Elohim escogió a Avraham,
cuyos descendientes terminaron en Mitzrayim. Después envió a Moshe para que los
sacara de allí. Él los condujo al monte Sinay, donde permanecieron casi un año
siendo "educados" por Elohim. Elohim deseaba que Yisrael fuera Su
testimonio, pero la cultura egipcia en la que habían estado sumergidos, los
convertía más bien en un testimonio de Mitzrayim. Por esta razón, Elohim los
detuvo en el monte Sinay para darles los estatutos de los Diez Mandamientos,
las ordenanzas de los estatutos, el tabernáculo con todo su mobiliario y todas
las ofrendas, el sacerdocio y todas las fiestas. Todo eso tenía como fin forjar
en ellos una constitución celestial y divina que reemplazara su constitución
egipcia.
Como resultado de este
tiempo de educación y entrenamiento, la nación de Yisrael no sólo se convirtió
en un ejército bien formado y organizado, sino que también adquirió una nueva
constitución intrínseca, a saber: Elohim con el hombre y el hombre con Elohim.
Esto, en sombra, indicaba lo que sucedería a futuro: la mezcla de Elohim con el
hombre. Ellos aún no tenían al Ruaj en su interior como nosotros tenemos hoy,
después de que fue derramado, porque aún eran sombras. Pero todo lo que se
relacionaba con ellos, aun su propio entorno en el que había una columna de
nube de día y una columna de fuego de noche, era la expresión misma de Elohim.
Cuando ellos se levantaban para proseguir, era Elohim mismo el que se
levantaba. Eso es unidad.
Sin embargo, al cabo de
poco tiempo, los hijos de Yisrael dejaron de expresar a Elohim, y Él los dejó
morir en el desierto.
Entonces Elohim levantó
una segunda generación, y fueron ellos quienes cruzaron el río Yardén de manera
milagrosa. Como un ejército celestialmente constituido, ellos llegaron a
Yerijó. Así que, cuando gritaron, la ciudad de Yerijó cayó. Aquello fue el
testimonio de Elohim, Su mover en la tierra, la vida de los hombres que se
movían cuando Yahweh se movía; era Elohim mismo avanzando. No obstante, cuando
llegaron a la ciudad de Ai, uno de ellos les causó la derrota. A partir de ese
momento, no vemos otra cosa que degradación entre los yisraelitas. Elohim envió
profetas para que les advirtiera y los hiciera volver a Él, pero ellos no
quisieron seguir adelante con Elohim. Finalmente, a fin de disciplinarlos y
castigarlos, fueron enviados al exilio.
Elohim no podía olvidarse
de la buena tierra, la tierra prometida, la tierra de Emanuel (YeshaYah 8:8).
La buena tierra debía ser la tierra de los yisraelitas con miras al testimonio
de Elohim. Así que hubo un primer regreso bajo la dirección de Zerubavel, un
descendiente de la familia real... Él fue un gobernador fuerte, quien dirigió
al pueblo en la reconstrucción del templo y el altar.
Sin embargo, el pueblo
seguía siendo insumiso debido a que, en cuanto a su constitución, eran
babilónicos. Por lo tanto, se requería un Ezrah, un sacerdote que servía a
Elohim, quien además era escriba, es decir, un erudito versado en la Palabra de
Elohim, experto en la ley de Moshe (Ezrah 7:6, 11). Él poseía la constitución y
cultura celestiales y divinas. Ezrah reunió al pueblo y confesó no sólo su
propio pecado, sino también el pecado de todo Yisrael, con el fin de hacerlos
volver a la Palabra de Elohim.
Si queremos que se opere
un cambio en nuestra constitución, debemos volvernos a Elohim, lo cual hacemos
cuando nos volvemos a Su Torah (cap. 8). Supongamos que una persona caída desea
regresar a Elohim. Para hacerlo, primero debe recurrir a la palabra de Elohim.
Nadie puede volverse a Elohim sin antes recurrir a Su palabra.
La palabra de Elohim
cambia nuestra constitución intrínseca. Todos tenemos nuestra propia manera de
ser y una manera en que habitualmente nos comportamos, pero Elohim es capaz de
cambiar nuestra constitución intrínseca por medio de Su palabra. Es por eso que
necesitamos leer las Escrituras, COMERLAS. La palabra de Elohim cambia
gradualmente nuestra mente y nuestra manera de pensar. La palabra de Elohim es
nuestro alimento. Cuando la palabra obra en nosotros, el Ruaj —por medio de
ella— espontáneamente imparte a nuestro ser la naturaleza de Elohim junto con
el elemento divino. Tal vez ni siquiera estemos conscientes de que esta
impartición esté ocurriendo, pero es así como se opera un cambio en nuestra
constitución intrínseca.
La mayoría de los
cautivos que regresaron de Bavel a Yahrushalayim no habían nacido en Yisrael,
sino en Bavel, y habían sido criados allí. Así que el elemento babilónico se
había forjado en ellos, y formaba parte de su constitución. Por lo tanto, después
de regresar a la tierra de sus padres para ser ciudadanos de la nación de
Yisrael, ellos necesitaban experimentar un cambio en su constitución. Ezrah
resultó muy útil en este aspecto, porque fue a través de él que el pueblo
recibió un nuevo elemento constitutivo, mediante la palabra de Elohim.
El deseo de Elohim con
respecto a Yisrael era tener en la tierra un pueblo con una constitución
divina, y así pudiera ser Su testimonio. A fin de ser este testimonio, era
necesario que el pueblo de Elohim recibiera la palabra de Elohim. Así, por lo
tanto, a través de Ezrah y NehemYah, Elohim pudo, mediante Su palabra, forjarse
en el pueblo de Yisrael que había regresado de su cautiverio, para que llevara
el testimonio de Elohim como nación.
Cuando llegó el mes séptimo —los
hijos de Yisrael ya estaban en sus ciudades— todo el pueblo se reunió como un
sólo hombre en la plaza que está frente a la Puerta de las Aguas, y le pidieron
al escriba Ezrah que trajera el rollo de la Torah de Mosheh, que Yahweh le
había encargado a Yisrael. El primer día del mes séptimo, el sacerdote Ezrah
trajo la Torah ante la congregación de hombres y mujeres, y de todo el que era
apto para entender lo que oía. Leyó del rollo desde el amanecer hasta el mediodía,
frente a la plaza que está ante la Puerta de las Aguas, en presencia de
hombres, de mujeres y de cuantos podían entender; los oídos de todo el pueblo
estaban atentos al rollo de la Torah. El escriba Ezrah estaba sobre una
plataforma de madera que habían hecho con ese propósito, y junto a él, a su
derecha, estaban MatitYah, Shema, AnaYah, UriYah, JilqiYah y MaaseYah; y a su
izquierda estaban PedaYah, Mishael, MalqiYah, Jashum, Jashbadana, ZekharYah y
Meshulam. Ezrah abrió el rollo a la vista de todo el pueblo, porque él estaba
más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.
Ezrah bendijo a Yahweh, ha'Elohim; y todo el pueblo, alzando las manos,
respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron ante
Yahweh con el rostro en el suelo. Entonces los levitas Yeshúa, Baní, SherebYah,
Yamín, Aqub, Shabetay, HodiYah, MaaseYah, Qelitá, AzarYah, Yozabed, Janán y
PelaYah le explicaban la Torah al pueblo, mientras el pueblo permanecía de pie
en su lugar. Ellos leían en el rollo de la Torah de ha'Elohim, traduciendo y
aclarando el sentido; de modo que entendieron la lectura. NehemYah 8:1-8
Esto indica que las
palabras que Elohim habló por medio de Moshe habían convencido y subyugado
plenamente al Yisrael rebelde. La palabra de Elohim provee una base sólida para
que el Ruaj de Elohim, quien es Elohim mismo, pueda impartirnos el elemento
divino y forjar a Elohim en nosotros. Debemos experimentar esto día tras día.
El segundo día se reunieron con el
escriba Ezrah los jefes de los clanes de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas,
para entender las palabras de la Torah. NehemYah 8:13
"Entender"
alude al significado intrínseco. Todos necesitamos que se nos ayude a
comprender el significado intrínseco de la palabra de las Escrituras, a fin de
poder ministrarlas a los demás.
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