vital entender esto cabalmente.
Elohim ya habló. Y ahora, a fin de que Su palabra ocasione
el mismo efecto, Él repite lo que ya dijo. La Palabra que anunció antes es la
misma que anuncia ahora; para que ésta sea eficaz, la unción tiene que estar en
ella. Aquí podemos ver el equilibrio. Por una parte, al predicar la Palabra de
Elohim, debemos usar las mismas palabras que Elohim expresó antes. Nuestro
hablar se debe basar en lo que ya se dijo. No necesitamos añadir nada nuevo.
Por otra, aunque al predicar usemos las mismas palabras, éstas no deben ser las
mismas. Debemos tener la Palabra como base, porque sin ella Elohim no puede
hablar, pero a la vez, necesitamos que una unción y una revelación fresca del
Ruaj haKodesh la acompañen, ya que sin esto, aunque digamos lo mismo, no se
producirá el mismo efecto. Debemos mantener un equilibrio entre estas dos.
Muchas veces tenemos la tentación de dar el mismo testimonio
esperando obtener el mismo resultado, la misma luz y la misma revelación que
tuvimos anteriormente. Pero esto no sucede. Podemos repetir las mismas
palabras, las mismas enseñanzas, los mismos testimonios, las mismas parábolas y
las mismas expresiones, pero eso no tiene nada que ver con Elohim, ya que el
poder que usamos en ese momento es el nuestro, no el Suyo. Es posible repetir
las acciones externas, pero no lo interno, porque esto pertenece a la esfera de
Elohim.
Usemos otro ejemplo para entender más claramente este
asunto. Elohim habla conforme al principio de la resurrección. ¿Qué es la resurrección?
Es regresar a la vida lo que estaba muerto. La resurrección no da a luz, sino
que regresa lo muerto a la vida. El nacimiento de un niño no es resurrección,
pero si un difunto recobra la vida, eso es resurrección. La hija de Jairo, el
hijo único de la viuda de Naín, y Lázaro murieron, pero volvieron a vivir. Esto
es resurrección. Hoy los ministros de Elohim al proclamar la Palabra, sirven
conforme al principio de la resurrección. Aunque Elohim puso Su vida en Su
Palabra y está allí todavía, Él tiene que exhalar Su aliento sobre ella de
nuevo. ¿Comprendemos esto? El principio de la resurrección es muy diferente al
de la creación. Cuando la palabra se habló por primera vez, fue comunicada
conforme al principio de la creación. La palabra fue expresada y algo se creó.
De igual manera, cuando un niño nace, lo que ocurre es un nacimiento. El
ministerio de la Palabra no opera así. La Palabra de Elohim ya fue dada, y Él
sólo repite lo que ya dijo. Esto hace que la Palabra recobre la vida y el
hombre reciba revelación.
La vara de Aharón que reverdeció tipifica la resurrección.
Estaba muerta, no porque fuera de hierro, sino porque la vida que había en ella
se había secado. Pero al ser puesta en el arca, la vara reverdeció, floreció de
nuevo y dio fruto. Esto es resurrección. La vara es la misma, pero cuando la
vida entra de nuevo en ella, se produce la resurrección. De igual manera, la
Palabra es la misma, pero cuando cobra vida, trae revelación y luz. Es entonces
cuando la Palabra adquiere vida para nosotros. Toda palabra contenida en las
Escrituras es inspirada por Elohim, y tenemos que honrarla. Todo aquel que
rechace las Escrituras será rechazado por Elohim por haber rechazado la Palabra
que Él comunicó. Las Escrituras son el fundamento de la fe ortodoxa y de la
revelación divina. Sin embargo, necesitamos acercarnos a Elohim a fin de
recibir la luz y la revelación de las Escrituras. La Palabra de Elohim sigue
siendo la misma, pero es necesario que de ella brote nuevamente la revelación.
La vara era la misma, pero una nueva vida entró en ella y retoñó, echó flores y
produjo frutos. Este es el significado de recibir revelación de la Palabra de
Elohim.
La inspiración ocurre una vez, pero la revelación es
continua. Sólo tenemos una Biblia, pero la unción del Ruaj haKodesh se repite
continuamente y produce así el ministerio de la Palabra. Cada vez que alguien
trata de explicar las Escrituras sin tener unción ni revelación ni luz, el
ministerio de la Palabra cesa en esa persona. Tenemos que prestar atención a
este hecho. La diligencia, la memoria, el entendimiento y la inteligencia del
hombre son necesarios, pero no son suficientes; Elohim debe concederle
misericordia al hombre y hablarle de nuevo.
En realidad, no podemos hacer nada si no oímos hablar a
Elohim; es decir, Él tiene que estar dispuesto a hablar de nuevo, ya que, si no
lo hace, aunque nos esforcemos, no lograremos ningún resultado. Si Él no habla,
los ministros no lograrán su cometido por mucho que prediquen. Para que la
palabra opere, lo que digamos debe provenir de la esfera espiritual, porque si
viene de la esfera física, aunque las palabras y la sensación interna sean
iguales, lo que comuniquemos será diferente. Cuanto más hablamos por el ruaj,
más comprendemos que esto está fuera de nuestro alcance. Aunque nuestro mensaje
sea el mismo, palabra por palabra y oración por oración, e inclusive, aunque
sea una repetición literal del primer mensaje que dimos, el resultado no es el
mismo. Debemos recordar que el único que puede anunciar la Palabra de Elohim es
Elohim mismo. Las Escrituras son la Palabra de Elohim y es necesario que sea Él
quien la comunique. La obra de los ministros consiste en permitir que Él
comunique Su palabra nuevamente. Cuando el oráculo de Elohim le permite
expresarse sin obstáculos, se produce el ministerio de la Palabra. Esta es la
única esfera en la cual podemos servir.
Hay una enorme diferencia entre la teología y la voz de
Elohim. Al oír una predicación, no debemos limitarnos a analizar si la doctrina
es correcta, si la enseñanza es bíblica, o si la verdad de la que se habla es
fiel. Con esto no queremos decir que debemos menospreciar estos factores. Sin
embargo, todo aquel a quien Elohim ha instruido y cuyos ojos haya abierto,
cuando escucha a un predicador, inmediatamente sabe qué clase de exposición
hace. Podemos ser muy inteligentes y carecer de las palabras de Elohim; o no
ser muy versados, y expresar Su Palabra. Es fácil detectar cuándo habla Elohim
por una persona y cuándo no.
Si todos los hermanos comprendieran esto, la congregación en
lugar de prestar tanta atención a los dones, le daría más atención al
ministerio. El problema hoy es que muchos hermanos y hermanas jóvenes no pueden
discernir entre los dones y el ministerio. Por esta razón los dones son bien
acogidos y admirados en la congregación, mientras que al ministerio no se le da
importancia. Las palabras y los aspectos externos podrán ser los mismos, pero
la realidad es diferente. Todo aquel que tiene discernimiento espiritual puede
ver la diferencia en ambos casos. Cierto hermano dijo una vez, "Yo predico
lo que el hermano fulano predica". El era muy diestro y pensaba que su
predicación era tan buena como la de otros, pero no se daba cuenta de que su
predicación se encontraba en una esfera completamente diferente. Algunas
personas al predicar, se valen de la inteligencia, mientras que otras usan el
ruaj. Estas son dos esferas completamente diferentes. Es erróneo pensar que
repitiendo las mismas palabras produciremos los mismos resultados. Algunos
pueden predicar lo mismo, pero puede ser que Elohim no hable por medio de
ellos. El que sirve en el ministerio de la Palabra, sirve ahí porque Elohim
habla por medio de él.
Al analizar la historia de la congregación, vemos que, desde
los días de Martín Lutero, Elohim ha dictado haciendo una obra de recuperación.
El levantó a Lutero y a sus contemporáneos para abrir el camino de esa
restauración. Desde 1828 muchas verdades se han ido recobrando gradualmente.
Los que aman al Adón se preguntan por cuánto tiempo proseguirá el Adón esta
obra. Primero que todo, necesitamos saber qué es esta restauración. Esta obra
no consiste en predicar lo que los apóstoles predicaron, ni en expresar todas
las verdades que se encuentran en las Escrituras. Tampoco es obtener revelación
por predicar estas verdades. En la actualidad hay muchos que predican las
doctrinas del bautismo y de la imposición de manos sin saber lo que significan;
o enseñan acerca de la congregación, sin jamás haber visto lo que es; o enseñan
acerca de la sumisión, sin siquiera conocer la autoridad de Elohim. No piensen
que, por hablar del mismo tema, el contenido sea el mismo, ni piensen que el
mensaje causará la misma reacción por el hecho de que la doctrina y la
terminología sean iguales. Muchos predican en la esfera de la letra. Tales
personas no tienen el ministerio de la Palabra.
Para ejercer el ministerio del B'rit Hadashá necesitamos
recibir revelación. Solamente cuando recibimos la misma unción y la misma
revelación que los apóstoles, podemos participar en el ministerio de la
Palabra. No recibimos las palabras divinas que ellos recibieron simplemente
repitiéndolas. La Palabra de Elohim es totalmente diferente. Supongamos que los
miembros de una congregación son engañados como lo fueron los creyentes de
Galacia, ¿qué debemos hacer? ¿Copiar toda la epístola a los GalutYah y
enviársela? La epístola a los GalutYah fue escrita por Shaúl, pero lo que los
GalutYah recibieron fue la Palabra de Elohim. Al recibir la carta de Shaúl,
tocaron la Palabra de Elohim. Hoy podemos copiar la epístola a los GalutYah y
enviársela a la congregación que tiene problemas; sin embargo, es posible que
ellos sólo la lean, pero no reciban la Palabra de Elohim. Es muy común que una
persona lea las Escrituras sin tocar la vida, y que sólo vea las palabras que
Elohim proclamó antes, no lo que Él comunica ahora. De igual manera, podemos
leer las Escrituras, la cual fue escrita por inspiración, sin que por eso
recibamos la revelación del Ruaj haKodesh. Hermanos y hermanas, ¿cómo es
posible que a pesar de que cientos de personas leen las Escrituras, muy pocas
sean beneficiadas? ¿Cómo se explica que tantas personas prediquen la Palabra y,
sin embargo, muy pocos la pueden percibir? La única explicación es que las
personas sólo tocan lo exterior de la Palabra, es decir, leen lo que Elohim
dijo en el pasado, no lo que Elohim dice en el presente. Elohim no les habla
por medio de las palabras que Él usó antes.
Debemos comprender que los ministros son el conducto que
Elohim usa para comunicar de nuevo Su palabra. Ellos tienen la responsabilidad
de permitir que Elohim exprese de nuevo las Escrituras. Así que, todo ministro
de la Palabra de Elohim debe transmitir a su audiencia las palabras que Elohim
expresa hoy, no la letra de las Escrituras. Por una parte, si los oyentes no
quieren escuchar, no se puede hacer nada, ya que para oír la voz de Elohim
deben abrir su ruaj, su corazón y su mente. Por otra, si quienes nos escuchan
no oyen a Elohim mientras interpretamos las Escrituras y explicamos sus
enseñanzas, es porque algo está fallando en nosotros. Ya que Elohim habla por
medio de los ministros de la Palabra, los oyentes deben tener la sensación y la
convicción de que Elohim les habla y de que deben consagrarse a Él. Si la
congregación es pobre se debe a que los ministros son pobres. A menudo nos
lamentamos porque no son muchos los que han recibido revelación, pero ¿por qué
no se la damos nosotros? Decimos que la congregación es pobre; ¿por qué no la
enriquecemos nosotros? Esta es nuestra responsabilidad. La función de los
ministros no es simplemente hablar de las Escrituras, sino comunicar la Palabra
de Elohim. Las palabras de las Escrituras en boca de sus ministros dejan de ser
letra impresa y se convierten en la Palabra de Elohim, la cual viene a ser vida
y luz.
Es erróneo pensar que todo aquel que usa las Escrituras para
predicar e interpretar sus profecías es un ministro de la Palabra. Lo único que
esta persona hace es mostrar a los demás el aspecto externo de las Escrituras.
Algunos se quejan de que a la congregación le falta revelación. Es posible que
sea así, pero ¿quién se la dará? No podemos culpar a los hermanos y hermanas
mientras aún son ovejas. Cuando los ministros de Elohim tienen escasez, la
congregación se halla en esa misma condición; y cuando la congregación no tiene
profetas ni visión, el pueblo de Elohim carece de luz. Elohim imparte Su luz a
la congregación por medio de los ministros. ¡Cuán grande es la responsabilidad
de la congregación! No es correcto nombrarse a uno mismo sucesor de los apóstoles
simplemente por predicar de las mismas Escrituras que ellos predicaron. Lo que
nos constituye sucesores de los apóstoles es la medida de revelación que
hayamos recibido y la unción que hayamos experimentado. Lo importante no es
tener la misma doctrina, sino tener la misma unción.
Nada afecta más a la congregación que la falta de personas
que ministren la Palabra, la revelación y la luz de Elohim. Si no les traemos
esto, ¿esperamos que ellos lo reciban por medio de la oración? Al pedirles que
ellos mismos oren por estos aspectos, estamos evadiendo nuestra responsabilidad
y echando la carga sobre sus hombros. Son los ministros de la Palabra los que
tienen la responsabilidad de ministrar a la congregación. En ellos debe haber
abundancia de revelación, luz y unción del Ruaj, de tal manera que cuando
ministren la Palabra, Elohim hable por medio de ella. Ministrar es lo mismo que
servir. Cuando preparamos un platillo y lo servimos, este servicio satisface el
hambre. De igual manera, el ministro debe preparar la Palabra de Elohim de modo
que pueda alimentar con ella a los demás.
Son muchas las personas que pueden disertar sobre las
Escrituras, pero Elohim no habla por medio de ellas. Por eso es importante que
veamos la diferencia que hay entre conocer las Escrituras y ser portadores de
las palabras de Elohim. Muchas veces, aun después de estudiar las Escrituras
por varios días, Elohim no nos dirige ni una sola palabra. Cuando Él habla, los
problemas se resuelven y todo cambia. Entonces nos damos cuenta de que la manera
en que hemos estado leyendo las Escrituras por años no es correcta. Ahora ésta
adquiere nueva luz para nosotros. Así que lo que cuenta es que Elohim hable.
Muchas personas que no disciernen los asuntos espirituales, posiblemente nunca
hayan oído que Elohim les hable, con excepción del día que fueron salvas. Sin
embargo, un día al oír a ciertos hermanos anunciar la Palabra, son
impresionadas. Anteriormente, sólo oían mensajes de las Escrituras, pero en
esta ocasión oyen hablar a Elohim. Aquí yace una diferencia fundamental. ¿Qué
es la Palabra de Elohim? Es Elohim expresado. Necesitamos comprender esto.
Solamente cuando la Palabra de Elohim es proclamada y Elohim nos habla,
llegamos a realizar nuestra función como ministros. Este es un principio
fundamental. Elohim debe hablarnos y debe hablar por medio de nosotros. Si Él
no nos habla, nosotros no podemos proclamar Su palabra. Muchas personas
quisieran ser oráculos de Elohim y ministros Suyos, pero para serlo deben
recibir revelación.
De los ministros depende la edificación de la congregación,
y el poder llegar a la unidad de la fe y a la medida de la estatura de la
plenitud de Mashiaj. Elohim llama a Sus ministros a la obra del ministerio.
Según Efesiyim 4 solamente cuando ésta se realiza, se llega a la unidad de la
fe y a la medida de la estatura de Mashiaj (pasukim 12-13). Lamentablemente, en
la actualidad son pocos los que pueden ser ministros. Todos los días se predica
las Escrituras en algún lugar, pero qué medida de esa predicación comunica la
Palabra de Elohim. El pueblo de Elohim carece de luz y de revelación, y no
podemos culpar a nadie, excepto a nosotros mismos. Las almas no son salvas, ni
los creyentes edificados porque no se proclama la Palabra de Elohim. Esto nos
indica que la falta está en los ministros. ¿Cómo, entonces, podemos esperar que
la congregación prevalezca? Hemos cerrado nuestro ser a Elohim y no hemos
permitido que Su luz nos ilumine. Nuestros hermanos no han logrado ver la luz
divina por culpa nuestra. Este es un asunto muy serio que nos debe hacer
recapacitar. Una de las razones por las que hoy la congregación se encuentra en
ruinas es que el Adón no ha podido derribar las barreras que hay en nosotros.
La Palabra de Elohim es abundante, y Su luz y Su revelación nunca faltan, pero,
¿dónde están los ministros? Elohim busca a los ministros que lo expresen. Él no
cuenta en la actualidad con estas personas idóneas. Hemos impedido que Su luz
brille por medio de nosotros.
Hay obreros que afirman ser oráculos de Elohim; sin embargo,
al disertar acerca de las Escrituras, ni esperan ni tienen la más remota idea
de que Elohim pueda hablar por medio de ellos. El único interés que tienen es
presentar sus propias doctrinas y propagar sus ideas y sus proyectos
personales. Ellos no esperan que Elohim se exprese en lo que dicen. Debemos
recordar que somos portadores de la Palabra de Elohim solamente cuando Él se
expresa en lo que decimos. Si Elohim no es expresado, lo único que oirán los
oyentes es el pensamiento del hombre. La revelación sólo viene cuando Elohim es
manifestado. Si esto no sucede, la enseñanza sólo logra pasar de una persona a
otra, de una boca a otra y de una mente a otra. ¡Qué diferente es cuando Elohim
por Su misericordia se expresa desde nuestro interior!
Hermanos, debemos comprender que hay una gran diferencia
entre el análisis de las Escrituras y la comunicación de la revelación divina.
Es posible que nuestras palabras sean lógicas, maravillosas, agradables y
elocuentes, pero Elohim no está en ellas. Si nos diéramos cuenta de eso, nos
postraríamos delante del y diríamos: "Adón, de ahora en adelante,
aborrezco toda obra que no tenga ni imparta revelación a los demás". A
nuestra carne y nuestra mente natural puede parecerle interesante algún
estudio, y tampoco negamos su utilidad a veces, pero si no contiene vida, no
podemos sentirnos satisfechos con ese único enfoque. No debemos convertirnos en
predicadores profesionales, ya que cuando esto sucede, predicamos porque es
nuestro deber, no porque hayamos recibido algo de parte de Elohim. Necesitamos
vivir en la presencia de Elohim, porque sin Su presencia, no es posible
participar en el ministerio de la Palabra. Quiera el Adón concedernos Su
misericordia y revelarnos Su palabra para poder transmitirla a los demás. Si el
Adón no se expresa por medio de nosotros, no podemos proclamar Su palabra. Si
sólo tenemos las Escrituras, aunque ésta sea la base del ministerio, puede
llegar a ser un libro sin vida. Así que es esencial que ella transmita la
revelación del Ruaj haKodesh.
Hermanos, necesitamos que el Ruaj nos unja, y debemos
esperar esta unción. Tenemos que orar reiteradas veces: "Adón, unge hoy Tu
palabra una vez más para que yo pueda recibirla y usarla". Y orar así
antes de dar un mensaje: "Adón, unge las palabras que voy a hablar y exprésalas
junto con Tu unción". Este es el momento oportuno para pedir misericordia.
Parece que muchas personas tienen puesta su esperanza en la verdad y en el
conocimiento, no en la revelación; por eso, cuando se predica la Besorah, muy
pocas almas llegan a la salvación. Se dan muchos mensajes, pero son pocos los
que reciben bendición. Tenemos que darnos cuenta de que si la vida de Elohim no
acompaña Su Palabra, lo que se diga, no vale la pena y es vano. La Palabra de
Elohim y quienes la proclaman son bien acogidos; sin embargo, las palabras no
transmiten una luz que consuma, ni una revelación lo suficientemente fuerte
como para lograr que las personas se humillen ante Elohim. La necesidad actual
no es tanto que se admire la Palabra de Elohim, sino que los hombres se postren
ante Él debido a la intensidad de Su luz. Si como ministros no podemos lograr
esto, no podemos culpar a nadie por este fracaso, salvo a nosotros mismos. Que
el Adón tenga misericordia de nosotros.
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