6 de diciembre de 2021

RDC02-07 - La Realeza Divina

 


El ritual que rodea a los reyes antiguos equivale a un resumen de las creencias antiguas sobre el Monarca Universal, ya que cada soberano local era el sucesor y representante del gran dios que gobernó el mundo durante la Edad de Oro. Los ritos de la realeza dan testimonio del enorme poder que la memoria colectiva de este dios-rey tuvo sobre las generaciones posteriores. Las crónicas de la realeza desde Egipto, Mesopotamia, Persia, China, Italia, el norte de Europa y el México precolombino trazan la línea de reyes hasta el primer rey, una deidad cósmica suprema que "fundó" los ritos de la realeza.

 

"Cuando comienza la historia, hay reyes, los representantes de los dioses", afirma Hocart. Los historiadores no pueden cometer un error mayor que suponer que la soberanía de los reyes surgió de preocupaciones económicas o materiales. En cambio, las fuerzas cruciales eran religiosas. El rey era un producto de un antiguo ritual, y el ritual se centró en creencias cósmicas que, durante varios milenios, no pudieron soltarse. Para comprender la poderosa influencia de la realeza en el mundo antiguo, uno debe penetrar en el misterio del prototipo del rey, el Monarca Universal.

 

En la vida y el gobierno del primer rey se originaron las prerrogativas y obligaciones de todos los soberanos locales. Era deber de todo rey realizar los ritos instituidos por el gran dios al principio y renovar, aunque sólo fuera simbólicamente, la era primordial de paz y abundancia.

 

En el ritual, el rey hace girar la rueda de la ley que primero hizo girar el gran dios, viaja en la nave cósmica del dios, toma como esposa a la gran madre (amante del gran padre), construye templos y ciudades siguiendo el modelo de la morada celestial del dios, y somete a las fuerzas de la oscuridad (los bárbaros), tal como el dios derrotó al caos al principio. Cualesquiera que sean las maravillas del gran padre, es deber de cada rey local repetirlas, o al menos recrear ritualmente estos logros como si él fuera el gran dios mismo, para acreditar su "ascendencia", aunque ya no tiene ningún "poder" como los tenía en verdad el Adam original.

 

En su estudio de la realeza en Egipto, Henri Frankfort nos dice que el gran dios fue el primer rey: "Ya sea que se llame Ra, Khepri o Atum, es el prototipo del faraón, y los textos abundan en frases que hacen la comparación". Al certificar su autoridad como sucesor del Monarca Universal, cada rey sucesor se acreditaba estar introduciendo una época de abundancia como la del soberano ancestral. Por lo tanto, Thutmosis III no solo se sienta "en el trono de Atum", sino que afirma haber logrado "lo que no se había hecho desde los tiempos de Ra" y haber restaurado las condiciones "como eran al principio". Amenhotep III se esfuerza "para hacer florecer el país como en los tiempos primitivos".

 

De manera similar, cuando el rey sumerio Dungi ascendió al trono, la gente supuso que había surgido un campeón para restaurar el Paraíso que existía antes del Diluvio (pero que se perdió por transgresión). Se esperaba que cada rey, afirma Alfred Jeremias, reprodujera las maravillas del gran dios, el rey primigenio. Así proclama Assurbanipal que, tras su ascenso al trono, "Rammán envió su lluvia; la cosecha fue abundante, el trigo abundante; el ganado se multiplicó en gran manera".

 

Esa es la prueba del gobernante justo o bueno, si trae prosperidad y una tierra fértil. Esta creencia, que parece haber dominado todo el mundo antiguo, recibe una atención insuficiente por parte de los historiadores: apunta directamente a la extraordinaria memoria del Monarca Universal.

 

Consideremos: Homero dicta como ideal: "un rey intachable cuya fama sube al ancho cielo, manteniendo el derecho, y la tierra negra da trigo y cebada, y los árboles están cargados de frutos, y las ovejas dan a luz y no faltan, y las colmenas marinas almacenan peces, y todo gracias a su buena dirección, y el pueblo prospera".

 

 

Entre los hebreos, Yahweh no pretendió jamás poner reyes humanos, y ese fue el comienzo de la caída del Reino de Yisrael, espiritualmente hablando, aunque Él siempre se guardó un remanente. Pero los hebreos pidieron "un rey como las otras naciones", por la codicia y dureza de sus corazones. Yahweh accedió a que tuvieran reyes, a pesar de advertirles todo el daño que ellos traerían sobre el pueblo, y comenzó la era de los reyes. En este sentido, y a pesar de haber rechazado la teocracia verdadera, el gobierno pasó a manos de hombres elegidos por Yahweh y de ellos, a su descendencia, en líneas generales, a pesar de los muchos "golpes de estado" del Reino del Norte. Aun así, se mantuvo la creencia de que todo rey era un representante de Yahweh, igual que las demás naciones.

 

¿Puede ser esto algo más que la era perdida de Kronos? ¿Por qué una tierra fértil debería confirmar la justicia de los reyes? Yahweh también promete la misma prosperidad a los hombres si el rey obedece a sus Leyes, pero lo contrario sucederá si "no hace lo agradable a Sus ojos". Los reyes se dividen en "buenos o malos" de acuerdo a si hicieron "lo recto" o "lo malo" "ante los ojos de Yahweh". Mientras que los reyes buenos se cuentan por la primera expresión ("hizo lo bueno delante de Yahweh"), agregando a David y Shlomó (porque los reyes que hicieron cosas buenas son contados así, aunque si en la mitad se apartan y se desvían, son dejados morir de alguna manera poco digna).

 

Mientras que la expresión "hizo lo bueno ante los ojos de Yahweh" aparece 13 veces en las Escrituras, (Melajim Alef 15:11; Melajim Bet 12:2; 14:3; 15:3; 15:34; 16:2; 18:3; 22:2; Dibrey haYamim Bet 26:4; 27:2; 28:1; 29:2; 34:2),  la expresión "hizo lo malo ante los ojos de Yahweh" aparece 31 veces en las Escrituras (Melajim Alef 14:22; 15:26; 15:34; 16:25; 16:30; 22:52; Melajim Bet 3:2; 8:18; 8:27; 13:2; 13:11; 14:24; 15:9; 15:18; 15:24; 15:28; 17:2; 21:2; 21:20; 23:32; 23:37; 24:9; 24:19; Dibrey haYamim Bet 12:14; 21:6; 33:2; 33:22; 36:5; 36:9; 36:12; YirmeYah 52:2). En las Escrituras queda claro que el rey debía hacer "lo bueno" que Yahweh le ordenaba, y que cuando el pueblo no obedecía, permitía que surgieran las calamidades, que podían ser tanto hambrunas como ataques de enemigos. Esto sucedió así también ya en épocas anteriores, las de los jueces la más típica, en la que el pueblo se apartaba de sus deberes y obediencias a Yahweh, entonces Él los entregaba en manos de sus enemigos, hasta que pasado cierto tiempo, el pueblo clamaba, Yahweh les levantaba un juez que los liberaba, y pasaban un cierto tiempo "portándose bien", hasta que nuevamente caían en sus idolatrías, y el ciclo volvía a comenzar...

 

 

En el Cercano Oriente, toda la esencia de la realeza se basaba mucho más en consideraciones teológicas que políticas. Resulta evidente que el rey era la fuente mágica de bienestar y prosperidad para toda la comunidad orgánica de hombres, animales y plantas; de él fluía la vida y la prosperidad de sus súbditos, el aumento de los rebaños y la fertilidad de la tierra, y al mismo tiempo, si algo malo sucedía durante su reinado, también era por culpa de sus pecados. Esta imagen del rey local se extrae directamente de la imagen del Monarca Universal... y no está para nada equivocada. En verdad, los males sobre la tierra han sido causados por el mal gobierno del Monarca Universal y sus descendientes.

 

Así, cada gobernante antiguo se llamaba a sí mismo el "rey del mundo" y pretendía irradiar poder y luz. Thompson nos dice que el gobernante maya se declaró a sí mismo "como algo así como el Rey de Reyes, gobernante del mundo, regente en la tierra del gran Itzam Na... una especie de derecho divino de los reyes que habría vuelto verde de envidia a Jacobo I". Lo que Thompson llama una "noción inflada de grandeza" parece caracterizar a todos los reyes antiguos (que "brillan como el sol" y dirigen los movimientos celestiales); pero la razón debe ser apreciada: todo rey era, de manera mágica, el Monarca Universal renacido. La institución y el ritual de la realeza apuntan al mismo gran dios y la misma Edad de Oro que los mitos de los comienzos cósmicos.

 

Acá tenemos una memoria colectiva que subsistió por miles de años, levantando dinastías en una y otra civilización, y que culminó con los casamientos "inter-civilizaciones", que establecían "acuerdos" entre las naciones.

 

Así como la paz y la abundancia siguieron los pasos del primer rey (ideal= "bueno"), deben seguir los de sus sucesores que comparten el carisma del gran predecesor.

 

"Cuanto más retrocedemos en la historia", observa Jung, "más evidente se vuelve la divinidad del rey... En el Cercano Oriente, toda la esencia de la realeza se basaba mucho más en consideraciones teológicas que políticas... evidente que el rey era la fuente mágica de bienestar y prosperidad para toda la comunidad orgánica de hombres, animales y plantas; de él fluía la vida y la prosperidad de sus súbditos, el aumento de los rebaños y la fertilidad de la tierra". Esta imagen del rey local se extrae directamente de la imagen del Monarca Universal.

 

 

 

 

La Corona

 

Entre todas las razas antiguas, la corona, la tiara o la diadema significaban autoridad religiosa y política. Sin embargo, esta función mundial de la corona no refleja ningún hecho evidente de la naturaleza humana o del mundo exterior. ¿Cuál fue la fuente de los poderes numinosos de la corona?

 

Los símbolos de la realeza tienen su origen también en el Monarca Universal, el antepasado de los reyes y "fundador" del ritual de la realeza. Las leyendas del gran dios dicen que, cuando estableció su reino, llevaba como corona su "círculo de gloria" (halo, aura). Esto haría referencia a los anillos de Saturno. Antes de que los gobernantes egipcios se pusieran la Corona Blanca, la corona del gran padre Osiris derramaba su luz en el centro cósmico: "Su corona partió el cielo y se asoció con las estrellas". El sol primordial, informa Plinio, "estableció la civilización y primero coronó triunfalmente el cielo con su círculo resplandeciente". En el ritual de los mandeos era el "Primer Hombre" quien llevaba como corona el "círculo de resplandor, luz y gloria". Difícilmente se podría cometer un error mayor que suponer, con tantos eruditos modernos, que las coronas que llevan los dioses son simplemente proyecciones en el orden celestial de las coronas que llevan los reyes terrestres. ES EXACTAMENTE AL REVÉS: los reyes llevan la corona que el "Rey de Reyes" (Saturno) llevaba de forma natural. Pero divorciado de la corona del Monarca Universal, el tocado del rey local se convierte en un artefacto sin sentido. Cualesquiera que sean los poderes que pueda poseer la corona, se derivan del prototipo cósmico.

 

Fundamentalmente, la corona es una banda envolvente. El componente más importante de la corona egipcia era la diadema de oro, mientras que el gran dios era el "Maestro de la diadema". La palabra sumeria para corona, uku, significa "gran banda". Cuando los sacerdotes egipcios colocaron la banda sagrada en la cabeza del rey, considerándolo regente del dios del sol Ra, se guiaron por la imagen del gran dios mismo, cuyo jeroglífico mostraba el dios del sol en el círculo de Atón. Así, "establecer la corona sobre la cabeza" del rey era una ceremonia de transmisión de autoridad del dios al hombre, que se convertía en "hijo del dios".

 

Es en este sentido que hay que entender la afirmación de los Textos del Sarcófago de que el dios "nace" en la corona o que el rey es "el hijo de la corona blanca". Nacer "en la corona" es nacer dentro del recinto, la banda, el útero... etc., todas representaciones que los hombres desarrollaron para agradar a sus dioses... y que haSatán y sus descendientes aceptaron con agrado, y aún utilizan ricamente, como podemos ver a nuestro alrededor. La misma identificación de corona y útero explica la afirmación de que Osiris brilló por primera vez "completamente coronado desde el vientre de su madre".

 

"Yo soy el que está ceñido con su cinto y que surge de la diosa de la corona de Ureret". Esta declaración del Libro de los Muertos concuerda con muchas otras referencias en los textos egipcios, equiparando la corona con la diosa madre. En los Textos de las Pirámides leemos: "Conozco a mi madre, no me he olvidado de mi madre, la corona blanca".

 

 

La misma identidad prevalece en otros lugares. Hentze, observando que el Quetzalcóatl mexicano usa su templo como una corona, informa que tal simbolismo impregna los primeros bronces chinos. Se nota también la "casa del mundo" que usó como corona la famosa Diana de Éfeso. Como la morada sagrada de todos los grandes dioses, el último templo de la corona tiene cuatro puertas que miran en cuatro direcciones.

 

Dado que el templo cósmico es lo mismo que la ciudad cósmica, uno no debe sorprenderse al descubrir que la ciudad también aparece como la corona. En el Libro de los Muertos aparece una descripción de "Ra cuando al principio se levantó en la ciudad de Suten-henen (Heracleopolis), coronado como un rey en su levantamiento". La evidencia sugiere que la ciudad (o reino) en el que Ra brilló por primera vez era el mismo círculo de gloria que llevaba como corona, y es por eso que, en los símbolos, los egipcios combinaron la corona-hetch y la corona-tesher con el símbolo de la diosa Nut, la "ciudad" o "tierra santa". De acuerdo con esta identidad, el himno babilónico proclama, "Borsippa (la ciudad cósmica) es tu corona".

 

A menudo, la corona adopta la forma de una muralla de la ciudad. El ejemplo más famoso, quizás, es la corona de Tyche de Antioquía, que corresponde a la muralla con torreones de la ciudad (ver Los Dioses De Monte Nemrut). También nos recuerda a Cibeles, la diosa "constructora de murallas". Concerniente a la diosa de la corona de la ciudad, Suhr escribe: "...toda la muralla de la ciudad, en una versión diminuta, se colocó sobre su cabeza, comenzando con Astarté y continuando con Afrodita de la época griega y romana".

 

Sin embargo, el origen de la corona como símbolo del poder real conferido de forma hereditaria a los "descendientes" de los dioses (todas las familias reales reivindican esa relación de sangre con el dios-primigenio), podemos encontrarlo en la usurpación que el hombre caído hizo del poder que le fue entregado para ser administrado y que intentó usurpar. La corona era la banda de Saturno.

 

 

La conexión se vuelve clara una vez que uno toma al Monarca Universal como algo más que una ficción esotérica y lo reconoce como la fuerza formadora detrás de los ideales de la realeza. Sin embargo, así expresado continúa siendo un "ideal abstracto", ya que aunque los sacerdotes y reyes de las diferentes civilizaciones adoraron cada uno a sus propios dioses y aseguraron ser los representantes del dios por "linaje divino", nuestra pregunta como creyentes es ¿DE DÓNDE SALIERON ESOS FALSOS DIOSES QUE DIERON PREMISAS TAN DEMASIADAMENTE SIMILARES A LAS DEL ELOHIM DE LOS YISRAELITAS? Existen demasiadas similitudes entre las afirmaciones de unos y otros, en general, las leyes y la forma de gobierno (las diferencias son menores cuando se levantan tan largas listas de parecidos, y se limitan, mayormente, a cambiar los nombres de los dioses, asumir que son muchos, y ciertamente, algunas prácticas asesinas, que vemos más bien aparecen en épocas posteriores a la "muerte" o "partida" del dios primigenio). ¿En qué condiciones históricas se originó esta memoria colectiva? Y si el Monarca Universal gobernó los cielos enteros como el dios Uno, ¿por qué fue llamado un "antepasado"?

 

 

 

 

Los Cuatro Ríos del Paraíso

 

De Eden sale un río para regar el huerto, y después se divide y se hace cuatro brazos. El primero se llama Pisón, el que serpentea por toda la tierra de Javilah, donde hay oro. (El oro de esa región es bueno; también hay ámbar y ónice). El segundo río se llama Guijón, el que serpentea por toda la tierra de Kush. El tercer río se llama Jidéqel, el que corre al oriente de Ashur. Y el cuarto río es el Éufrates. Bereshit 2:10-14

 

Así se lee en el Libro del Bereshit.

Los cuatro ríos del paraíso de Adam, según muchos relatos hebreos y cristianos primitivos, fluían en direcciones opuestas, extendiéndose a las cuatro esquinas del mundo.

 

La tradición es aparentemente universal. La narración de los indios navajos de la "Era de los comienzos" habla de una tierra ancestral de la que los habitantes fueron expulsados por una gran catástrofe. Entre los ocupantes de esta casa remota, algunos dicen, estaban "Primer Hombre" y "Primera Mujer". Lo más interesante es el medio por el cual se regó la tierra:

 

"En su centro había un manantial del que fluían cuatro arroyos, uno a cada uno de los puntos cardinales..."

The Mythology Of All Races Volume 10 - North America, página 159

 

El paraíso chino de Kwen-lun, adornado con perlas, jade y piedras preciosas, se encontraba en el centro y cenit del mundo. En esta feliz morada se encontraba una fuente central de la que fluían "en direcciones opuestas los cuatro grandes ríos del mundo".

 

La ciudad de Brahma en el centro de los ocho está rodeada por un foso de dulces aguas celestiales que fluyen, una especie de río del agua de la vida (Ganges), que después de rodear la ciudad se divide en cuatro caudalosos ríos que fluyen hacia cuatro puntos opuestos del horizonte...

W.T. Warren, Paradise Found, (Online, página 130)

 

También aparecen cuatro ríos en el Rig Veda hindú: "el trabajo más noble, más maravilloso de este magnífico (Indra), es el de haber llenado el lecho de los cuatro ríos con agua dulce como la miel" (Lenormant, Les Origines de l'Histoire). El Vishnu Purana identifica las cuatro corrientes con el paraíso de Brahma en la cumbre mundial. Ellos también fluyen en cuatro direcciones.

 

El mito iraní recuerda cuatro corrientes que salen de la fuente central Ardvi Sura y se irradian en las cuatro direcciones. De manera similar, los kalmucos de Siberia describen un mar primordial de vida y fertilidad, con cuatro ríos que fluyen "hacia los cuatro puntos diferentes de la brújula".

 

La tradición se repite en muchas otras naciones. Los mandeos de Irak enumeran cuatro grandes ríos que fluyen desde el norte. Así como los babilonios recordaron "la tierra de los cuatro ríos", los egipcios conocían "Cuatro Nilos", que fluyen hacia los cuatro sectores de Egipto (Budge, From Fetish to God in Ancient Egypt). El hogar de la diosa griega Calipso, en el "ombligo del mar", poseía una fuente central que emitía "cuatro arroyos, cada uno fluyendo en direcciones opuestas".

 

En la Edda escandinava, las aguas del mundo se originan en los cuatro arroyos que fluyen del manantial Hvergelmir en la tierra de los dioses, mientras que la tradición eslava recuerda cuatro arroyos que brotan de debajo de la piedra mágica Alatuir en la isla paradisíaca de Bonyan. Brinton encuentra los cuatro ríos místicos entre los sioux, aztecas y mayas, tal como los descubre Fornander en el mito polinesio.

 

La tierra perdida de los cuatro ríos presenta un tema particularmente enigmático para la mitología convencional porque pocas, si alguna, de las naciones que poseen la memoria pueden señalar una fuente geográfica convincente de las imágenes. Cuando los babilonios invocan a Ishtar como "Dama, Reina de la tierra de los Cuatro Ríos de Erech", o cuando un texto egipcio en Dendera celebra los Cuatro Nilos en Elefantina, uno podría esperar que el paisaje familiar explique el uso. Pero dondequiera que aparezcan los míticos cuatro ríos, poseen el carácter de una tierra "ideal", en contraste con la geografía actual.

 

La razón de esta disparidad entre los paisajes míticos y terrestres es que los cuatro ríos fluían, no en nuestra tierra, sino a través de los cuatro cuartos de la "patria" polar. ¿A qué aspecto del reino de Saturno podrían referirse los ríos míticos?

 

Para cada tema mítico dominante hay signos correspondientes (aunque esta verdad aún debe ser reconocida por la mayoría de las autoridades). El signo de los cuatro ríos es la cruz del sol (una cruz encerrada en un círculo, a veces sobresaliendo), el último signo ilumina al primero al mostrar que los cuatro arroyos pertenecen al recinto primitivo. Saliendo del centro polar (es decir, el sol central), los cuatro ríos fluyen hacia las cuatro esquinas de la Tierra de Saturno.

 

En los mitos, estos aparecen como cuatro ríos, cuatro vientos, cuatro corrientes de flechas o cuatro hijos, asistentes o espíritus de luz que llevan la semilla de Saturno (los elementos de la vida) a través de los cuatro puntos del reino celestial.

 

El mundo moderno está acostumbrado a pensar en "los cuatro cuartos" en términos terrestres. Hoy concebimos el norte, el este, el oeste y el sur solo en relación con nuestra propia posición o con un punto de referencia geográfico fijo. Para la mente moderna, las "cuatro esquinas del mundo" sólo sirven como una vaga metáfora de "el mundo entero". Para los antiguos, sin embargo, "las Cuatro Esquinas del Mundo" poseían un significado explícito; originalmente, la frase no se refería a la geografía sino a la cosmografía, el "mapa" del reino celestial, trazado en el cielo polar.

 

La cruz del sol, como símbolo de los cuatro cuartos, pertenece al sol central. En la cosmografía sagrada, la posición central del dios sol se convierte en la "quinta" dirección. Para entender tal lenguaje conviene pensar en las míticas "direcciones" (o brazos de la cruz) como movimientos o flujos de energía. Desde el gran dios, los elementos de la vida fluyen en cuatro direcciones. El dios mismo, que encarna todos los elementos, es "firme", o está "descansando", su quinto movimiento es el de rotación mientras está parado en un lugar.

 

Las direcciones también se pueden concebir como regiones: la región central (quinta) y los cuatro cuartos espaciados a su alrededor.

 

Por eso los pitagóricos consideraban al número cinco como un representante del eje del mundo fijo. La idea pitagórica se corresponde claramente con el antiguo simbolismo hindú de las direcciones. Además de las cuatro direcciones estándar, la doctrina hindú conoce una quinta, llamada "dirección fija", el centro polar. También en China, el polo es la quinta dirección inamovible, el "palacio central" alrededor del cual están espaciados los puntos cardinales. Y en México, el simbolismo náhuatl afirma que "cinco es el número del centro".

 

En el reino de los cielos "ideal", el Monarca Universal está en el centro, y todos los elementos de la vida —fuego, agua, aire y tierra— fluyen del dios-rey en cuatro corrientes brillantes. A menudo interpretados como cuatro hijos del creador, los arroyos delimitan los cuatro cuartos de la isla cósmica o "tierra". De acuerdo con los textos egipcios de la creación, el gran dios, por sí solo, presentó como su propio "discurso" la materia primigenia, o mar de "palabras", que se solidificó en un recinto. Los egipcios asocian este derramamiento de la semilla o elementos de la vida con cuatro corrientes luminosas que fluyen del sol central. Las cuatro emanaciones son los cuatro "hijos" de Atum o los Cuatro Hijos de Horus, cada uno identificado con una cuarta parte del reino celestial. Es importante destacar que los egipcios denominan a estos caminos de luz los "Cuatro Khu": son las "palabras de poder", corrientes de "discurso" creativo que atraviesan las cuatro divisiones del espacio organizado.

 

Los Textos de las Pirámides los llaman "los cuatro vientos violentos que te rodean". Los Cuatro Hijos de Horus "envían los cuatro vientos". Los egipcios también interpretaron los cuatro caminos de la luz como "flechas" lanzadas por el creador hacia los cuatro cuartos. (En jeroglíficos, la flecha significa "rayo de luz"). Era una práctica antigua del rey egipcio, al asumir el trono, soltar una flecha, en cada una de las cuatro direcciones, recreando así la creación u organización del reino celestial. La flecha está sentada, que significa "disparar", pero también "derramar"; porque las cuatro flechas lanzadas por el rey significaban las aguas de vida originalmente "derramadas" por el creador, a quien el rey personificaba. Sat también significa "sembrar" o "esparcir semilla en el exterior"; es decir, las cuatro corrientes llevaron a las cuatro esquinas la semilla creadora de la abundancia. Al lanzar las cuatro flechas, el rey local se proclamaba a sí mismo como el Monarca Universal y santificaba su reino como una duplicación de la morada primigenia.

 

Los cuatro vientos, o los cuatro ríos, o los cuatro senderos, o los cuatro rayos de luz (flechas) pertenecían a la tierra perdida en el cielo, y solo a través de la asimilación simbólica a esta morada cósmica, la morada terrestre compartía las imágenes.

 

Una comparación del simbolismo de la cruz egipcia con el de otras tierras revela numerosos paralelos. La imagen mesopotámica de la divinidad más antigua era la cruz del sol, símbolo del creador An, el planeta Saturno. An, como sus homólogos de todo el mundo, "dio a luz y engendró el viento cuádruple" dentro del útero de Tiamat, el mar cósmico.

 

Los adoradores del culto de Ninurta (Saturno) también representaron a su dios por la cruz. El Saturno babilónico inaugura el día, "saliendo con esplendor", y esta salida de Saturno significa la salida de los cuatro vientos (como en Egipto), porque el acadio umum denota tanto "día" como "viento", al igual que los signos sumerios UD y UG, ambos usados para "día", ocurren también en el sentido de "viento".

 

Como en Egipto, los cuatro vientos mesopotámicos coinciden con los cuatro ríos de la vida. En lugar del simple signo, algunas imágenes muestran cuatro corrientes de agua que irradian desde el sol central. La figura mesopotámica más conocida de estas corrientes es la famosa "rueda solar" de Shamash (un dios también identificado como Saturno, como ya vimos antes). Se representan cuatro rayos de luz y cuatro ríos que fluyen desde el dios central hasta el borde de la rueda.

 

Las ciudades centrales, capitales de reinos y ciudades de residencia de los reyes, fueron todas construidas bajo este mismo patrón.

 

La Tierra Santa hindú se encuentra dentro de la rueda del mundo, girada por el sol estacionario en el centro. Los radios de la rueda, que delimitan los cuatro cuartos, "tienen su base en el único centro que es Surya (el sol)", señala Agrawala. En el ritual del Satapatha Brahmana, los rayos de la rueda se convierten en "flechas" lanzadas en las cuatro direcciones y que llevan los elementos de la vida a las cuatro esquinas. Las flechas enviadas en una dirección "son fuego", las de otra "son las aguas", las de otra "son viento" y las de otra "son las hierbas".

 

En China, el emperador se para simbólicamente en el polo, mientras que a su alrededor se encuentran los poderes de los puntos cardinales. El centro cósmico es ch'ien, del cual, para usar la fraseología de Jung, "salen las cuatro emanaciones, como las fuerzas celestiales que se extienden por el espacio". En el ch'ien, el centro, convergen los cuatro cuartos del mundo.

 

L'Orange, en sus estudios del simbolismo cósmico en el Cercano Oriente, señala que las grandes ciudades residenciales de Ekbatana, Darabjird y Firuzabad siguieron el modelo de la rueda del Cosmos, con el rey apareciendo en la intersección de la encrucijada. "El muro y el foso se trazan matemáticamente con la brújula, como una imagen del cielo, una proyección del hemisferio superior en la tierra. Las calles de dos ejes, una que corre de norte a sur y la otra de este a oeste, dividen la ciudad en cuatro cuadrantes que reflejan los cuatro cuartos del mundo".

 

 

 

 

El Dios De Cuatro Ojos O Cuatro Caras

 

En el antiguo festival egipcio Heb-Sed, el rey asciende al trono de Osiris, donde es deificado como el sucesor del gran dios. Para certificar su autoridad como Monarca Universal, lanza cuatro flechas hacia las cuatro esquinas, luego asume su trono, girando hacia los cuatro puntos cardinales en sucesión.

 

Al mirar hacia las cuatro direcciones, el rey repite la hazaña del gran dios; porque el Monarca Universal, ocupando el firme centro (o quinta región), giraba sin cesar, enviando sus rayos de vida a través de las cuatro divisiones del espacio unificado.

 

El historiador clásico Diodoro nos dice que cuando el nombre "Osiris" se traduce al griego significa "muchos", "y con propiedad; porque al derramar sus rayos en todas direcciones, mira con muchos ojos, por así decirlo, toda la tierra y el mar". Heródoto compara con Osiris al griego Dionisio, un dios que, en el Himno báquico, brilla "como una estrella, con un ojo de fuego en cada rayo".

 

Al enfrentarse a las cuatro direcciones y al enviar las cuatro corrientes direccionales, el Monarca Universal se convierte en el dios de cuatro caras o cuatro ojos. "Homenaje a ti, oh tú que tienes cuatro caras", se lee en una línea de los Textos de las Pirámides. Osiris, como el Carnero de Mendes (Banebdyedet), es el dios de "cuatro caras en un cuello". También Khnum era el dios-carnero que creó a la humanidad, con cuatro cabezas (ver La Pascua, El Cordero Y El Dios-Carnero).

 

El Atharva Veda hindú habla de las "cuatro direcciones celestiales, teniendo al viento como señor, sobre las cuales mira el sol". Esto, por supuesto, solo puede ser el sol central, que es Brahma, un dios de cuatro caras. Los mitos también atribuyen cuatro caras a Shiva. El sol central Prajapati toma la forma del Vivvakarman de cuatro ojos, cuatro caras y cuatro brazos, el "creador de todos". Agni también mira "en todas direcciones", al igual que Krishna.

 

Los mitos chinos recuerdan a un sabio de cuatro ojos llamado Ts'ang Chieh, un legendario inventor de la escritura (es decir, el Monarca Universal).

 

El antiguo dios griego Argos, en el Aigimios de Hesíodo, mira "aquí y allá con cuatro ojos". Macrobio nos dice que el gran dios Jano fue representado a veces con cuatro caras, en alusión a las cuatro partes del Cosmos.

 

Entre los tarahumaras de América del Norte, la cruz representaba al dios Hikuli, "el dios de cuatro caras que ve todas las cosas". El "Señor Central" del ritual mexicano, representado por la cruz, es "El que mira en cuatro direcciones".

 

 

Ya no puede haber ninguna duda de que el dios de cuatro ojos o cuatro caras es Saturno, porque el planeta-sol aparece en el mito babilónico como Ea (Enki sumerio), un dios de cuatro ojos que "contempla todas las cosas". El fenicio El — Saturno— tiene cuatro ojos, al igual que el Cronos órfico (Saturno). El emperador amarillo chino Huang-ti, identificado como Saturno, también tiene cuatro ojos. Los cuatro ojos, o cuatro caras, se vuelven inteligibles sólo en conexión con las cinco regiones: el centro polar y las cuatro divisiones dispuestas a su alrededor.

 

 

En las Escrituras, estos cuatro cuartos, esquinas, vientos, etc., aparecen numerosas veces, y resultan muy importantes. Todas estas cosas no son "la Biblia copia", sino "EL HOMBRE CAÍDO ROBA". La humanidad caída se ha ocupado de forma constante y recurrente de levantar sobre la tierra una copia de lo que perdió: una copia de la ciudad de Yahweh, del Concilio Divino, de todo lo que alguna vez el Adam primigenio administró en el nombre del Creador, asegurando a los hombres a su alrededor que Él quien creó todas las cosas, pero Yahweh responde:

 

¿Osarás decir delante de tu verdugo, a pesar de ser un hombre y no Elohim: "Yo soy una deidad"? En mano de quienes te atraviesen morirás a la manera de los incircuncisos, en mano de los extranjeros; porque yo he hablado", dice Adonay Yahweh. Yahjezkel 28:9-10

 

Yahweh ha estado demostrándole a la humanidad QUIÉN ES ESE ENGAÑADOR QUE BUSCA USURPAR EL TRONO QUE NO LE PERTENECE. Mientras, ha estado "pintando cuadros" para que la humanidad amnésica abra los ojos y vea, y por Su gracia, ha abierto los ojos de los Suyos, y cada día nos abre más el entendimiento a estas cosas, a medida que nos aproximamos al fin de los tiempos. Esta humanidad jamás conoció la verdadera "Era de Oro", sino una falsa, adulterada. Aun así, los hombres se inclinan hacia la mentira, a obedecer a su padre, antes que a buscar al verdadero Creador.

 

Daniyel habló y dijo: "Estaba mirando en mi visión de noche, y vi que los cuatro vientos del cielo agitaban el gran mar... Daniyel 7:2

 

Entonces el chivo se engrandeció sobremanera; y estando en su mayor poderío, aquel gran cuerno se quebró, y en su lugar crecieron otros cuatro cuernos muy visibles, hacia los cuatro vientos del cielo. Daniyel 8:8

 

En respuesta, el mensajero me dijo: "Esos son los cuatro vientos del cielo que salen después de presentarse delante del Amo de toda la tierra". ZejarYah 6:5

 

Él enviará a sus mensajeros con un gran toque de trompeta para reunir a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro. MattiYah 24:31

 

Después de esto, vi a cuatro mensajeros que estaban de pie sobre los cuatro puntos cardinales de la tierra, y que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Hitgalut 7:1

 

También los altares del tabernáculo (el del incienso y el del holocausto) tenían cuatro esquinas y en cada una, un cuerno:

 

Haz sus cuernos (altar de incienso) en las cuatro esquinas, los cuernos serán en una sola pieza con él; y enchápalo en oro... Le hizo cuernos en las cuatro esquinas (altar de holocaustos), en una sola pieza con el altar; y lo enchapó en bronce. Shemot 27:2; 38:2

 

El cuerno es representación de poder, como se nos indica en los Mizmorim, siempre mal traducidos:

 

A los que se jactan les digo: No se jacten; y al impío, no exaltes el cuerno. No debes exaltar tu cuerno a las alturas, ni hablar con cuello impertinente. Mizmor 75:4-5

 

Hay muchísimos otros ejemplos para esta palabra asociada con un poder, que puede ser positivo o negativo. Conocemos el "cuerno pequeño" con boca que habla arrogancias, pero también Yisrael tiene su "cuerno" o poder:

 

En aquel día haré surgir un cuerno a la casa de Yisrael, y a ti te abriré la boca en medio de ellos, y habrán conocido que yo soy Yahweh. Yahjezquel 29:21

 

Los cuatro cuernos del altar de holocaustos representaban la cobertura que el sacerdote hacía para el pueblo de Yisrael, imputando la sangre a los cuernos, los cuatro vientos, hacia todos los puntos cardinales.

 

 



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Publicado por: Anunciadora de Sión


SOY CREYENTE EN YAHSHUA, MIEMBRO DE LA NOVIA, ÓRGANO DEL CUERPO, CO-EDIFICADORA DEL REINO

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Lo que proviene del Ruaj pertenece al Cuerpo, porque el Ruaj no tiene Copyright.
Y si el hombre reivindica "derechos de autor", su mensaje proviene de la carne y no sirve.
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